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ABC MADRID 08-02-1972 página 3
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ABC MADRID 08-02-1972 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO PRENSA SOCIEDAD M A D POR ESPAÑOLA, ANÓNIMA R D FUNDADO EN 1806 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA 71 MBARAZADA wi, y sola, con la tristeza enroscada en el alma, la mujer se iba a acostar por las noches llevando en una mano un garrote y en la otra una antorcha. Las ratas no la dejaban dormir con sus carreras por el tejado. Vivía en una pobre casa que había sido cuadra y olía a paja y a caballo. Una noche saltó una rata sobre su tocador, mientras ella se arreglaba. El espejo reflejó fugazmente una ráfaga de miedo o de asco en la joven belleza de su rostro. Aquella mujer era la Reina Federica de Grecia y narra todo esto en su reciente y admirable libro de Memorias en el capítulo dedicado a su exilio en África del Sur durante la Guerra Mundial. A la entonces princesa- Federica la obligaron a abandonar Atenas, en compañía de sus hijos, cuando el fragor de la lucha atronaba los. cielos dorados de la capital griega. Apenas llegamos a Creta- -escribe- -fuimos bombardeados una vez más. Nos refugiamos en una zanja desde donde veíamos caer las bombas, que estallaban a un lado y a otro... Sofía, que sólo tenía dos años, estaba sentada en mi regazo. Para que no oyese las explosiones le tapaba los oídos con mis manos, al tiempo que cantaba desesperadamente tratando de diestraerla... Pero Memorias de la Reina Federica no es un libro de recuerdos, de anécdotas, de política o de historia. Es, sobre todo, un libro de amor. Me siento vencida por la soledad en que me dejó tu ausencia escribe ella en una bellísima correspondencia epistolar, melancólica y profunda, en la que no hay un solo pensamiento vulgar. Y cuando en Creta va preguntando, de pueblo en pueblo, por el esposo y no lo encuentra, afirmará: Entonces supe lo que es sentir la muerte en el alma (Hay en esa frase remembranzas del más h e r m o s o pasaje evangélico: Triste está mi alma hasta la muerte dijo el Cristo, hijo de Dios vivo, en el Huerto de los Olivos. Y el esposo, el Príncipe Pablo, heredero entonces de la Corona helénica, pensará en aquella triste mujer enamorada que está amasando con amor y con dolor el pan de sus vidas, y escribirá: Probablemente tú y yo hemos vivido juntos una vez y otra a lo largo de los tiempos y siempre nos hemos amado, pues el nuestro no es un amor corriente. Si pudieses sentir, corazón mío, que el tiempo no cuenta, y que siempre nos hemos amado y nos amaremos el uno al otro, quizá esa idea podría ayudarte un poco, pues, ¿qué son unos meses de separación entre miles y miles de años? Nos hemos vuelto a encontrar en esta vida para ayudarnos mutuamente. Queda así apresada la idea profunda de que el amor es anterior a la existencia en este mundo. Frente a la hermosa elementalidad de Neruda que lo arranca de la entraña de la tierra- nacen en mi corazón tus raíces de trigo Pasternak lo devuelve al alba de la Humanidad: Tú y yo- -dirá Lara Fiodorovna a Yuri Jivago- -somos como dos seres primitivos, Adán y Eva, que están en el principio de los tiempos y no tienen nada que ocultarse. Nuestro Foxá va más allá y, como en la carta de Pablo a Federica, participa del entendimiento oriental de la vida. En una de sus obras le hará desgranar ABC al amado el racimo de versos de la dulce herida del alma: Escucha... ¿En qué otro mundo de cerezas raras- -oí tu voz? ¿En qué planeta lento- -de bronces y de nieve, vi tus ojos- -hace un millón de siglos? ¿Dónde estabas? -Tú fuiste agua hace mil años- -Yo era raíz de rosa y me regabas... Como el Rey Pablo quería para su amada, el amor se adelanta a la vida, es anterior a ella. Se persigue al ser amado a través de milenios y de estrellas, en una búsqueda sideral y cósmica. No pierde nunca el sentido del humor la Reina Federica. El cocinero negro, escribe a su marido, me parece que no sabe nada de nada. Le dije que hoy quería helado para postre del almuerzo, y aunque por su manera de asentir creí que sabía hacerlo, no lo hizo. Cuando le pregunté por qué no lo había hecho me contesto: Sé dar vueltas a la manivela, pero no sé lo que se pone dentro Muchos años después escribiría de una recepción en la Casa Blanca, ofrecida por el presidente Eisenhower a los Reyes de Grecia, en visita oficial: La cena fue solemnemente protocolaria, pero la minuta no demasiado selecta. Recuerdo un cóctel de gambas consistente en unas gambas secas que flotaban en una copa en la que había una cucharada de ketchup Al terminar las Memorias de la Reina Federica le queda al lector una idea nítida: se trata del libro de una mujer inteligente. Desvanécese a la vez ese concepto peyorativo y muy difundido de la fémina intrigante y ambiciosa, temida de políticos y cortesanos. La Reina Federica habla inteligentemente de política y sus juicios son, a veces, penetrantes, si bien intuitivos. Es clara, enérgica y fuerte. Con una fortaleza admirable. En una ocasión, la Reina Federica se quejó a Churchill de la falta de armamento del Ejército griego, y el político británico le rogó que le hablara al general Marshall. ¿Cómo voy a hablar con el general, si no le conozco? preguntó la Reina. Y Churchill respondió: Háblele de soldado a soldado. En estas memorias de espinas y rosas no hay otra idea de la realeza que la del servicio ni otra fuerza que la del amor del pueblo. Nos convertimos en un Rey pastor y una Reina pastora, siempre entre nuestro pueblo. Enseñamos a nuestros hijos- -añade- -a mirar a los ojos de las personas que les saludaran y a sonreír a las que se cruzaban en la calle. Y si por los frutos les conoceréis, el pueblo español se asombra todos los días ante ese prodigio de discreción que es doña Sofía, la Princesa que siempre sonríe. La Reina Federica habla en su libro, con especial ternura, de su hija mayor, sobre todo en las páginas que dedica a su boda con el Príncipe Juan Carlos. (Es lástima que una mujer tan sensible apenas mencione, al menos en la versión española de sus Memorias muy bien traducidas por Ximénez de Sandoval. a Don Juan de Borbón, que es, tal vez, de todos los personajes de la realeza europea, el que tiene un sentido más profundo de la dignidad y de la majestad. Hecho este paréntesis, la Reina Federica, que no REDACCIÓN, ADMINISTRACIÓN Y TALLERES: SERRANO, 61- MADRID MEMORIAS DEL AMOR Y LA ESPERANZA cree más que en una aristocracia, la d e l espíritu, que se encuentra lo mismo en los ricos que en los pobres resume así su idea sobre un punto cardinal; En la práctica (en nuestro mundo occidental) lo único que se predica y se enseña es el materialismo. En vez de luchar por alcanzar la excelencia y buscar los más altos valores humanos, nos esforzamos en ganar más dinero, en construir hoteles cada vez mayores, carreteras más ancha? y largas, casas más amplias y con más adelantos. Se creía que la democracia mantendría en el hombre los más altos ideales, pero el ejemplo de nuestras vidas es absolutamente materialista y, por ello, muchos jóvenes nos consideran unos hipócritas y no aceptan la autoridad de las personas mayores. La Reina habla, en fin, con palabras muy poco burguesas, de una crisis religiosa que tardó en superar. De pronto- -escribe- -perdí la fe en mí misma y en Dios. Sentí que la vida era algo horrible. Aunque por entonce yo tenía poco más de treinta años me preguntaba constantemente por qué razón tenía que sufrir tanto la Humanidad. Las viejas preguntas piden siempre una respuesta. ¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos aquí? La Reina, desasosegada, con esa tremenda angustia tan actual que zurra y acardenala el alma, inicia la búsqueda intelectual de la verdad. Las ideas que vierte y desarrolla sobre Física y Filosofía, aunque tal vez tengan un punto de heterodoxia religiosa, son interesantes, en ocasiones originales, siempre sorprendentemente profundas. Y el Rey Pablo se muere. Desgarrada por un inmenso dolor, la Reina recrea los últimos días de los enamorados: Mi espíritu vacilante lanzó un grito al infinito: ¡Palo, amor mío, no me dejes! Pero esta historia de amor que es el libro y la vida de la Reina Federica no va a terminar. Antes del tránsito, Pablo dirá a su Reina amada: Te llevo en mi corazón para la eternidad. Siempre estaremos juntos. No hay separación. No hay más que un camino que tú y yo conocemos. La muerte no es el fin. El amor supera esa incierta frontera para continuar al otro lado del gran porta lón angustioso. Se completa así la parábola iniciada para los que ya antes de nacer se amaban, con la esperanza estelar para después de la vida, condensada en el verso clásico: Serán ceniza, mas tendrá sentido- -polvo serán, mas polvo enamorado. Durante la Guerra Mundial, Federica de Grecia, una de las muchas veces que tuvo que separarse de su marido, se fue llorando en un avión militar. Un joven soldado norteamericano, que no la conocía, la miraba sin cesar y le ofreció en silencio unas revistas. Muchos años después, la Reina, en visita oficial en Estados Unidos, recibió una caja con una sola rosa dentro y una tarjeta sin firma que decía: Para la joven que lloraba en un avión. Los escritores no sabemos ofrecer otras flores que las de las pala- J bras. Por eso yo pongo ahora este tímido ramo de rosas y letras a los pies de una Reina que ha escrito un libro lleno de amor, de dolor y esperanza. Luis María ANSON

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