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ABC MADRID 26-03-1972 página 163
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ABC MADRID 26-03-1972 página 163

  • EdiciónABC, MADRID
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este punto el Maestro hubiera pedido a dos de los discípulos, como hizo en Jerusalén, que acercaran el asno atado a la empalizada contigua. A la manera tradicional, Zamora atribuye a la desconcertante cabalgadura de Jesús el acto de humildad por excelencia. Pero en los años en que, efectivamente, andaba Dios por el mundo, el asno, además de una pertenencia de mucha estimación, era animal altivo y vigoroso. Nada tiene que ver, sino el origen de la especie, el asno que se hacía respetar de les contemporáneos de Jesús con este burro vilipendiado por el trato oneroso, acabado por la explotación abusiva y muchas veces perseguido por otra bestialidad distinta ds la suya. Una comparación de hoy entre el hombre y el burro ofende a la persona. Sin embargo, Hornero, el de las exactas comparaciones- -que miraba las cosas con infinidad de ojos extraños- -otorga al temerario Ajax el valor indómito de un asno. Más próximo a la Redención, Job concede también al Naomatita que el hombre, igual que el asno, es temerario de corazón En la imaginería zamorana, la borriquita estabulada de la Dulce Cabalgadura En la Imaginería zamorana, la borriquita estabulada de la Dulce Cabalgadura Interpreta el desenoanto de los judíos, que esperaban un rey mucho más poderoso que los ejércitos de la dominación romana. Bajo estas líneas, un desfile prooesíonaf zamorano, donde la piedad y el arte se unen prodigiosamente. interpreta el desencanto de los judíos, que esperaban un Rey mucho más poderoso que los ejércitos de la dominación romana. En otra interpretación, padece que más preocupada, la cualidad indómita del asno simboliza al pueblo judío; la mansedumbre con que acepta la montura de Jesús, el odio dulcificado por sus enseñanzas al final de los siglos. Alegremente, los discípulos se apresuran en torno al Maestro: alguno, tal vez, se empeña en sujetar el dogal para que le crean el predilecto. Los grupos que salieron de Jerusalén al encuentro del Redentor, en Zamora no hubieran sido de otra condición. Del barrio de San Frontis se 16 hubieran unido los pastores de la pequeña trashumancia que abonan los rastrojos de los vecinos y los lecheros de los repartos madrugadores, siempre a deshoras con los artesanos ds los trabajos vespertinos. Del Sepulcro- -barrio cen topónimo evangélico donde los haya- -se hubieran enrolado en la manifestación los lapidarios y los carpinteros, envueltos en el respeto de los aprendices. La fama milagrera del Maestro hubiera encendido el entusiasmo d e los que defienden lo que tienen para que no se sume a lo que necesitan. Delante de Jesús, eii Bettfagé, el regocijo de las gentes anticipaba su llegada a la manera romana. Unos desmocharon la cabeza de la palmera que creció mis a mano; otros allanaron la barrera pedregosa de cualquier huerto para repartirse los verdores del mirto; en ocasiones más húmedas, la tristeza de un sauce llorón se desgaja a su alrededor y sale corriendo en las manos que se la repartieron. El bosque festivo se agitaba entre la mirada de Cristo y las murallas de Jerusalén, coloreado por la presencia dominante del olivo. En Zamora también se agacha junto al Duero, más de Una vez, algún sauce llorón, casi siempre escoltado por la inversa reacción del chopo que apuntala el paisaje; mirtos tampoco faltan, satisfaciendo algún capricho de jardinería; las palmeras se mueren de vejez en la soledad de sus propias excepciones, testimonio de gustos virreinales. Pero el árbol de la Pasión es el olivo. En Zamora crecían les últimos olivos de Castilla y los primeros de Extremadura. Extremos y duros son también estos campos. Esa extrema situación de Zamora es la partida de nacimiento de los antiguos olivares que poblaron un barrio. Árbol de frontera, el olivo era el cultivo predilecto de las sociedades fronterizas que mantenían el ensanche de una conquista. Estuvo prisionero muchas veces. En Jerusalén y en Zamora, algunas de ellas. Las fortalezas se atacaban por asedio. Dentro, los defensores se ponían a salvo; fuera, el invasor recolectaba el oscuro botín de los olivos, abandonados a su suerte. En la escena del Prendimiento, los olivos confortaron silenciosamente a Jesús, que sufrió en su regazo las amarguras de la soledad. El barrio de Olivares es la réplica de Zamora al Huerto de los Olivos. Si el Maestro hubiera querido santificarlo como itinerario real de la Pasión, la última mirada no hubiera podido evitar la presencia del Duero, que tantas veces utilizó Zamora en sus estrategias defensivas, aunque nunca le fue tan importante para la pervivencia como el Jordán le fue a Jesús cuando lo atravesó apresuradamente para no anticipar los acontecimientos de la Pasión. El agua siempre fue una tentación para los hebreos; Cristo tuvo que suplicarla en ia Cruz. Las profundidades del Duero amortiguan el griterío de los que lo cruzan el Domingo de Ramos al encuentro de la procesión. Corren con el mismo entusiasmo que hizo dudar a los Apóstoles. El recibimiento triunfal de Jerusalén llegó a parecerles la compensaren a toda la ejecutoria de humildad que el Maestro les había enseñado. De los doce discípulos, ninguno piensa que acompañan a un mdflbundo -Como Jerusalén, Zamora está montada al aire. El triunfo de Jesús entre los paganos es más importante cuando le aclaman por hijo de David; pero el avid que estimaban los israelitas era el de Hebrón, a quien habían dicho que no podría conquistar la ciudad, porque ciegos y cojos bastarían para impedírselo. Y la conquistó y la gobernó durante más de treinta años. En los oficios que Zamora hace de Jerusalén, la Peña Tajada se tiñe de ese simbolismo evangélico. En las peñas de los campos mediocres se agostan muchas vidas y muchas semillas se pierden en la aridez de los pedregales. Sólo una simiente ha germinado entre dos piedras: es el propio f Jesús entre Simón Pedro, dte los afectos, y y

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