ABC MADRID 15-04-1972 página 19

i CARTA 4, A DON RICHARD NIXON a HERIDO señor presidente: me tomo la libertad de dirigirme a usted con la misma bienintencionada y desena familiaridad con que lo haría cualquier ciudadano de su país; me anima el deseo de serle útil. Creo modestamente que las soluciones para el conflicto del Vietnam no son tan fáciles como piensa la gente. Sé que tanto usted como los más eminentes cerebros políticos y militares de Estados Unidos, Rusia, China, Francia y otras potencias menores dedican tiempo, estudio y anfetaminas despabilantes a la búsqueda de un final equilibrado, digno y- presentable bajo arcos triunfales para ese conflicto que tan mal nos está dejando a todos, que está dando la razón a quienes nos discuten y nos niegan el derecho a creernos en posesión de la más mínima capacidad de regir algo, de gobernar no un país, ni siquiera un municipio, un colegio mayor, un aula o nuestra propia casa. La guerra de Indochina nos está descalificando a todos, y, repito, sé que no es fácil salirse de ella. Quisa el intento más honrado haya sido el de la vietnamización; es el clásico de los western y de nuestras honorables peleas infantiles: dejadlos solos El ideal, según el plan de vietnamización, consiste en dar a las fuerzas vietnamitas superioridad aplastante suficiente para quedarse solas y que gane el mejor. Pero me temo, señor presidente, que sus técnicos y sus ejecutivos destacados en Oriente han entendido mal el problema: creen que el ideal ¡para vietnamisar es norteamericanizar. Están haciendo- -o intentando- -que el Ejército vietnamita sea un ejército norteamericano con los ojos oblicuos. Lo que los generales vietnamitas desean y lo que ustedes les vían es la mismu potencia da fuego, la misma cobertura helicoaérea, las mismas garrafas de agua potabilizada, las mismas secretarias rubias y las mismas computadoras que a un ejérsito norteamericano. Pero ya sabemos que eso es tí error, un f rocoso. Si tal solución fuese la buena, habrían ganado ustedes la guerra hace muchos años. Porque todo- eso lo han empleado sus generales a barullo. Si la victoria en Asia pudiese resultar de una ecuación cibernética, si sólo se tratase de acumular más industria pesada, más superbombanteros y más cintas de ametralladora sobre el terreno, superaríamos el descrédito generacional y estaríamos muy tranquilos; nadie podría echarnos en cara nuestra incapacidad. Todo eso de ía superioridad ya lo han intentado ustedes; en el Pentágono se ha manejado mucho cerebro electrónico ¡pidiendo la evaluación, el presupuesto del esfuerzo necesario para acabar con él enemigo. Las computadoras son muy concisas: tTantos hombres, tantos cañones, tantos dolares: victoria total en tantos meses. Pero mientras la cibernética da- su respuesta electrónico- lógica, allá, en la vieja Indochina, unos hombrecillos amarillos, medio desnudos, medio alimentados y me- Iffo más norteamerfcanización; vietnamización del vietnamita. Cualquier cosa, antes que encontrarse otra vez con el senador que, según cuentan, le propuso lo que consideraba solución ideal: Señor presidente, diga usted que hemos ganado y deje aquéllo dk armados vencen al helicóptero con la bicicleta- y al tanque pesado con el leve morterete. La vietnamización, señor presidente, debe ser, como su nombre indica, indochinización: lo contrario de la norteamericanización. Enseñar al vietnamita a regresar a sí mismo, a ser como su enemigo, a luchar sin agua expurgada, sin caramelos vitaminados ni latas de conservas, a caminar cuarenta quilómetros en una noche, a reconstruir los caminos con las manos, con los dientes, a la luz de la luna, a tener el fusil al lado de la asada y a vivir quince días en un charco sin más intendencia que su saquito de arroz. No sé si esto será más eficaz, pero, al menos saldría más barato y, partiendo de ahí, a lo mejor los vietnamitas ganaban la guerra, cosa que, según enseña la experiencia y afirman los sabios, no Sucederá jamás con los procedimientos utilizados hasta ahora. No más narteamertcanización; vietnamitaeión del vietnamita. Cualquier cosa, antes que encontrarse- otra vez con él senador que, según cuentan, le propuso lo que consideraba solución ideal: Señor presidente, diga usted que hemos ganado y deje aquello. Con respetuosos saludos para su familia y los mejores deseos para su país, atentamente le saluda Ángel PALOMINO