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ABC MADRID 29-04-1972 página 21
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ABC MADRID 29-04-1972 página 21

  • EdiciónABC, MADRID
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LAS ESQUELAS Y LA VIDA t ONOZCO a varias personas que empiezan a leer el periódico por el final, por las páginas de las esquelas, que, en cierto modo, son los anuncios pagados de la muerte. Algunos sujetos, necrófilos, lo hacen para no perderse nínún entierro, para repetir una vez más el tópico de no somos nadie para, incluso, disfrutar en el cementerio entre lágrimas, gestos y suspiros, junto a los cipreses y frente a los horizontes melancólicos. Otras personas acuden a la hora- del desayuno a las esquelas para mantener sin descanso una especial y constante vida social, que si por la noche ha sido el cine, la cena distinuida, el homenaje o el club, al día siguiente puede ser el cortejo fúnebre en el que se habla de todo, incluso del difunto; de lo bueno que fue y de los muchos ejemplos humanos que dejó en la tierra; de los grandes merecimientos del muerto; de lo bien que trataba a sus subordinados y de las excelentes cualidades que, como padre de familia, adornaban al desaparecido, quien en la vida no hizo más que favores. Era un santo algunos dirán, intentando crear una vieja oración de última hora más bien vulgar que metafísica. Sin embargo, hay quien también se enfrenta con las esquelas de los periódicos en seguida p r considerar que éstas son las páginas más interesantes de la Prensa. Son las que defienden que la muerte es mucho más importante que la vida. Y, al respecto, desprecian los acontecimientos humanos, las noticias vivas e hirientes, los problemas internacionales, las guerras y la política, para quedarse en preferente lugar con lo que ya es silencio trascendente, huida y misterio, alma desplazada, amistad rota, enemistad que ya ha dejado de serlo, o recuerdo de un romántico amor que, tras envejecer en el recuerdo egoísta, regresa como loco a revitalizarse ante la patética esquela de la muerte. Y ante la esquela, la rememoración de las horas pasadas, la imposible recuperación del tiempo perdido, la incompatibilidad, el desprecio triste o la farsa; el romance o el pecado; el cielo despejado o esas nubes que ya habrá que presenciarlas en soledad cuando anochezca en el mar. Tal vez la vida sea para iodos una esquela presentida que no nos atrevemos a redactar. O un conjunto de esquelas que se barajan a diario en el tinglado de la vida sin saber a quién le va a tocar mañana, precisamente en esta lotería de vivir y de morir, que es la suerte o la desgracia de seguir o de marcharse. Se dice que Ramón Gómez de la Serna, en Buenos Aires, todas las amanecidas, antes de acostarse, después de escribir durante la noche, acudía. sistemáticamente, a la puerta del hogar a recoger el periódico para ver si venía ya en la Prensa, quizá como una greguería más, la propia esquela del escritor. Era ya la época en que Ramón, cansado de incertidumbres peligrosas, vivía iluminado de trascendencias místicas, de imágenes brillantes, de originales amapolas líricas, de soñados preludios de eternidad. El hombre, mientras se iba, se hizo más sagaz en las razones del espíritu. Leer las esquelas puede llegar a constituir un arte en el terreno de la meditación poética; como también puede serlo el pasearse entre cruces, cipreses y lágrimas en espera de que ya no seamos- -no lo sea cualquiera- -nada más que el calor, la indiferencia o la frialdad de un recuerdo. José Luis MARTIN ABRIL

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