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ABC MADRID 07-05-1972 página 129
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ABC MADRID 07-05-1972 página 129

  • EdiciónABC, MADRID
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L torero había quedado inmóvil en la arena, apoyada la cabeza bajo el estribo de la barrera, escalofriante versión del folklórico arlequín de seda y oro quebrados los hilos invisibles que le sustentaban. Salté del asiento y grité al compañero que estaba junto a mí: ¡Vamos a la enfermería, que e s t á muerto 1 Al vuelo, requerí sombrero y bastón- -entonces, el canotier y el junquillo eran complementos obligados del atuendo juvenil- -y me precipité por la escalera que conducía directamente a las dependencias, desde los palcos. En el 101 Informaciones recién nacido a la vida periodística madrileña, tenía teléfono directo con la Redacción, por Iniciativa de Leopoldo Borneo, para mejor y más rápido servicio de sus lectores, en corridas celebradas los días laborables. Pero la memorable tarde dominguera- -7 de mayo de 1922- -el alarde profesional resultaba baldío, pues hasta la tarde siguiente no podía atronar el pregón callejero anunciando con la cogida y muerte de Granero! Porque era el infortunado diestro valenciano quien llevaba angustiosa premura de compañeros a la búsqueda anhelante de auxilios médicos ya, por desgracia, inútiles. Antonio Suárez Inclán, fraterno camarada de andanzas mozas, me seguía, saltando escalones a grandes trancos. Cuando entramos en la penumbra del quirófano llegaban también los componentes del solanesco cortejo y Juan Luis de la Rosa- -recién atendido de una herida, apenas cicatrizada, abierta durante la lidia- -alcanzó a entreverlo, pese a las precauciones adoptadas para evitarlo. El cuerpo de Manolo fue depositado sobre la mesa de operaciones, para proceder a reconocerlo, aunque el doctor Hinojar, anticipándose al parte facultativo que firmara, musitó, con gesto apesadumbrado, que no dejaba lugar a dudas, repetía mis palabras: ¡Está muerto! ASI SUCEDIÓ Minutos después estaba confirmado el fatal diagnóstico. Ni siquiera dio lugar a rasgarle la taleguilla para examinar la cornada de tres centímetros de extensión, sufrida en la cara interna del muslo derecho durante la segunda fase de la angustiosa cogida en tres tiempos. Granero había salido a torear con su acostumbrada sed de triunfo. Lució arte, maestría, valor, en el segundo de la tarde, un albaserrada ideal para el torero, al que capeó lucido, puso tres pares de banderillas- -superior, el primero- -y, muleta en mano, tanteó con soberbio, ayudado por bajo para continuar con naturales y de pecho, dos derechazos rozándole los pitones y tres pases más, seguidos de estocada contraria, que le valió unánimemente vuelta al ruedo. Esa corrida en el coso conocido por el de la carretera de Aragón cuando Las Ventas eran extrarradio cortesano, había motivado dimes y diretes, pues Manolo quería haber actuado en Valencia aquella tarde, y aseguraron que el interés de Marcial Lalanda por confirmar su alternativa, precisamente el 7 de mayo, motivó que cediera a los deseos del compañero. Formaban el cartel tres reses de Albaserrada y tres del duque de Veragua, para los espadas ya citados. La enorme y merecida expectación hizo el agosto de la reventa que, según frase estereotipada, cobró las entradas a millón Los cornúpetas abundaron en mansedumbre. Francamente ilidiable el primero, Marcial puso a prueba talento y pundonor; Juan Luis estuvo deficiente en el suyo; y sólo el tercero, de buen temple, permitió a Granero aprovecharlo cumplidamente. ¿A qué vinieron, entonces, los siseos imperantes cuando requirió la franela para trastear a Poca Pena veragua cárdeno, bragao, afilado de cuerna, número 59, que salió con el lomo blanco de cal, perdida durante la lidia? Nadie lo sabrá nunca. E HACE 5O AÑOS YO VI MORIR Á GRANERO Como tampoco la responsabilidad que les cupo en la tragedia desencadenada segundos después, apenas citó Manolo al enemigo, en terreno entre el 2 y el 3, con el animal mirando hacia el 1. Acudió lento, venciéndose hacia tablas, para frenar a escasos pasos, quedando demasiado cerrado, ya. Movió la muleta el maestro. La distancia era angustiosamente escasa, como el terreno de que disponía. Tornó Poca Pena al mismo juego y también el espada. Sobrevino el presentido percance: empalado por la pierna izquierda, sufrió Granero espectacular voltereta, cayendo ante la testuz. Un eficaz capote- -creo que de Blanquet -intentó el quite, vanamente. Pues el toro, encelado, tornó a hacer presa en el muslo del maestro, arrojándole debajo del estribo donde, de nuevo desatendido de la capa, metió la cabeza para inferir la mortal cornada, que penetró por la órbita del ojo derecho, hasta llegar al cerebro de la infortunada víctima. (Sobra más descripción. Era la imagen directa de la reproducción que, durante lustros posteriores- -polvorienta la cera de bíamos irnos, pues estaba prohibida la pre sencia a todos los ajenos al personal sanitario. Con altivez de novel periodista que afronta su primer gran reportaje, con testé: -p -Nos vamos, porque ahora la informa ción está fuera. Acerté. Al pisar el Patio de Caballa pudimos ayudar al suboficial del Cuerpí de Seguridad señor Causapié y a los dies tros Paco Madrid y Joselito de Má laga en la pugna por arrebatar la pistoh con que el señor Julia, en disculpable arre bato de desesperación, intentaba quitara la vida. También cooperamos en persuadí a Marcial Lalanda- -destrozado, lloroso- -para, que no entrara a ver al difunto. 5 hasta informamos a La Goya señor: de la tonadilla, que había ocupado uní barrera del 2, al detener su coche en 1; puerta, para i n q u i r i r noticias. Porque mientras, la c o r r i d a fue suspendida, a arrastrar el quinto toro, por petición ma yoritaria del público, parte del cual descendió al ruedo para vencer las postrera vacilaciones del presidente, en pie y som brero en mano ante la barandilla del palco ANEOBOTARIO Luego, los dos incipientes reporteros llenamos cuartillas y cuartillas a punta di estilográfica, consumiendo frugal cenia er la Redacción, antes de regresar a la plaza para visitar la capilla asedíente, donde sollozaba Blanquet MJ- ¡No ha sido una cornada, sino T H asesinato! ¡Era fatal! I Y nos comunicaba su retirada de la profesión, igual que el picador Camero y é puntillero Josele, los tres perteneciente! a la cuadrilla de Granero, como lo fueror de la de Joselito Alternaban preces y anécdotas. Quien contaba que al ir a la plaza el maestro preguntó a su intime tocayo Manolo Domingo si había comide mucho, preveniéndole que la tarde va a ser de emociones fuertes otro recorde que, desde tiempo atrás, Granero solía decir: -Estoy preocupado, triste, sin saber poi qué. ¡Temo que me vaya a pasar algo! Surgían referencias a la breve vida de artista valenciano, nacido el 4 de abrí de 1902. Pudo ser un gran violinista, pero le cantaba el toreo en las venas: a los doce años, vestido con delantalito, se tiró al ruedo para dar lucidos lances en la plaza de Valencia. Cuando el señor Julia le castigó a suscribir la formal promesa de consagrarse en exclusiva a la Música, y le dictó: Te juro que nunca seré torero t í o tiró la pluma y gritó, entre lágrimas enrabietadas: ¡Yo no pongo eso, tío! l Y alguien rememoró que, preguntado en qué le gustaría parecerse a Joselito con quien le comparaban frecuentemente, respondió: ¡En todo... menos en la muerte! Achacada, por emocionales impulsos momentáneos, a los toreros, de quienes llegó a afirmarse que remolonearon en el quite, hecho sólo por unos monosabios. Jamás compartí el apasionado juicio. Los compañeros cumplieron las normas establecidas al dejarle solo durante la faena muleteril. El peón de confianza- Blanquet -intervino con profesional rapidez, fallida por la circunstancia. No: Manolo Granero estaba citado con la Muerte en Madrid, el 7 de mayo de 1922. Ausentes Belmonte y Sánchez Mejías, Granero iba a torear más de noventa corridas en la temporada; soñaba con visitar, por primera vez, Hispanoamérica durante la próxima. Poca Pena truncó proyectos y realidades palpitantes en la mente y el alma del niño valenciano de claro mirar y no le perfil, a quien sólo tuvo que castigar su padre por empeñarse en practicar- el arte heroico para que había nacido. Y por el que murió. Serafín ADAME Sufrió Granero espectacular voltereta, cayendo ante la t e s t u z las figuras y apagado el oropel de los caireles- -sirvió de atracción verbenera, ferial, entre restallar de cohetes y humareda de fritangas, en sórdido barracón que mostraba, al tiempo, retazos de la tragedia de Talavera de la Reina, bajo el rótulo Museo de Joselito con la muerte de Granero digno de figurar en el romancero valleinclanesco junto a El crimen de Medina FUERA DE LA ENFERMERÍA Agonizó Granero. Suárez Inclán y yo, únicos periodistas testigos, asistíamos inmóviles a las luctuosas escenas desarrolladas en la enfermería. Vimos entrar, desalado y desolado, a don Santiago Risueño, capellán de la Plaza y párroco de la vecina iglesia de Nuestra Señora de Covadonga, que administró la extremaunción al cadáver. Contemplamos ómo el gerenjte de la empresa valenciana, señor Carballeda, conseguía sacar fuera al concejal de Valencia señor Julia, tío de Granero, y su acompañante constante. Pero también advirtieron nuestra Intrusión los médicos, concluida la abnegada y vana Intervención, que nos preguntaron por qué estábamos allí. Lo justificamos con la exhibición del carnet profesional y, corteses, indicaron que de-

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