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ABC MADRID 02-04-1972 página 144
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ABC MADRID 02-04-1972 página 144

  • EdiciónABC, MADRID
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turistas y los Investigadores. Cada uno lleva en su interior su propio Nepal. LOS TRISTES SUPERVIVIENTES DE UNA MARCHA DEMASIADO LARGA L i OS hipples comenzaron a llegar en 1965- 66. Primero los anglosajones. Luego alemanes, escandinavos y sobre todo franceses. Vienen de la India, frecuentemente disgustados. Su número: de 100 en invierno a 400 en verano. Son los supervivientes de una Larga Marcha. No es, pues, ninguna invasión. Se les encuentra vestidos con la túnica de los monjes o con la camisa India en las esquinas, en las gradas de los templos o en los cafés: el Blue Tibetan o el Camp Hotel Alrededor de una bandeja de arroz fuman unas shiloms (pipas no acodadas) llenas de marihuana. Y eso es casi todo. En Nepal, como en tantas otras partes, los hippies están aislados de la población, Esta, sin embargo, no los rechaza. Es casi propio de la naturaleza religiosa de los nepaleses- -dice el etnólogo Corneille Jest, uno de los, franceses que mejor conocen la región- -dar hospitalidad a los hippies sin ninguna clase de segundas intenciones. Se limitan a pasar a su lado, indiferentes, quizá con un deje de burla- -y, por temperamento, con una pizca de respeto- -hacia el extranjero. A veces también con irritación. Un nepalés se sorprende de la libertad sexual de los hippies de su fuga frente a una sociedad de abundancia con la que él empieza a soñar. Pero otro intentará comprender: Vosotros en Occidente habéis perdido vuestras costumbres, vuestra verdad. El problema, por demás, es el siguiente: por estatuto, el hippie está condenado a vivir en grupo. No puede sumirse en la masa. Cuando no se trabaja, esa es una condición de supervivencia. Hay que apretar los codos, repartirse los giros postales y vivir cerca de una población importante donde se encuentren medios de alimentarse, Ahora bien: Katmandu es a la vez una capital en sentido moderno, con sus 100.000 habitantes, y una gran aldea medieval. Cuatrocientos hippies agrupados en la ciudad nepalesa, se sienten más fuertes que cinco mil vagabundos anegados en una India desmesurada. Por tanto, se instalan en grupos de doce o quince en una casa tibetana de dos habitaciones y viven con 25 pesetas diarias. En contrapartida, una mala higiene y una subalimentación ligera pero permanente. mo, del animismo e incluso del Islam. Los budistas asisten de buen grado al culto hinduista. Los hlnduistas hacen lo mismo con las fiestas budistas. Hay por otra parte divinidades para todo el mundo: 33 millones, segur algunos, para once millones de habitantes. Y además, están las comunidades tibetanas del Norte y los 10.000 refugiados de Bodnath, muy cerca de Katmandu. Huyendo de los chinos llegaron con sus letrados, sus lamas, su budismo sutil y refinado, su alegría y su tolerancia. Hoy- -dice Corneille Jest- ir a Nepal es ir al Tibet. Algunos hippies superan el obstáculo de las lenguas, el hermetismo de los textos sagrados, la placidez de unos monjes que no reclutan Penetran en comunidades lamaicas o se integran. Son un puñado. No se oye ya hablar de ellos. Otros- -un inglés, un norteamericano, un francés... -se convierten en ascetas. Instalados en alquerías, viven solos en las montañas. Aprenden el sánscrito, el pali, el tibetano. Un tercer grupo intenta fundar monasterios, falansterlos. En grupos de cinco o seis- -cuenta Gérard Borg- con la cabeza rapada, vegetarianos y sobrios, esperan la revelación, el Despertar supremo. Una de esas comunas, animada por la princesa rusa Zina Racnewsky, se ha ofrecido incluso, a los lamas tibetanos. Cierto día, un norteamericano llamado Lee quiso crear frente al Himalaya una república: Hippyland En el pasaporte de los turistas en tránsito estampaba su sello Hippyland- Hermanos del amor eterno Un día el Ejército expulsó a la comunidad. Pero como Lee era un santo hombre, no le encarcelaron. Se le asignó toda una sala de un cuartel. Un capitán del Ejército real le servía el té. Esto simboliza adecuadamente el sentimiento de los nepaleses: un hippie en busca de pureza, esta especie de saddhu de mendigo místico, está en el fondo más cerca de ellos que un turista norteamericano. A pesar de esto, el Gobierno nepalés ha preferido los turistas. Los visados, concedidos para quince días, no se renuevan para los hippies En París se niega el visado cuando el solicitante tiene aspecto hippie Cuando se pregunta, hablan de incidentes, de escándalo, de drogas. De hecho el verdadero problema son las condiciones de higiene. Por lo demás, parece que sólo ha habido dos incidentes graves en tres años, y ningún caso señalado de prostitución. Una minoría de junkies ya empedernidos- -parece que unos cuarenta en 1969- -prueba las drogas duras Los otros no las tocan, aunque sean da venta libre, a unos céntimos la dosis, en las farmacias de Katmandu. Son los residentes en Nepal, científicos o técnicos, poco sospechosos de tolerancia hacia los hippies quienes lo afirman: Los Caminos de Katmandu la película de Cayatte, y la Prensa sensacionalista, han simplificado mucho las cosas. Hasta esas campañas, no se emprendía el peligroso camino de la India simplemente para fumar hierbas que se encuentran en Marruecos mucho más baratas que en París. Si los de Katmandu fuman, se debe a la ley del grupo, al aislamiento, a la angustia también. Y además al ambiente: Aquí- -dice Corneille Jest- -la gente se reúne a menudo en los templos por la tarde para cantar mientras se fuma el shilom es casi un rito Hoy los hippies se van de Nepal. Se dirigen a Goa, donde el invierno es suave y resulta agradable vivir en la playa. Otros, interesados por el budismo, eligen Ceilán. Algunos siguen camino hacia Laos, Thailandia, Sikkim. En todas partes se empieza a echarlos. Algunos, de los señores llegarán al último santuario: Kioto, capital del zen. Pero en su mayoría vuelven a sus países. Han hecho el viaje. SEIS MIL VISADOS SE EXTENDIERON SOLO PARA FRANCESES L CS turistas, en cambio, afluyen a Nepal. Se expidieron 6.000 visados en París el año pasado sólo para franceses. El total de visitantes había sido de 40.000 en 1969. Hace doce años la cifra era cero. Las giras turísticas por Extremo Oriente, con tres días en Nepal, para viajeros con divisas fuertes, se multiplican. Otros viajeros, japoneses, franceses o anglosajones, vuelven al asalto del Himalaya, siguiendo las huellas de Herzog, Hlllary y Tensing: veinte expediciones en 1970. Unos son atraídos por el medievalismo de las ciudades, la belleza de los templos, el esplendor de los paisajes, la proximidad del Tibet. Los otros, por las montañas más abruptas del Universo. Pero en definitiva todos quieren volver la espalda al espacio de un instante, a las civilizaciones técnicas. El Gobierno nepalás quiere que el turismo sea su principal fuente de divisas. Comienzan a edificarse h o t e l e s de lujo. Estas idas y venidas no dejan de plantear problemas. Los enamorados de Nepal hacen sonar el timbre de alarma. Katmandu se está afeando ya. Ha sido preciso alojar a las innumerables representaciones extranjeras, atender al crecimiento urbano. Surgen del suelo paredes de cemento. Las maravillosas tallas en madera de las casas y de los templos, salidas de las manos de los newars que pueblan el valle, se descomponen. Se las repara, cuando es posible, con cemento. A pesar de esto, Nepal sigue siendo el paraíso de los investigadores y de los viajeros no conformistas, de los estudiantes y de los trotamundos. Entre los amantes de Nepal, los etnólogos son los más fervientes y los más profundos. Para ellos Nepal no es un mito ni un panorama. Es el único laboratorio étnico del mundo. Dice Corneille Jest: Todas las alturas, todos los relieves posibles, todos los climas en una muestra de 150 kilómetros. Un país en reserva, aislado hasta ahora del mundo industrial, donde veinte etnias, hasta la aparición del avión, se ignoraban. Una multitud de idiomas y dialectos. Como si los alsacianos, los vascos, los piamonteses, los bretones y muchos más se encontrasen concentrados en una cuarta parte de Francia. La superposición de las culturas indias y centroasiáticas, la imbricación del budismo y el hinduismo, el injerto tibetano, la riqueza del arte popular. Todo ello entregado al investigador en estado bruto en un país acogedor donde uno siente la impresión de ser útil. Es un sueño. Este Nepal no cesa de suscitar vocaciones. Biólogos, geógrafos, ecólogos, etnólogos, acuden desde todas partes. En 1960, el Museo de Historia del Hombre envió tres investigadores. Hoy son veinticinco. En el Centro de Estudios Nepaleses se reciben cartas de estudiantes que quieren pasar temporadas en las aldeas de las montañas, estudiar el país. Montañeros fanáticos, hippies febriles, etnólogos ardientes, turistas cargados de dólares, especialistas queseros suizos, técnicos chinos en construcción de carreteras, misteriosos consejeros de Embajadas, comerciantes enriquecidos por la venta de antigüedades el despertar de Nepal es agitado. Y la princesa, al despertarse, tal vez no esperaba encontrar tantos pretendientes junto a su lecho. Por su parte, los lamas observan desde lejos estas contingencias. Sin decir nada: Los que saben no hablan Alaln SCHIPRES LENGUA Y CULTURA: BARRERAS INFRANQUEABLES P OCOS escapan a la ley económica y psicológica del grupo. Clavados a la capital, vuelven la espalda al país. La barrera del idioma es tan difícil de atravesar como la de las montañas. Su cultura religiosa es generalmente rudimentaria. El sistema de castas, todavía arraigado, las tradiciones familiares y religiosas, acaban por cerrarles el Nepal. El desengaño hace el resto. Al hippie medio, que se deja llevar, que vegeta y deriva, el ambiente le basta, i Y qué ambiente para quien tiene la fobla del materialismo! Dos mil setecientos templos en el valle, a menudo muy antiguos y muy bellos. Por todas partes molinos y banderas de oración. A lo largo de todo el año, fiestas y sacrificios de animales. La vida diaria está hecha de hilos misteriosos y supersticiones innumerables. Muchos templos están prohibidos a los extranjeros, pero la tolerancia es general. En Nepal, zona de contacto, el budismo- -cuyo fundador nació aquí- -se mezcla íntimamente con el hlndulsmo, sin hablar del tantris-

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