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ABC MADRID 04-03-1972 página 53
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ABC MADRID 04-03-1972 página 53

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC. SABNIO 4 DE M A R Z O DE 1973. EPIOION PB LA MARAÑA, VAO. CRITICA INFORMACIÓN ENTREVISTAS ERUDICIÓN DE T. AS ABTF. fi CRÓNICA Y CRITICA JUAN CRISTÓBAL, FRANCISCO LOZANO, PALMEIRO. CARMEN AGUADE. FAJARDO Por A. M. CAMPOY L A vida artística, que al fin y al cabo es vida social (el Arte es otra cosa) al par que nos ofrece tantos motivos de meditación sobre la fugacidad de la fama de un momento (alguien dijo que la fama es la gloria en calderilla) nos ofrece también bastantes ejemplos de perdurabilidad, justa o injusta, y de necios olvidos. El olvido del nombre y de la significación de Juan Cristóbal es, además de injusto, necio, pues no puede basarse en la mediocridad de su obra La obra de Juan Cristóbal puede ser lo que se quiera, excepto mediocre. Es, por el contrario, una obra que se distingue por su espíritu en mitad de tantísima mediocridad... ¿Por qué no atrevernos a unir su nombre a los de Julio Antonio y Victorio Macho? Ma- el motivo (no la razón) del olvido que padece el gran escultor Mi opinión es que si bien el impresionismo pudo barrer el paisaje a la romana (al fin y al cabo, el impresionismo fue un movimiento nacionalista francés frente a la dependencia romana que sufría todo el arte europeo) no pudo, -en cambio, acabar con la inspiración italiana que ennoblecía a la escultura, lo cual no niega la autonomía de la escultura francesa, estéticamente desligada de Italia, aunaue no siempre extraña a Grecia y a Oriente. Este criterio franeesfcía fue el que malogró el éxito que Juan Cristóbal merecía. Julio Antonio, por el contrario, triunfó porque tuvo valedores muy empapados de latinidad, de clasicismo, como Pérez de Ayala. A Juan Cristóbal, que incorporaba la tradición italiana a su tiempo, casi nunca se le juzgó por sí mismo, sino por comparación, que es la única manera que hay de no entender nada. Desdichada actuación la de) Jurado que no premió su boceto de monumento a la Infanta Isabel- -dice Camón Aznar- que hubiera sido una de las más gentiles y originales creaciones de la escultura española. Mas no prevalecerá el olvido, pues, como en el poema de José Antonio Nováis, La muerte nada puede cuando yo invoco a un hombre- -a un hombre con su mano- a un escultor, a un hombre de corazón sencillo FRANCISCO LOZANO ¿Un nuevo Lozano? No sabría, decirlo, pero sí que un Lozano que ha tenido la felicísima idea- -o la intuición- -de evolucionar a través de su propio árbol genealó- Francisco Lozano: Cest- a con frutas Juan Cristóbal: Dora Pío del Río Ortega 1935 Proirfo tendrá noticias nuesiras nolo Hugué, Gargallo y Alberto son otra cosa, pero los otros grandes escultores españoles de finales del XIX y primer tercio del XX admiten, y reclaman, la inclusión en su nómina del nombre de Juan Cristóbal. Cuando se haga una historia de la escultura española- -dice Camón Aznar- -habrá que colocar su obra como la mejor expresión de la caracterología de nuestro tiempo y de nuestra raza. Las cabezas de Juan Cristóbal tienen, sin duda, una dignidad y una serenidad que genealógicamente se enraiza en Roma, en el Renacimiento italiano concretamente, como ocurre con el mejor Julio Antonio. Estamos tan obsesionados con la escultura francesa del XIX que esta obsesión nos ciega para todo lo que no fluya de los talleres de París. Y aquí reside, a mi juicio, gieo. Hay aquí, en efecto, visiones pictóricas de bellísima luminosidad que nos devuelven, bien que más sintético, al Francisco Lozano aquel que había puesto al día la gloria de toda la pintura valenciana, más universal cuanto más regionalista como es más provinciana la pintura que nace conceptualmente cosmopolita ya. Y ahora no es un pecado aludir a la pintura valenciana, pues Sorolla, por ejemplo, vuelve a ser lo que nunca dejó de ser: uno de los pintores europeos más importantes del siglo XIX. Hasta aquellos que no valoran la pintura por ella misma, sino por su valor de mercado, aceptan encantados la resurrección soiollesca... Francisco Lozano, al desposeerse de grumos de materia coloreada y de esquemas paisajísticos que decididamente, no nacían de su propia estética, sino de lo que llamaríamos polinización temporal, recupera su original esencia de pintor de la naturaleza viva, pues eso es Lozano, y no un paisajista al uso, cuyas fórmulas ya nos tienen hartos. Los que conocemos la joven pintura española (que será, naturalmente, la pintura consagrada mañana mismo, cuando la de hoy sea ya historia u olvido) podemos Constatar su cansancio paisajístico, su volverse de espaldas a las invenciones más o menos naturalizadas de la tierra. 1 paisaje, formulado como tal, está en decadencia, como en decadencia están el bodegón con huevos fritos y el folklorismo rural. Pero los de Lozano no son paisajes al uso, sino una recuperación de la naturaleza viva, directa, -vibrante, y se diría que hasta olorosa. Todo lo contrario del paisa jismo- conceptual que se elabora en la asepsia de los estudios, según amanerados recetarios. Francisco Lozano cumple hoy la hazaña que, en su día, acometieron los pintores que abandonaron los tétricos talleres y. salieron al aire y al sol. Y así es de luminosa y fragante esta obra, así de sazonada y viva. Frente al paisajismo fósil, esta (que no es paisaje) pintura de la tierra en carne viva. (Galería Biosca) JOSÉ PALMEIRO Pues bien, para todos aquellos que argumentan valoraciones con el Bénézit, I presencia en él de Palmeiro debe ser elocuentísima. Es, posiblemente, el pintor español de l ecole de Faris que más líneas consigue en el codiciado Dicctionnaire 36 líneas (tomo 8, pág. 495) frente a las cuatro o cinco de tantísimos otros de loa que, siendo, están. Por cierto que los pintores españoles más cotizados en Madrid no suelen aparecer en el Bénézit, con lo ESPÍN- GUZMAN EL BUENO, 52, segundo izquierda

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