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ABC MADRID 15-03-1972 página 21
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ABC MADRID 15-03-1972 página 21

  • EdiciónABC, MADRID
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UNA MADRE DESOLADA I TIMOTHY Y LOS ESPAÑOLES N la vida de Eugenia de Montijo, Emperatriz de los franceses, la paradoja y lo insólito juegan un papel definitivo, l o que pudo haber sido el exilio triste, pero tranquilo, de una emperatriz, se trocó en constante resistir una suerte cada vez más adversa. Tras el desastre de Sedán marcha Eugenia de Montijo a Inglaterra. Su hijo, y las cartas del emperador, prisionero de Alemania, son su asidero en tiempos tan difíciles. En una misiva, perteneciente a los archivos del príncipe Napoleón y fechada el 15 de septiembre de 1870 en Wilhelmshohe, a donde había sido conducido, escribe Napoleón m a su esposa animándola y dándole cuenta de sus planes: Sé por experiencia de mis años de juventud que en circunstancias como las nuestras sólo se encuentra uno a gusto en países libres como Inglaterra o Suiza. Por ello, en cuanto me liberen, marcharé a Inglaterra para vivir contigo y con Luis en un pequeño cottage con ventanitas emplomadas y plantas trepadoras. En 1871 llega el emperador a CWslehurst, pequeña propiedad inglesa, antes soñada que vivida. Allí fallece dos años más tarde, casi súbitamente. La Emperatriz se centra entonces de forma casi absoluta en su hijo. Un ramalazo oscuro acecha secretamente. Eugenio Luis, el joven principe imperial, viste el uniforme del Ejército británico. El drama se desencadena: el príncipe muere en una emboscada en la costa africana, traspasado por las azagayas zulúes. Revivimos sus sentimientos de aquella época en una carta inédita dirigida al duque de Hípalda, antiguo embajador de España, en París y leal amigc. La carta dice así: Camden Place. Chislehurst, 15 de marzo de 1880. Mi querido duque: Comprenderéis mi largo silencio. He querido escribiros yo misma y más de una vez traté de hacerlo sin conseguirlo... Pero me es imposible alejarme de Europa sin deciros lo que quizá sea un adiós. Desde que todo ha desaparecido a mi alrededor me parece que cualquier adiós será eterno. He perdido toda idea de seguridad. Heme aquí sola, completamente sola. ¿No es algo terrible? Por fin marcho allá lejos buscando la huella de sus últimos días. Me parece que después de esto ya no me formúlale a mí misma preguntas que no pueda contestar. Ya habré visto todo. ¿No es mi destino extraño el mío? Después de haber sido la mujer más envidiada, soy quizá ahora la más compadecida. Pero los ecos del mundo se detienen ante las verjas de Canuten... Si regreso y venís a Inglaterra, espero veros. Hasta entonces, creed en mis sentimientos afectuosos. -Eugenia. Os envío junto con ésta una fotografía de mi pobre hijo. Se la hizo en El Cabo, mejor dicho, en Natal. Parece leerse en sus ojos un destino terrible que va a realizarse. ¿No es cierto? La fotografía enviada del príncipe imperial- -la misma que figurazá en el recordatorio mortuorio, por ser la más reciente- -posee el encanto y la suave emoción de las cosas pasadas. Del hijo nacido veintitrés años antes en las Tunerías, entre el regocijo de las gentes, desaparecido ahora en plena gallarda juventud. Su cuerpo, alanceado en un campo de maíces, será trasladado a Inglaterra, a la abadía de Farnborough. Allí reposará, junto al de su padre. ¿Qué pretendió Eugenio Luis al participar en esta campaña bélica inglesa, tan funesta para él? Quizá tuvo el generoso deseo de compartir los peligros de la guerra con sus compañeros de la Escuela Militar de Wcowich. Quizá le asaltó un ensueño romántico de joven exiliado, ansioso de acciones heroicas. Quizá fuera una mezcla de todo esto. No lo sabemos. Sólo sabemos que, unido a los proyectos de conocer el escenario de la muerte de su hijo, en el África remota, emana de la carta de la Emperatriz Eugenia una trágica serenidad que funde su dolor en el dolor de todas las madres solitarias de la tierra. E J URO que Timcthy, el hijo de los McLean, era un infeliz, el pobre. Pude darme buena cuenta de ello durante los meses que me alojé en su casa, en Golders Green, en Támaras, sin que jamás le oyera pronunciar una palabra más alta que otea ni le viera hacer un gesto que pudiera parecer inconveniente. Y sin que, aunque era él- quien los fregaba todos, le viese jamás romper un plato. A pesar de lo cual sus padres se pasaban el tiempo hablando de lo malo que era Timothy; de que había que domado, que lo mejor era no darle gusto en nada y que, por ejemplo- -eso, para que aprendiera- -debía ser él quien cada dfa desocupase el fregadero. Yo al principio salí alguna vez en su defensa. Después me di cuenta da que aquello no tenia remedio. De que, como lo de que Timothy fuese muy mato era un supuesto de buena economía para sus padres, nadie les convencería jamás de lo contrario y lo más que podía hacer era ayudar a Timothy a secar los cubiertos. Que era lo que solía hacer yo. Me acuerdo del pobre Timothy cada vez que oigo hablar de lo díscolos que somos los españoles, de cómo nos hace falto mamo dura y de que lo más seguro es que este pueblo no tenga solución. Me digo si el de este pueblo no será el de Timothy McLean. En realidad, por mucho rué se mire la historia de este pueblo nuestro, difícilmente se puede justificar un concepto tan duro como el que se suele tener de él. Yo diría que, en todo caso, si a este pueblo se le puede reprochar algo es más bien el que a lo largo de su historia se haya mostrado excesivamente pasivo, sufrido, demasiado bueno Este puebio ha asentido prácticamente siempre y se ha dejado hacer. Durante siglos, mientras en otras partes la gente daba guerra, aquí lo más que algunos se permitían esa esa especie de protesta que suponía el preferir irse a lidiar con los muios en América. jDesde luego, nada que pudiera ser tenido por revolución popular puede presentarse como parte del Typical Spanish La ha sM -y hemos dad la palabra al resto del Mondo- -ct pronunciamiento M pueblo, to oue se dice el pueblo, se ha caracterizado más por el ¡Vivan las caenas! que por los gritos subversivos y las actitudes de revuelta callejera. Es más, si en algún momento en el segundo cuarto de este sigilo pudo parecer que los hábitos de la gran masa española habían cambiado, lo que pasó, a mi modo de ver, hay que ponerlo a Ja cuenta de un clima general de violencia como consecuencia de una crisis económica internacional que repercutió aquí cuando en este país, por fin, ia, gente, mejor o peor, se había a enterar de cuáles eran sus derechos. Después de aquello, vueltas las aguas a su canee, enta nidos los más de Jos españoles con los complicados rituales del culto a Molowny, Kubala, Di Stéfano, Manolete Bahamontes, El Cordobés TTrtain y otros dioses de turno, han vuelto a pasar los años, y más bien me oreo yo que en estos de mass media y de nuestra incipiente sociedad de consumo ai que se puede confiar en que el español en lo sucesivo será bueno No, por lo que se refiere al pueblo, que al final lo vaya a ser, sino que va a Y que se le puede dar un poco de suelta sin correr riesgos desorbitados. A menos, claro está, que lo que se pretenda sea que nuestro demos como el pobre Timothy, siga sin rechistar sujeto al fregadero. Juan Pablo ORTEGA María Jesús GABRIEL Y GALÁN

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