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ABC MADRID 25-03-1972 página 17
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ABC MADRID 25-03-1972 página 17

  • EdiciónABC, MADRID
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LAS ETIQUETAS NO de nuestros grandes almacenes lanzó hace poco un original anuncio que era simplemente una especie de collage a base del amontonamiento desordenado de una serie de marcas superconocidas de productos comerciales. Genial acierto. Pues, efectivamente, la etiqueta no es ya un discreto sello de origen en el lado no visible de las cosas que usamos, sino que ha pasado a erigirse en glorioso escudo de armas en la fachada. La sociedad de consumo ha llegado a consumir de tal modo a la sociedad que los grandes de la moda y los fabricantes de accesorios han conseguido estampar y exhibir sus firmas sobre nuestra persona e incluso que nos sintamos orgullosos de ellas como de los grandes nombres en los lomos de los libros de nuestra biblioteca, de la casi invisible rúbrica de los cuadros importantes o de los títulos de nuestros mejores discos. Esto pasó, quizá, primero que nada, con los perfumes franceses. Los franceses han sido los grandes maestros en este arte. La resonancia- de sus nombres en cosmética quizá supera a la de sus pintores y escritores. Estos títulos de nobleza más limitados y umversalmente famosos que los del Gotha, grabados sobre frascos de presentación exquisita, son el mejor adorno no ya en el llamado tocador, gloriosamente desaparecido, sino en los estantes impolutos de todo cuarto de baño que se precie. Y el nombre lo es todo. Una vez que hablé a alguien de un perfume muy agradable que acababa de descubrir, me contestó con gesto de asco, antes de olerlo: No lo he oído en mi vida. Evidentemente no eran el oído ni la vista los sentidos que había que aplicar en la comprobación. Pero, cada día más y de más cosas, se puede decir que entran por los ojos. La industria de productos más utilitarios descubrió, quizá sin querer, esta exaltación mágica de las marcas, hasta tal punto que algunas entraron en los dic clonarlos. Cuando nuestra generación salía de la infancia no existía la palabra nevera, signo sólo el de la empresa que las producía, puesto que eran las únicas. Al aparecer muchas más hubo necesidad de un vocablo común. Y más cerca de nosotros; ¿no hemos nombrado durante años a las batidoras con el epígrafe sonoro de la primera casa comercial que las trajo a la península? Naturalmente nuestros padres no hablaban de una máquina fotográfica; le daban su nombre propio, con minúscula casi, al que unían la idea dp unas vacaciones felices. Y ¿qué decir de) embrujo de las marcas de los coches y sus categorías? O de los relojes. (Sería interesante saber porqué otros productos, por ejemplo, las telas, rara vez sabemos de qué fabricante proceden. En nuestros hijos todo esto ha llegado a su colmo cuando sólo admiten vestirse con un- vaquero de pana y una camisa que luzcan las banderas, laureles o reptiles sobre el pecho o lugares menos nobles pero igualmente evidentes; echarse sobre los hombros un sweater que no sea de padre desconocido y, calzados con sus buenos mocasines inconfundiblemente sellados, lanzarse a la conquista- del mundo, a la grupa de corceles con ruedas de cuadras acreditadas o empuñando el volante de cualquiera de los últimos modelos de utilitarios con cierto prestigio. Jamás dirán: Papá, ¿me dejas mañana el coche grande? sino, por favor, podría coger el... y aquí el hombre de resonancias más o ráenos cautivadoras La valoración U de las personas, por supuesto, también se basa en tales categorías. Por ejemplo, las marcas de los coches deportivos de lujo, que no sé por qué son singularmente eufónicas, parecen llenar la boca del que los posee o del que se los envidia. Y es un hecho. Las marcas clasifican a la gente. Un ejecutivo no es tal ejecutivo si no firma sus ilustres decisiones con un ilustre bolígrafo y no comprueba de vez en cuando el cronometraje de su p r e c i o s o tiempo mirando en la muñeca, a la vez que la hora, el nombre de alguna de esas empresas que se precian de medir nuestras vidas desde la luna hasta el fondo del mar. Como sin querer dejará volverse su preciosa corbata (que sin necesidad de eso podemos juzgar que es preciosa) para que se lea el nombre, al menos de una buena camisería de la calle Serrano, paro mejor aún de Bond Street, de un nombre terminado en cci con la innecesaria advertencia seda pura ¿quién, señor, no distingue la seda natural de lo otro? o, ya como máximo atributo, el nombre de uno de esos avispados parisienses que han decidido explotar también la moda para los hombres, cada día más sensibles a tan vana vanidad. En el otro extremo la gente ha llegado industria de productos hasta avergonzarse de más vulgares proce- La utilizados ha descubierto, más dencias. He visto chicos de trece o catorce quizá sin querer, la exaltación años descosiendo la etiqueta de cuero de mágica de las marcas, hasunos vaqueros americanos que se caen a ta tal punto que algunas ha pedazos y pidiendo a mamá que se la cosa entrado en los diccionarios. en unos modestos equivalentes nacionales. Se arrancan de la ropa los nombres de almacenes multitudinarios cuando debía ser al contrario: enorgullecerse de haber sido capaz de encontrar, en una tienda no Ahora que alguno se ha pasado a la pr selecta, algo elegante o simplemente gra- ducción en serie, no es previsible que pn digue de tal modo su famoso nombre. Qu cioso. zá lo reserve a los grandes clientes. O, ti Da cierta tristeza por cuanto significa vez, no. La masa es la que manda. Si n una negación de la personalidad, del gus- ¿por qué esta necesidad de llevar la filis to, de la inventiva, propia. La mujer en la ción tan a la vista como las latas de coi que antes se consideraba un mérito con- servas? Seguramente en los objetivos seguir vestirse bien con una modista en lujo el gran orgullo de los que los usan i casa, cuatro revistas y alguna idea acer- basa simplemente en que son buenos o, tada, es despreciada y considerada ver- que es lo mismo y más importantes, caros gonzosamente tacaña. Quizá ya no tenga ¿Qué pasará mos tiempo, ni humor ni tranquilidad y tintivo tapamos con los zapatos cuyo di groseramente con la prefiramos por eso que las cosas se nos de los pies? Ahora que importantes plañí eres den pensadas, hechas y préts a porter dores también los diseñan tendrán que p La devoción a la gran marca es también nerles una hebilla con las iniciales, cora un signo propio del advenedizo social que hemos visto en los cinturones de algunc sólo se siente seguro respaldado por su me- modelos de modistas españoles ya interna chero de purísima y celebérrima línea geo- dónales (y ¡bendito sea Dios! a quiene métrica o su bolso de la boutique más cara sus cuentes no desdeñan hacer tan escan y de más solera del país. Y es un consuelo dalosa propaganda, ya que va en prestigi que a veces estos famosos estandartes sean suyo también. españoles, pues en los países subdesarroIndudablemente el mundo da vuelta llados, desde luego, una etiqueta para tener Antes era para un fabricante un honor SÍ atractivo tiene que ser decididamente ex- proveedor de la Real Casa Los modista tranjera. se consideraban importantes cuando ve: Sólo las pieles y las joyas, por tener alto tían a ciertas egregias personas. Ahora ls valor en sí mismas, se han ido librando de personas se consideran egregias cuand la vergonzante necesidad de ser bautizadas. pueden vestirse en un modista importante Pero, atención, ya hay joyas firmadas por Y todos lo acatamos tan contentos. artistas (esto entra en un grado de selecSeria muy curioso y digno de un sesud ción más alto) y se habla en Madrid de estudio contraponer este tiempo a aquellos ciertos peleteros con una especie de fervor. no tan lejanos, en que todo el mundo er Pero, desde luego, son los grandes mo- portador de una insignia política o reli distas los que se llevan la palma. Estaba giosa. Incluso en aquellas bonitas pulsera bien que ciertos pañuelos mitológicos, muy de plata y esmalte azul. (Hoy apenas s semejantes desde hace muchos años, fue- ven las deportivas. Aunque aún me con ran divinos más por llevar el nombrecito mueve ver en la playa, sobre los peche en una esquina que porque realmente lo bronceados de algunos muchachos, la me son. Per francamente, resulta un tanto dalla del Bautismo o la Primera Comuniói extraño ver a una gran señora exhibiendo Porque la verdad es que las afiliaciones po en su pecho, como una pancarta, unas líticas y religiosas o las religiosas- política grandes iniciales graciosamente enlazadas, normalmente se callan, se disimulan y has que no son, por cierto, las de la propietaria, ta se niegan. por muy genial que. nos parezca el divo de la moda que tanto valor se da a sí mismo. Pilar GARCÍA TSORENA

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