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ABC MADRID 20-02-1972 página 151
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ABC MADRID 20-02-1972 página 151

  • EdiciónABC, MADRID
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a ser una. fatiga intensa, que si es esporádica tampoco plantea problemas. Lo malo es cuando esa fatiga se hace crónica. Surge la irritabilidad, nervios, impaciencia. Normalmente hay falta de reflejos, y el ejecutivo empieza a quejarse de que ya no tiene memoria. Antes recordaba todo. Ahora lo anota e incluso se olvida de que lo había anotado. Y como detalle característico nace la falta de atención o la imposibilidad de concentración. Se lee un tema y se piensa en otro. De aquí surge un círculo vicioso. La falta de atención crea un mayor problema, que es la desconfianza en si mismo, la creencia incipiente de si ya se habrá pasado la edad de la lucidez. Además, como todo ejecutivo ha leído comprueba lo que decía aquella revista de que a partir de tantos años el hombre empieza a decrecer psíquicamente. Y como de esto se escribieron ya tantas cosas el ejecutivo siempre encontrará una edad de declive, similar a la que él tiene ahora. Pero, como buen ejecutivo, reacciona. Ordena su mesa, analiza las cosas y empieza a promover nuevas cosas. A reorganizar, a reestructurar. Llama a su secretaria, le dicta órdenes y concibe otra organización. Pero es una organización de lo secundario. Lo esencial pasa a un segundo plano. Las pequeñas cosas- -irritantes- -son lo que absorbe su cabeza. Es la época en que a última hora de la tarde tiene necesidad de tomar una copa. O dos. Dan cierta seguridad. Comienzan las palpitaciones. Es el momento de tomar medidas urgentes. Señalaba también el doctor Serigó Segarra, en un interesante artículo, una faceta importante de esta caracterización del ejecutivo. Y son razones de tipo sociológico. La materialización del mundo ha creado una pérdida de la espiritualidad. Y a menudo es la causa de angustia y de impotencia. Y, sobre todo, de que el hombre se convierta en dueño de su propio destino. Suyo es el riesgo- -dice el doctor Serigó- suyo es también el beneficio. El hombre pasa así a ser esclavo de sí mismo. Por todo ello el ejecutivo es la presa idónea de cuatro o cinco males muy caracterizados. Y entre ellos uno que parece ajeno; el accidente de tráfico. Los accidentes tienen las dos vertientes: son o por fallos humanos o por fallos mecánicos. En estos últimos el hombre no tiene nada que hacer. Surge fatalmente. Pero en el fallo humano deben tenerse en cuenta todos los detalles que llevamos dichos. La inestabilidad, la angustia, la irritabilidad, la pérdida de reflejos, influyen de forma derecta en el accidente. Es ligeramente hipertenso, impulsivo, dinámico. Y, como detalle secundario, es interiormente nervioso, sin que exteriormente lo demuestre. EL INFARTO Las típicas enfermedades del ejecutivo así caracterizado son dos. Al menos, las más generales: la úlcera y el infarto. Estos dos males, que antes estaban reservados a políticos y financieras de alto nivel, se han democratizado. Han pasado a ser presa de los ejecutivos de grado medio. Los que realmente toman las decisiones- -para que sean supervisadas posteriormente- Decía despóticamente un altísimo cargo en la empresa: Yo no padezco úlceras. Las provoco. La úlcera se forma por la hipersecre- que el individuo se dé cuenta de que, en realidad, está siendo víctima de una enfermedad psicosomática. Las soluciones, insistimos, son complejas. Pero hay de dos tipos, como en cualquier enfermedad; profiláctico o preventivo y curativo. La pri mera está salvada con eso que llamamos chequeo y que debíamos llamar control de la salud. Porque estas enfermedades, muchas veces, no tienen síntomas. Cuando éstos aparecen, no son tales síntomas, sino declaración total de la enfermedad. De todas formas los médicos aconsejan acudir al examen cuando se den una serie de observaciones que pueden ser significativas: bajo rendimiento en el trabajo personal, prolongación de las horas bajas cansancio, dolores difusos en el tórax, fatigas frecuentes y fáciles, reacciones violentas sin causa justificada. O, lo de siempre, no aguantar a los hijos no soportar esa música (música que es la que ha oído comúnmente) etcétera, etcétera Por supuesto que en el cattípo preven- EL RETRATO- ROBOT Se sufre siempre más esperando, decidiendo, con angustia, con i m paciencia, aue estando ya en el hecho. ¿Y no es esto lo aue hace un ejecutivo? Las compañías de seguros, que en esto afinan hasta extremos inconcebibles, cuenjtan que ia vida de un ejecutivo es, por término medio, 2,8 años menos que la del resto de la población. Hace algún tiempo, con los doctores García Ortiz, Tafalla y Retana Iza, en la Clínica de Nuestra Señora de Loreto, hablábamos del tipo clásico de ejecutivo que al margen de la úlcera y de alteraciones psíquicas era el candidato idóneo al infarto. Poco más o menos el retrato- robot quedó así: El más predispuesto es un ejecutivo medio. Es el hombre al que le queda aún un amplio afán de superación, una gran susceptibilidad, muchas luchas, algunas zancadillas. Tiene un cierto sentido de frustración, porque teme haber llegado al tope de su carrera profesional. La víctima de estas enfermedades está en la edad de mayor producción: en el momento en que empiezan a dar fruto lo que ha sembrado en los cuarenta primeros años de su vida, tanto en el plano cultural como económico y humano. Tiene cuarenta y cinco años de edad. Es ligeramente obeso. ción acida del jugo gástrico, hipersecreción debida a factores psíquicos y emocionales; y el infarto, movido por toda esa tremenda tensión del stress contenido. -Y por el tabaco- -añade el doctor García Ortiz- El tabaco es selectivo para las arterias. Es un excitante y por sí solo puede producir espasmos coronarios. Un espasmo puede provocar un infarto, puede necrosar una zona cardíaca. Y el pitillo es especialmente grave cuando todo lo demás, toda esa tensión ya ha comenzado a actuar. LAS SOLUCIONES Las soluciones son complejas. Especialmente porque los síntomas lo son también. Pero lo primero que debe eliminarse es la típica resistencia neurótica como dice el doctor Serigó Segarra, que impide tivo deben tenerse en cuenta, según todas las opiniones, algo esencial: el ejercicio moderado y la alimentación sana. Y como profilaxis de tipo profesional también todos coinciden en algo básico: Deja para mañana lo que no puedas hacer hoy y, sobre todo, aprende a delegar Son algunas de las reglas de oro del ejecutivo. Terminemos con la norma ideal para evitar todo esto: Cuando el presidente de un Consejo de Administración se disponía a pasar el fin de semana en el campo, llegó, agobiado, su secretario particular: -Señor. Nos hemos arruinado. Han quebrado todas nuestras empresas. El presidente, recogiendo sus palos de golf y continuando su marcha hacia el coche, se limitó a decir: ¡Dios mío! ¡Qué disgusto me voy a llevare! lunes! Ramón SANCHEZ- OCAÑA 31

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