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ABC MADRID 26-03-1972 página 149
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ABC MADRID 26-03-1972 página 149

  • EdiciónABC, MADRID
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IARULAS DE MIS AMIGOS SCRIBID vuestras memorias. Cuantos habéis vivido cerca de person a s importantes, o habéis participado en grandes acontecimientos, tenéis que dejar testimonio de todo eso. Así me decia Pedro Ortiz Armengol, autor del hermoso libro Espronceda y los gendarmes Ninguna literatura tuvo un acierto tan genial como el anónimo autor del Lazarillo. Al escribir en primera persona, le dio a su relato la emoción de lo vivido, una apariencia de autenticidad que nos conmueve, creando así, de abajo a arriba, la narración moderna. Creando así la novela moderna, precisamente porque, refiriendo todo al yo, hizo creer que aquello no era novela, sino verdad: la verdad de la vida humilde que hasta entonces, por humilde, se callaba. Nadie la escribía, no tenía derechos derechos de autor. Ese acierto genial del Lazarillo nos compensa de que, en cambio, ninguna literatura europea resulte tan escasa en Memorias, autobiografías y epistolarios como la nuestra. ¿Por q u é? ¿Por orgullo? Pues ese género exige confesar equivocaciones, traspiés, debilidades, pecados, que en l a s confesiones rusonianas son mortales. No creo mera casualidad que de nuestra época imperial casi las únicas memorias y autobiografías q u e tenemos sean escritas por cínicos. El hidalgo sentía con demasiada soberbia el Honor, para confesarse en público. S i g o preguntándome: ¿o nuestra escasez de memorias y autobiografías depende de que, por viril orgullo, el español es el hombre menos vanidoso de todos los europeos? En Francia prodigan sus memorias y autobiografías no sólo las madamas de alto copete, sino hombres muy hombres, pero nosotros, hispanos, tememos que eso pueda parecer femenino. Quizá Juan Ignacio Luca de Tena se haya planteado, E más de una vez, estas interrogaciones. Su imperioso sentido del deber le ordenaba dejar testimonio de acontecimientos históricos en q u e participó activamente, hasta como protagonista. Le acuciaba la responsabilidad de contar cosas vividas en su génesis, en su secreto. El periodista nato no podía callarse todo. Pero, a la vez, sentía el pudor de hablar de sí mismo, miedo a parecer que hacía girar en torno a su persona sucesos decisivos de años decisivos españoles. Me lo supongo en estas perplejidades el día de Difuntos, cuando, al revuelo de la capa del Tenorio, el viento nos empuja a visitar el cementerio. Vería un árbol, aún erguido, pero con muchas hojas caídas en el suelo. Como, las hojas de los árboles son las generaciones de los mortales. Con esta imagen homérica se inicia melancólicamente la Historia de la Literatura. En el principio fue esa metáfora. En el principio de la literatura universal y del libro que Juan Ignacio Luca de Tena ha publicado ahora. Por Eugenio MONTES mín padre el Rectorado de Salamanca, se quedó resentido de que Don Alfonso no se hubiese opuesto al ministro. Es decir: Unamuno no supo perdonarle al Rey que dejase gobernar a los gobernantes, que fuese demasiado constitucional. Tras su chocante afirmación de que Don Alfonso era demasiado inteligente p a r a rey constitucional, Juan Ignacio Luca de Tena subraya, con énfasis, que Su Majestad siempre, siempre, y singular- memorar la propia vida que rememorando a los seres queridos: sentir el yo sintiendo el tú. Los antiguos siempre decían: nosotros p o r q u e siempre está entretejida con oteas nuestra vida, esa trama misteriosa de destino, carácter y azar (Dilthey) Por añadidura, los amigos de Juan Ignacio Luca de Tena, y todavía más él mismo, al tejer su vida tejieron gran- parte de la vida- española en este siglo. Muchos hilos tuvo en su Alfonso XIII- -se escribe al principio d e Mis amigos mueqtos -fue un gran Rey, con muchas virtudes y también... con no pocos defectos. Entre éstos incluyo, sin vacilar, su inteligencia. Era demasiado inteligente para Rey constitucional. Siempre, siempre- -añade el autor del libro- y singularmente en los momentos cruciales de su reinado, fue fiel ejecutor de la auténtica voluntad de la nación, que, algunas veces, no necesita de las urnas para manifestarse. En la imagen, S. M. el Rey con Primo de Rivera. Pudo rememorar la imagen homérica en la propia Grecia, donde fue embajador de España. Eum in acropoli... arce comperimus. Allí vimos juntos el Partenon, que un documento de la Cancillería del Ceremonioso califica de la más preciada joya del mundo, la pus richa joya Sí, pudo en Atenas sentir Juan Ignacio que el viento se lleva las hojas amarillas, y debemos recogerlas para componer una fiel corona a los que el viento se llevó. O tal vez sintió eso en Madrid, al morírsenos Rafael Sánchez Mazas, que el marqués de Luca de Tena rememoró en la velada necrológica de la Real Academia Española. Exclamó Azorín: Envejecer es perder la curiosidad. Si fuese así, entonces yo no envejecería nunca, porque todo me interesa, todo me atrae, todo, todo. Pero la herida del tiempo clama por otra definición más cierta que la azoriniana. Vivir es irse quedando s i n amigos, irse quedando solo, porque al final siempre es la soledad, pero tras la soledad está Dios según dijo San Agustín, como última palabra. Vivir es irse quedando sin amigos y es sentir el deber de recordarles. Eso inspiró el libro de Juan Ignacio Luca de Tena Mis amigos muertos que, con prólogo antológico de Peinan, publica la editorial Planeta, en impresión nobilísima, perfecta de letra y de ilustraciones. No hay mejor modo de re- El poder efectivo, durante la República, lo tuvieron, en Madrid, la U. G. T. en Barcelona, la C. M. T. y la F. A. I. Al mes de proclamarse, la II República Española s u s pendió A B C y se i n c a u t ó del edificio. Mayo de 1931. mano quien ahora, con las informaciones y reflexiones de este libro, nos permite atar cabos a n t e s sueltos. Por ejemplo, éste: de los primeros aviones de que dispuso el Movimiento Nacional, los envió Mussolini, cuando se los pidió Alfonso XIII e n persona. Otro cabo: el avión que trajo de Canarias a Marruecos al General Franco, el 18 de julio, lo alquiló y envió el propio Juan Ignacio Luca de Tena. Al Señor, el honor. Este libro comienza así: Alfonso XIII fue un gran Rey, con muchas virtudes y también... con no pocos defectos. Entre éstos incluyo, sin vacilar, su inteligencia. Era demasiado inteligente para rey constitucional Esa gran inteligencia se la reconoció muy elogiosamente Unamuno, hablando con José Antonio y conmigo en la Plaza Mayor de Salamanca. ¿Qué te parece lo que acabamos de oír? -me preguntó José Antonio. -Pero, al quitarle Bergamente en los momentos cruciales de su reinado, fue fiel ejecutor de la auténtica voluntad de la nación que, algunas veces, no necesita de las urnas para manifestarse Esto es exacto. El Rey, en septiembre de 1923, no impuso la Dictaura por su gusto, sino que la sancionó por exigencia mayoritaria de la opinión pública... Si la Corona hubiese pretendido resistir al movimiento militar iniciado por el general Primo de Rivera en Barcelona, es más que probable, seguro, que esa opinión pública, harta de la farsa electoral, de la ineficacia del Parlamento... se hubiera inclinado entonces por una república dictatorial con Primo de Rivera al frente. A estas palabras irrefutables añade el autor de Mis amigos muertos un juicio muy matizado sobre la obra del marqués de Estella. Le reconoce éxitos resonantes en el aspecto militar y en el administrativo. No así en el político pues con frecuencia hablaba él mismo de la vuel 29

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