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ABC MADRID 01-03-1972 página 103
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ABC MADRID 01-03-1972 página 103

  • EdiciónABC, MADRID
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DÍA ÁNGEL DE LA GUARDA CARTA ABIERTA A JOSÉ LUIS TT ECÜEKDAS, José Luis? No nace mucho que me has hecho la pre gunta: ¿Papá- -me dijiste- por qué defiendes tanto a la Policía? V En aquel momento, evadiéndome como pude, no quise contestarte. Trataba con ello de no descargar en ti la indignación que viene produciéndome no pocos cortos de vista, de quienes te estabas haciendo eco. ¿Acaso- -te hubiera contestado- -la verdad precisa que alguien la defienda? Pero esa respuesta no te hubiera satisfecho. Hasta para ti, estos son tiempos en que la verdad se discute y se minusvaloriza. Hoy, José Luis, ésos, mis amigos de todos los días, los policías, celebran la festividad del Santo Ángel de la Guarda, bajo cuyo patrocinio viven en Corporación. Y se me antoja que es momento oportuno para que en estas lineas puedas encontrar por ti mismo la respuesta. Este mediodía, alrededor de la mesa, se reunirán todos mis amigos en comida de hermandad. Son hombres. Sencillos padres de familia, o jóvenes que te superan muy poco en edad. Pero en todos ellos, si los vieras como yo buscando y buceando por entre el agitado mar de las pasiones que hacen infelices a los hombres, tratando de comprender lo incomprensible, aferrados a su ideal de servicio para no dejarse llevar por la corriente. Si los vieras, si estuvieras cerca de ellos todos los días, llegarías a creer, al igual que yo lo creo, que son auténticos titanes. Y buscarías en lo sobrenatural esa fuerza que les mantiene firmes en su línea de conducta. Hoy, José Luis, alrededor de la mesa habrá una silla v a c í a únicamente un hueco en lo físico, porque en su espíritu todos tendrán fresco el recuerdo y el ejemplo del inspector señor Laguna, compañero muerto en acto de servicio. Yo también lo conocí. Fue uno de los fundadores de la Brigada Especial de Estupefacientes. Una brigada, J o s é Luis, se crea por decreto. Pero quienes la hacen espléndida realidad son los hombres que se integran en ella. Hombres de auténtica fe en los demás, con Ilimitada vocación, con esa vocación inagotable que impulsaba día, tarde y noche al inspector señor Laguna. ¿Dónde vas tan de prisa, Laguna? -Eso quisieras s a b e r tú, periodista... -me c o n t e s t ó bromeando como siempre con mi insaciable curiosidad. Focas horas después me llegaría la triste noticia. Laguna, El Santo Ángel de la Guarda, P a el hombre pequeño, auténtico trono de la Policía española. A la gigante, uno de mis amigos derecha, fachada de la Escueya no volvería a bromear conla General de Policía, de Madrid. migo, había muerto cuando en una de las exhaustivas batallas contra el sórdido tráfico de drogas estaba a punto de finalizar victoriosamente. Alguien guardaría para siempre su placa y su pistola. Los jóvenes que trabajaron y aprendieron a su lado recogieron su relevo. Yo, José Luis, a lo largo de muchas horas. de charla, supe de sus problemas, de sus satisfacciones de padre, de sus dudas, de sus quejas, y pude recoger sus ilusiones. Eran sencillas. Consciente por vivirlo tan de cerca del peligro que os acecha a vosotros, nuestros hijos, tan sólo pedia medios para tratar de atajarlo. Reunía, poco a poco, el dinero necesario para adquirir unos libros especializados, donde seguir estudiando sobre el problema, y soñaba en que un día no lejano los padres españoles llegaremos a darnos cuenta de la gravedad de esta plaga que nos acecha. Que avanza más y más... ¿Comprendes ahora por qué defiendo tanto a la Policía? En mi ánimo sólo hay admiración y rebeldía. Admiración hacia el valor, la abnegación y esa fuerza moral que les anima a seguir inmunes a la incomprensión, a la maledicencia gratuita o vilmente interesada, y. también a todas esas tentaciones que hacen más fuerte la austeridad de vida y de principios que integran su vocación. Rebeldía ante quienes manejan ese extraordinario factor Hombre, consciente de su Inmensa valía, sin tratar de facilitar la bacheada ruta por la que tienen que avanzar en defensa del interés común. Quienes regatean medios y nivel de vida. Quienes permiten que esa fuerza, auténtico basamento del hoy español, tenga que recurrir continuamente a una reserva espiritual, a ese factor hombre, por el que parece que estoy clamando en desierto. Alfredo SEMPRUN ESCUELA GENERAL DE POLICÍA

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