ABC MADRID 20-02-1972 página 15

Esta fotografía de Compañy agrupa en torno a Francos Rodríguez a los escritores jóvenes de 1900. Entro otros apare cen en el grupo Benavente, Pazo, Viergot, Maeztu, González Llana, Pío Baroja, Palomero, los hermanos Alvaro Quintero, Gabaldón, Azorín, Catarineu, Abatí, Cristóbal de Castro, Zamacois, García Alvarez y López Ballesteroi EDUARDO ZAMACOIS, EL ULTIMO DE UNA FOTO HISTÓRICA M IÉ parece que debo ser el que posee el único ejemplar de esta foto, ya histórica. Sabiendo aproximadamente que es del 1900, quise cerciorarme del motivo de esta reunión de escritores y me lo aclara ese buen historiador del periodismo que es José Altabella, que contesta rápidamente y que pocas veces tiene que tirar de fichero, pues el archivo es su memoria privilegiada. Estos plumíferos que empezaban querían fundar una revista, Gente joven que seguramente quedó en soñado proyecto, y se agruparon en torno la figura patriarcal de don. José Francos Rodríguez, que era director de El Globo y allí tenía, como hoy se hace, alguna página literaria donde daba cabida a las creaciones de los poetas, novelistas y autores teatrales en ciernes. Don. José, además de magnífico periodista, era todo bondad para los que empezaban. Da la casualidad de que un porcentaje muy grande han alcanzado la inmortalidad. La foto la hizo Compañy y por carta que tengo sé que el fotógrafo Alfonso que de aquélla estaba a sus órdenes, tomó parte en la confección de ésta. Todo era muy laborioso. Agrúpense más Aquél, que vuelva la cabeza. El último de la izquierda, que no va a entrar en el campo del objetivo. Total, media hora o más de preparación. Sentados, de izquierda a derecha: Martínez Vlérgol, que popularizó el seudónimo de El Sastre del Campillo Félix González lianas, Joaquín Abatí, Serafín Alvarez Quintero, el propio Francos Rodríguez, mi tío Emilio Mario (hijo) Cuántos juguetes cómicos como se les llamaba, hay estrenados por Faso y Abatí y Abati- Emilio Mario; hijo éste del que fue popular actor y director de escena, que precisamente le estrenó, al que sigue en la foto, Jacinto Benavente, su primera obra El nido ajeno que no gustó mucho y no obstante también le estrenó al poco tiempo la segunda, Gente conocida que produjo cierto escándalo y don Jacinto tuvo que justificarse, pues los personajes eran demasiado conocidos en aquel Madrid pequeño, murmurador y chismoso, donde casi todos sus habitantes se sabían vida y milagros de amigos y vecinos. Benavente estrenó por recomendación cosa tan española, Doña Venancia persona que más o menos ha sacado en tantas obras Benavente, señora gruesa, y muy habladora, mujer del célebre doctor don Mariano Benavente, visitaba a mi abuela todos los miércoles y un día te dijo que Jacintito, con cerca de treinta años, que acompañaba siempre a su madre y sentía veneración filial por ella, tenía escritas seis obras de teatro. Don Jacinto asistía a la visita pulcramente vestido, muy a la moda y con botas de tafilete de muchos botones y cuello de pajarita, como se estilaba, callado y observador, sentado al borde de la silla. Ella se lo pidió a mi abuelo y, como es natural, su marido consintió en leer las obras, -porque no podía olvidar que a mi madre la trató el doctor, a los seis anos, ciertas paratíficas, muy frecuentes en aquel Madrid, de escasa higiene con los pocos medios de aquellos tiempos en que los médicos confiaban sólo en Dios y en la resistencia de los individuos. Cuando don Mariano, terminada la visita diaria, se ponía él hongo y se adaptaba los guantes a ¡los dedos, muy parsimoniosamente, como todo médico de cabecera que se estimara, oía esto: Si a la niña le sube la fiebre a cuarenta, ¿qué hago, doctor? ...Pues te da usted tila contestaba preocupado, que era todo lo que la ciencia podía decir con aquella poco eficaz rebotica de que disponían, sólo de hierbas aromáticas, jarabes y potingues. Aquellas fiebres curaron a base de quinina peletier, y el agradecimiento de Emilio Mario fue eterno. Sigue a Benavente el gracioso autor teatral Enrique García Alvarez, que hizo reír mucho, y luego Luis López Ballesteros, De pie, también de izquierda a derecha, Manuel Faso. Le sigue el pensador, tan trágicamente fallecido, Ramiro de Maeztu, y luego Antonio Palomero Palomeríni como le llamaban cariñosamente por lo pocos kilos que pesaba. Entre los dos aso ma su cabeza Pío Baroja, el genial nove lista. Le sigue Luis Bello Trompeta, y Ca mito Bargiela. A la espalda de su hermane Joaquín Alvarez Quintero. Después, Lui Gabaldón, y asoma su cabeza, con abun dante cabello y bigote, el magnífico Azo rín. Continúa Ricardo J. Catarineu y Cris tóbal de Castro, que era hombre de com plexión recia y regular estatura y a íKju el fotógrafo debió ponerle un taburet para que pudiera asomarse y así redondear el conjunto. Estaba casado con un de las mujeres más bellas de su tiempo creo que actriz, y ésta tenía otra hermana también muy hermosa. A continuación Eduardo Zamacois, con corbata de plastrói y perla, hecho un dandy Le saludé a ésfc en el hall del Palace, de Madrid, cuand estuvo aquí, y es el único que ha sobrevivido hasta hace poco días a todos sui compañeros. Sigue Joaquín Segura, Llamat Aguilanedo y Francisco Serrano de la Pedrosa. Si mal no recuerdo uno de esta dos últimos escribió un libro muy curióse sobre la mala vida en el Madrid de aque tiempo. He aquí una de las fotos más interesantes del siglo. Emilio Mario, el actor, cuando en 1694 decidió apoyar a Benavente, seguro que ni se te pasó por Ii imaginación que daba la mano, nada menos, que a un futuro premio Nobel. De la otros, como vemos, muchos han sido inmortales académicos de la Lengua. ¿Puede haber mayor número de genios en taz poco espacio? Yo creo que no. Gracias a maravilloso invento de la fotografía podemos hoy decir con nostalgia: así fueros aquellos veinticuatro hombres de plums que aquí vemos agrupados por el fo grafo Compañy, un casi Esquivel de la fotografía, pues ésta parece realmente un cuadro; está muy claro y bien compuesto el conjunto. Jesús Juan GAIROES