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ABC MADRID 15-02-1972 página 3
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ABC MADRID 15-02-1972 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA M A D R FUNDADO EN 1906 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC me parecía, nos parecía, que la fiebre sonetil era perjudicial y confiábamos en que remitiría. Bajó la marea, en efecto, pero se diría que de nuevo montaba irresistible. Juan Gil- Albert en un precioso párrafo preliminar nos habla de Provenza, como pudo hablar de Sicilia. E n todo caso, piensa en otro dolce stü nuovo con su sabor agraz de forma primaveral todavía incipiente y n o fijada. Por e s o sus sonetos, que cantan exquisitamente el tema del renacer de la vida, que sigue el curso del calendario levantino o valentino desde enero a agosto, n o s suenan frágiles, huidizos, quebradizos, como frutas aún verdes, pero que albergan dentro el minador gusano que les impedirá la robusta salud perfecta. ¿N o será una superstición la exigencia preceptiva de la perfección retórica, rítmica y graduada en los sonetos? N o s vamos liberando de muchas manías de nuestros abuelos, pero nos queda ésta de los sonetos y de n o dejarnos dormir de la traición de una sílaba y el desnivel de una palabra. Juan Gil- Albert parece en este libro que s e siente provenzalmente inmaturo y no le importa dejar su soneto abierto, declinante, dehiscente, levemente abollado, insurgente contra lá ley d e la exactitud. L o mismo que los poetas españoles y americanos del modernismo, deja a sus sonetos que a veces se le bifurquen e n rimas diferentes los cuartetos, o consiente falsas rimas o extravíos mar liciosos cuando iban más derechos a la meta. N o siempre, porque de artífice, REDACCIÓN J ADMINISTRACIÓN Y TALLERES: SERRANO, 61- MADRID ONOCI a Juan Gü- Albert en su Va 1 e n c i a. suya por residencia y elección, aunque éi naciera no lejos, en Alcoy. L e recuerdo en su casa, en un ambiente de refinada belleza, con su chaleco rojo a lo Gautier, porcelanas, óleos, acuarelas, el piano, los amigos. Valencia de antes de la guerra cuando Rafael Duyos, médico cardiólogo, auscultaba y dibujaba el contorno de nuestros corazones, cuando aparecía la revista Murta y Pedro de Valencia y Genaro Lahuerta exponían sus marinas, sus Vírgenes y sus bodegones de instrumentos músicos. Mucho ha llovido desde entonces, incluso e n Valencia, y más de cuatro veces la rambla del Turia, del río cantado por Gil- Albert, se ha visto colmada, desbordada de aguas cenagosas. Recuerdo también u n primer, minúsculo, libríto rosa de sonetos de Gil- Albert, un folletito tan delgado que hace todo lo posible por perderse sistemáticamente en cada trasiego y luego h a y que buscarlo celosamente, pacientemente, porque lo sospechamos agazapado entre las tapas o las guardas de algún hermano corpulento. Porque después llegaron y venturosamente siguen llegando hermanos de varia, pero siempre más robusta, estatura y cuerpo: Las ilusiones con los poemas del convaleciente Concertar es amor (el título es así, y no Concertar es amar porque el poeta prefiere el sustantivo escapando a la rima prevista, y quizá tenga razón) Y otros más todavía que enriquecen s u poesía y la matizan de nuevos tonos. SONETOS COMO FRUTOS El libro del concertar palabra entre cordial y musical, es también de sonetos y hoy, en mi tarea de volver a seriar y colocar e n la medida de lo posible los doscientos ochenta y ocho Adonais- -en el último, Nuevos poemas de amor de Jacinto López Gorgé, también pululan los sonetos- m e detengo e n hojear el delicado libro. Y otra vez m e pregunto como hace treinta, como hace veinte, como hace diez años: ¿por qué tanto soneto? Me siento u n tanto responsable porque quizá antes que nadie, aunque n o lo digo por presumir de guía, ya que los guardaba casi todos sin imprimir ni en revistas, volví al soneto hace cuarenta y más años. D e cuando en cuando Abra mercados a sus productos anunciándose en la Edición Semanal Aérea de ABC. pues de t o d o tan diestro y delicado cabe siempre esperar la obra perfecta. La abundante cosecha, porque este libro adonaítico es grande a pesar de su aparente formato chico, es riquísima de matices, de luces, de cambiantes y aromas, lo mismo que ese día de El Resfriado que él canta, con acentos increíble- mente leves y sensibles. 0 Estos días traidores, tan hermosos en los que se conjugan elementos varios y en plenitud como portentos que ahora sonríen y ahora están brumosos, nos mantienen mirando sus pasmosos cambios de luz, colores y de acentos que evolucionan rápidos o lentos cual magia celestial; son sospechosos tanto destello y sombra cambiante en verde, lluvia y oro; un diamante es la tierra girando y en su dardo, de fuego y humedad; pronto maltrecho mi ser se escalofría todo, y ardo... Y la hermosura ríndeme en el lecho. ¿Frutos o frutas? La opción queda abierta. El poeta prefiere el masculino, pero tal vez resultaría más expresiva la sensual y precisa feminidad de la fruta. En todo caso y en todo género, hinquemos el diente a la piel y a la pulpa de, este producto hortícola que trasmuta en palabras y ritmos las fruiciones de la fruta cogida del arbusto con la mano. La plenitud del año suena ahora, ¿o habrá aún que esperar? Estos olores ¿son ya todo? La gracia de las flores, ¿no aprieta el aire vivo y lo colora con juveniles lazos? Nada implora, todo sonríe, aparta tus labores y sal y curiosea los amores que van de paso... Al alba nadie llora, quizá después... El fruto es lo que temo: Dulce o amargo es cosa decisiva en cuya consunción desaparece el mundo mismo... El fruto es ese extremo en que la regalada- fuerza activa se hace polvo i ios labios y- perece. Después de releído y copiado el soneto me doy cuenta de que es todavía en esperanza el fruto cierto y no rotundo como regalo de Hespérides. ¡Ay! huerta de Valencia. Que Dios proteja a tus f tas y frutos de heladas tardías y pedriscos tempranos. Gerardo DIEGO De la Real Academia Española

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