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ABC MADRID 13-02-1972 página 3
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ABC MADRID 13-02-1972 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA MADRID FUNDADO EN 1806 POR DON TORCUATO J. UCA DE TENA ABC intachables tienen que ser sus efectos. Y es precisamente su esencial perfección lo que las une al Creador. El universo tiene que estar concebido como una concatenación de perfecciones. ¿Y es ello así? Arrostremos ahora el grave planteamiento de la vía tercera. Si hay cosas posibles, si puede existir la aterradora inanición del universo, tiene que haber una Causa necesaria, un Ser eterno que cubra el vacío de los seres finitos. ¿Pero es que hay un forzoso nexo metafísico entre la posibilidad y la necesidad? Ahora Santo Tomás asciende desde las criaturas móviles y perecederas al Ser inmutable y necesario que las produce. ¿Tendremos que colocar la esencia del cosmos en la distancia infranqueable entre la contingencia de las criaturas y la esencialidad de la Causa primera? En la cuarta vía la adhesión tiene que ser absoluta en su planteamiento: la identificación del Ser con la Verdad. Pero su demostración es débil y quizá arrastrada por la imagen que la revela: así como hay distintos grados de calor, así hay diferentes dosis de verdad en las criaturas. Y su aproximación a la gran Verdad demuestra su existencia. Pero podríamos objetar que la diferencia entre lo imperfecto y lo perfecto no es de grado, sino de esencia. Y aún añadir que la verdad, sea cualquiera su dosificación es, en cada etapa, absoluta, pues es siempre una expresión divina. Puede haber verdades distintas, pero siempre son totales. Ello las libera del tiempo, pero no de una renovación que ocupa siempre la totalidad del ser. La medio- verdad es la forma hipócrita del error. También es ascensional y en un engarce riguroso el argumento de la prueba quinta. De la existencia de cosas heterogéneas y contradictorias, incapaces por sí mismas de una coordinación armoniosa, se deduce la necesidad de una suprema inteligencia rectora que las aglutine en una cósmica ordenación. Pero la desarmonía, la llaga, el dolor incomprensible, la REDACCIÓN, ADMINISTRACIÓN Y TALLERES: SERRANO, 61- MADRID lUEDE unirse la prueba de la existencia de Dios a las cinco vías aducidas por Santo Tomás? Este testimonio es el más válido de la situación de angelical optimismo del pensamiento en ese siglo XIII, el de una mayor serenidad e ímpetu a la vez humanista y sacral, de la historia de la Iglesia. Aquí están las órbitas jerarquizadas- -hasta el Infierno lo articula Dante en círculos superpuestos- -y la armonía de un universo regido por números concordes. Toda la Creación es explicable con lógica razonadora, con la claridad de unos argumentos que se enlazan en irrebatibles conclusiones. Y, sin embargo... en esa creación están también el anhelo, el alma herida, el disparate, la estrella desorientada. Pero ello hay que cargarlo a la cuenta de la ignorancia en Sócrates o de la simple ausencia del bien en Santo Tomás. Ahora que el horizonte de la pura espiritud se aleja y el mundo obtuso, carnal, con carnalidad agresiva, se va apoderando de todos los dominios del hombre, se nos aparecen, a la vez que más deseables, más insuficientes las pruebas escolásticas. ¿Nos atreveremos a decir que con esas vías Santo Tomás, aun dentro de la más pura ortodoxia, lo sentimos como un Aristóteles a lo divino Pero veamos en una ojeada, que por su brevedad es casi una profanación, la perspectiva de esas cinco pruebas. La primera, con la visión mecánica de un mundo proveniente de un motor que se identifica con la divinidad. Ella condiciona un engranaje dependiente de un movimiento generado por Dios, y que, por tanto, se implica en su esencia. Ese movimiento engendrado por la Causa primera tiene que ser perfecto. Y en sus ritmos j órbitas tiene que concretarse la armonía intachable, la música de los astros y los juegos melódicos de la vida. Con este argumento todo se se halla conjuntado en su orden sin fisuras, en un acorde numeral de toda la creación. Cada ser con su puesto en el cosmos. Y de ello es un reflejo esas Sumrnas medievales que intentan totalizar armoniosamente las leyes y formas del universo. Y su pétrea concreción en las catedrales góticas, donde todo es tenso, en equilibrio vivo, en dinámica compensación. Todo en estas catedrales tiene calidad de engarce. Su esencia se encuentra en esa transmisibilidad de energía, que cohesiona en armónica monumentalidad todo el edificio. ¿Es esta catedral símbolo de la Iglesia? Basta con que alguno de esos contrarrestos decaiga para que el templo se derrumbe. ¡Tened cuidado al desmontar cualquier pieza de la creencia, porque la ruina puede ser total! Visión la tomista en altura, con los razonamientos aupados en angélica ascensión, desvanecidos en su final en la contemplación célica, como las agujas de las torres góticas se ennubecen en las nubes. La segunda vía, con Dios como causa eficiente, propugna la misma perfección en las criaturas. Si la causa es intachable, LAS CINCO VÍAS Abra mercados a sus productos anunciándose en la Edición Semanal Aérea de ABC. ma muerte, no son defectos que D i o s rectifica o repudia, sino al revés, algo tan amado por El que los encarna en su Hijo. ¿Y si la perfección- -la salvación, en definitiva- -consistiera en evadirse de las leyes genéricas del cosmos como armonía en forma de sacrificio, de dolor personal? Quizá la mejor prueba de la existencia de Dios resida en la necesidad de la Redención. En la urgencia de que la divinidad asuma y se encarne en las criaturas perecibles, dramáticas y marginadas de la armonía universal. Cónyuge de la muerte, finitud patética y temporalidad palpitante en todos los minutos. El Espíritu es y a la vez no es, quietud eterna. Ante nosotros se nos presenta como dinamismo esencial, como creación incesante de sí mismo en infinitudes renovadas. Nuestra perspectiva es horizontal y agoniosa. Ningún signo optimista intenta seducirnos. Pero es precisamente este cerco de angustias humanas lo que nos acerca a la divinidad. Lo que la coloca en un primer plano, en una evidencia casi táctil, porque allí donde hay un dolor, allí hay un signo fraterno del mismo Dios. En la misma muerte descansamos, pero no a la manera heidaggeriana, como inanidad absoluta, sino como proceso de deificación. Es esta la armonía perfecta. No la de un enlace melódico con cada cosa en concorde correspondencia con el resto del universo, sino la de una ansiedad creciente, siempre en creciente, con la libertad para incorporarse al séquito de la destrucción o del amor. Bien entendido que si estamos alejados del optimismo tomista del siglo XIII, aún lo estamos más del pesimismo nominalista que le sucedió, y cuyas últimas y desesperadas consecuencias las encontramos en el existencialismo moderno. Lo universal existe y lo sentimos acuciante a nuestro lado en formarequeridora de bien o de maL Es precisamente la individualidad, en todas sus presentaciones, la que enmascara la realidad y la convierte en un haz de contradicciones, donde se disuélvenos nociones morales y religiosas que están por encima del casuismo y exigen límites infranqueables y claros. Otra vez el puño de hierro de la verdad tiene que trazar una línea, inmune a los tiempos y a las confusiones. El mundo no es un entramado mecánico de global perfección, ni un rebrote de individualidades tangenciales, separadas entre sí por cascaras de nuez. Aquí está la humanidad, formando una masa, donde el dolor y la gloria se interfieren, un barro patético con el que se modela el cuerpo de Cristo. Las pruebas tomistas de la existencia de Dios son cinco, de las infinitas que racionalmente pueden aducirse. Y es posible que todas sobren. Porque está aquí, a nuestra vista, Dios y el alma frente a frente. Su existencia no puede estar a merced de argumentos. Dios no se demuestra: se muestra. José CAMÓN AZNAR

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