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ABC MADRID 26-03-1972 página 134
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ABC MADRID 26-03-1972 página 134

  • EdiciónABC, MADRID
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LECCIONES DE UNA SUPERPOTENCIA DE HACE 2.500 ANOS A HORA que la tecnología ha aniquilado la distancia y ha inventado el arma atómica, todos los pueblos del mundo habrán de unirse entre sí de alguna forma como alternativa a la destrucción mu. tua. Esta unificación a escala mundial va a ser tan difícil como indispensable. Los estadistas que se enfrenten con ella necesitarán orientaion y la encontrarán en la experiencia de los imperios pasados que intentaron unir el mundo. El primer imperio persa es uno de los que llegaron cerca del éxito. Fue la única superpotencia del mundo en la época de su existencia y su influjo en los asuntos humanos ha sido duradero. Su experiencia es, por tanto, una cuestión de interés actual para la humanidad de hoy. El primer imperio persa fue notable por su tamaño, su equipo, su organización y su política. Abarcó las tres cuencas fluviales- -la baja del Tigris y el Eufrates, la del bajo Nilo y la del Indo- -que han sido los puntos de nacimiento de las más antiguas civilizaciones. Se extendió desde el Uzbekistán y el Punjab de hoy hasta las actuales Bulgaria y Libia, e incluyó, además, bajo su dominio parte del mundo griego y parte de la India también. En los días anteriores a la invención de la tecnología moderna, el primer problema de todos los constructores de imperios era establecer los medios de comunicación adecuados para mantener unidos sus dominios. El primer imperio persa se anticipó al romano en la construcción de una red de carreteras provista de estaciones de correos y relevos de caballos. La velocidad de los correos del gobierno imperial era célebre, y el Emperador Darío I recorrió enormes distancias durante los doce meses en que reprimió las amplias revueltas que habían amenazado con destruir la obra del fundador del imperio, Ciro II. Sin embargo, en la era premecánica, era más fácil y más rápido viajar por agua que sobre tierra, y tanto Darío I como su hijo y sucesor, Jerjes, tuvieron una mentalidad oceánica. Darí 9 I abrió un canal desde el río Kabul, pasando por el Indo, hasta el Golfo Pérsico y el Mar Rojo, y reacondicionó el canal que enlazaba Suez con el delta del Nilo. Jerjes intentó repetir la hazaña fenicia de dar la vuelta al África por mar. tustra, p e r o es completamente cierto que no intentaron imponer su propia religión. En consecuencia, hubo una activa comunicación entre las religiones locales durante la era aqueménida y después de ella, y el zoroatrismo ejerció eventualmente una gran influencia en el judaismo, precisamente porque no fue propagado por fuerza. Los orígenes del zoroastrismo y el judaismo en su forma actual, así como los de la cristiandad y el Islam, pueden remontarse aL fermento religioso del primer imperio persa. El gobierno imperial nunca dio a sus subditos judíos ocasión de i n d i s p o n e r s e con él, mientras que el imperio seléucida griego, sucesor del aqueménida, tuvo una colisión directa con los judíos, ciento setenta años después de que el primer imperio iranio fuera derribado por Alejandro, como resultado de su alejamiento de la política irania de tolerancia religiosa. El imperio no logró reconciliar a todos sus subditos. Los babilonios y los egipcios no pudieron olvidar su glorioso pasado, y las ciudades- estados griegas resistieron con éxito a la subordinación de su soberanía al gobierno de un estado mundial. En cambio, los iranios medas se reconciliaron con la hegemonía de los persas al ser asociados por éstos al ejercicio de aquélla, y los fenicios, como los iranios, demostraron prácticamente su lealtad cuando el imperio fue asaltado por el conquistador griego Alejandro. La ciudad- estado f e n i c i a de Tiro soportó un largo asedio; los pueblos iranios de las regiones al nordeste de la actual Teherán opusieron una obstinada resistencia, aun después de la extinción del i m p e r i o iranio a la muerte del último emperador aqueménida, Darío III. L A L establecer las comunicaciones de larga distancia, los estadistas del primer imperio persa fueron innovadores, pero las carreteras y rutas acuáticas no habrían bastado a la supervivencia del imperio si sus gobernantes no hubieran conquistado la buena voluntad de una mayoría de sus subditos. La ganaron mediante una acción de liberalidad política y tolerancia religiosa que fue bien recibida por su contraste con el carácter destructor y opresivo de los asirios, predecesores del imperio aqueménida iranio. El régimen imperial iranio fue de mano suave. Permitió un máximo de autonomía local (las ciudadesestado fenicias fueron incluso dotadas de subimperios en miniatura) y deliberada- mente mantuvo una tolerancia religiosa completa. No es seguro que los emperadores aqueménidas fueran fieles del profeta Zara- OS emperadores aqueménidas han dejado documentos oficiales de sus actos y listas de los pueblos situados bajo su dominio. El más largo e informativo de estos documentos es la famosa inscripción de Darío I en el acantilado de Behistán. Hay también escritos no oficiales judíos y griegos relativos al imperio. Los relatos griegos son los más copiosos y su testimonio de las virtudes del imperio es muy convincente porque los griegos eran unos testigos hostiles. Los griegos estaban impresionados por la lealtad de los aristócratas iranios a la dinastía y por el sentido del honor del que brotaba esa lealtad. Alejandro conoció a los iranios haciéndoles la guerra, y aunque conquistó su imperio se proponía mantenerlo asociándolos con sus g r i e g o s macedonios. El conquistador quedó conquistado por su admiración del espíritu iranio. Alejandro vivió lo suficiente para conquistar el primer imperio persa, pero no para llevar a cabo su plan de mantenerlo y reorganizarlo. Después de su súbita y prematura muerte, el imperio que Ciro II construyó y que Darío I restableció sobre bases más sólidas, quedó desmembrado en la lucha entre los generales de Alejandro por el reparto de la herencia territorial del conquistador. Durante l o s mil años s i g u i e n t e s el

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