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ABC MADRID 27-02-1972 página 15
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ABC MADRID 27-02-1972 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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El Interés general ante el mañana es de Importanola capital para el urbanismo del futuro, pues la ciudad del mañana se convertirá en una realidad si la edificamos con entusiasmo y con esfuerzo y como una tarea de todos: no sólo de técnicos y polfUoos. A L conocido acertijo de ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? se podría equiparar otro similar de ¿qué fue antes, la convivencia o la ciudad? Porque, en cualquier caso, la ciudad es convivencia o no es nada. Y como corolario se podría añadir que como boy en la ciudad no se convive, lo que boy llamamos ciudad no es tal ciudad. No es tampoco fácil o, mejor dicho, es dificilísimo, hablar hoy de convivencia; de la convivencia que hay que restaurar o que hay que crear para volver a vivir en ciudades. Claro que si queremos plantear el problema de raíz tendremos previamente que comenzar por preguntarnos si es que queremos volver a vivir en ciudades, y si esas ciudades en las cuales queremos volver a, vivir son los mismos complejos socio- arquitectónicos que antes conocíamos por ciudades. En los años 60 varios arquitectos visionarios y algunos que ejercían con dignidad y hasta de forma sobresaliente la profesión- -como en el caso de Kenzo Tange- lanzaron, primero en las revista especializadas y después en la Prensa general y otros medios de comunicación de masas, sus lucubraciones tecnicistas de la ciudad del mañana Era aquel un momento bien abonado para el éxito de esas profecías: el hombre pisaba por primera vez la Luna, se construían febrilmente nuevos prototipos de aviones; del Concordo, de su gemelo ruso y de su contradictor norteamericano, y a la tecnología se la idolatraba como a un nuevo becerro de oro. En cuatro o seis años de distancia el panorama ha evolucionado mucho. De la admiración- -justísima p o r supuesto- -de ver al hombre llegar a la Luna, estos viajes se han tomado como asuntos normales que solamente tendrán honores de noticia de primera plana en el periódico si corre peligro, la vida de los astronautas; dato humsCno bastante significativo. V en cuanto al becerro tecnicista, ha resultado que el animalito es una copia, tan a lo vivo, de su original vacuno que hasta realiza las funciones fisiológicas, y en tanta abundancia que sus excrementos- -contaminación, ruidos, etc. -iban pasado a ser preocupacidb de la máxima actualidad ya que corremos el peligro de que sean nuestra tumba. Esta nueva situación hace posible el que podamos analizar temas humanos, como el de la convivencia, con la esperanza de que despierten cierto interés. Y el interés general es de importancia capital para el urbanismo del futuro, pues la ciudad del mañana se convertirá en una realidad si la edificamos- -como siempre se ha hecho- -con entusiasmo y con esfuerzo y como tarea de todos; no sólo de técnicos y políticos. Y al tratar yo, técnico, estos temas sociales esencialmente humanistas no deserto de mi campo; simplemente intento- -muy torpemente- -conseguir unas bases programáticas inamovibles, o muy lentamente variables, sobre las que fundamentar las soluciones técnicas y arquitectónicas de la ciudad del futuro. Instalarla sobre bases tecnicistas, como pretendieron los utopistas de la década pasada, sería exponerse a que resultara vieja antes de terminar de proyectarla; tal es la rapidez con que evoluciona la técnica de nuestros días. A simple vista existan dos formas distintas de convivencia en nuestras ciudades actuales, en fase más o menos desarrollada. Una de ellas, la vecinal, viene a ser el residuo de las formas antiguas de convivir en las ciudades. (La otra es una convivencia, en cierto modo nueva, que, como desconozco su apelativo especial, la he llamado convivencia socializada Esta, que indudablemente expresa unos signos propios de nuestro tiempo y que tiene un carácter más anónimo y reúne gentes afines en gustos y necesid a d e s culturales, artísticas, deportivas, económicas, recreativas, etc. podría ser el punto de apoyo, con posibilidades de cierta permanencia, para edificar la ciudad del futuro y que analizaré en otra ocasión. Ahora solamente quiero hacer notar un fenómeno interesante que creo que puede tener importantes repercusiones en el urbanismo. Últimamente se ha presentado el año 2.000 como una meta ideal y con características tecnológicas, sociológicas y humanas nuevas y sorprendentes. Todo eso- -dicho sea sin ánimo de chafar a nadie- -me parece una actitud, tan ingenua e irracional como la de esos propósitos de ser mejor que hace mucha gen- te- -yo entre ella- -el día primero de cada año. El primero de enero es lo más parecido, en cuanto a frío, sol o calor, al treinta y uno de diciembre del año anterior y está tan a continuación como un martes cualquiera de su lunes precedente. Independientemente de esta continuidad, la historia de los hombres puede desarrollarse a saltos y, tal vez, uno de esos saltos se haya dado al pasar de la década de los 60 a la de los 70, aunque nos falte perspectiva para poder asegurarlo. La realidad, en cualquier caso, es que ese deseo de progreso científico y tecnológico que se aceleró a mediados del siglo XIX, que ha adquirido una prodigiosa velocidad en los últimos años, continuando en nuestros días y probablemente en el futuro, ha dejado de ser el tema vértice de nuestra obsesión o entusiasmo, para dejar paso a otros que ahora nos interesan más y que son más trascendentales para el hombre, tales como la vida, la sociedad, su fin colectivo e individual terrestre y ultra terrestre, etc. Esta es la rew de que la contaminación atmosférica, la defensa del medio ambiente, la Biosfera, la sociología y la religión sean hoy una preocupación general de primer plano. Es verdad que nunca como hasta ahora han estado el medio ambiente, la Biosfera, etc. tan peligrosamente expuestos a desaparecer y, con ellos, la Humanidad entera. También es verdad que sociológicamente estamos al borde de caer en las garras insolidarias del paleolítico inferior, y en cuanto a problemas religiosos la proporción actual de ateos es mayor que nunca, pero también es cierto que tendríamos que remontarnos al siglo XTH para encontrar una sociedad cristiana, o de sustrato cristiano, que hubiera tenido una preocupación religiosa más profunda que la de hoy. En resumen, en el supuesto de que esa ideal frontera del año 2.000 la hubiésemos alcanzado ya un día cualquiera del año 70 y que hubiera sido simplemente un viraje en la orientación de la aguja que sánala las ilusiones de la Humanidad, y que esas ilusiones tuvieran por meta al hombre en todas sus facetas, la ciudad del futuro sería simplemente la expresión plástica de ese nuevo ideal. Miguel FESAC

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