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ABC MADRID 06-02-1972 página 135
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ABC MADRID 06-02-1972 página 135

  • EdiciónABC, MADRID
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halló jamás restos de hombres que habían fracasado por llevar los ojos en el colodrillo o la boca demasiado lejos de la nariz para no darse cuenta de que su presa estaba podrida, u otras fantasías semejantes? El papel que se suele dar en estas coas a la evolución no pasa de ser producto de un 5 por 100 de imaginación y un 95 por 100 de hipótesis erigida sobre un prejuicio científico. Cuentan que Euler (que estaba a la sazón leyendo un libro precursor del que estamos comentando) durante una cena con su mujer le preguntó: ¿Crees tú que si unas lechugas, aceite, vinagre, sal y unos huevos duros flotaran en el espacio, el azar sería capaz de hacer una ensalada como ésta? y contestó ella: (No tan buena! El Segundo principio. Para ma página, la objetividad de la naturaleza. Pero ¿qué hay de más subjetivo que un proyecto como no sea un sueño Y ¿qué pensar de la persistencia, el tesón de la célula en la solución inerte ¿No nos recuerda la tenacidad del animal, aun del más chiquito, a seguir su camino, el suyo, no el que le queremos imponer? tema hasta poder argüir que en el sistema así ensanchado el balance de las calorías se ajusta a las exigencias del segundo principio. Así que quizá se pueda justificar el Partenón por un enfriamiento suficiente de Atenas. Porque no se puede limitar el problema a un mero balance calorífico de cantidad de calor. De lo que se trata, como mantener científicamente tales opiniones es menester habérselas con el segundo principio de la termodinámica. Claro que el autor se da cuenta perfecta de ello, y ya desde la página 31 se ocupa del asunto, describiendo un experimento micrométrico (un milímetro de agua, unos miligramos de glucosa y de ciertos elementos químicos escogidos, y, por último, lo esencial, una bacteria, o sea la vida. En treinta y seis horas, hay en la solución varios millones de bacterias. ¿Qué pasa con el segundo principio? Pues sí. Todo se ha hecho en un calorímetro, el cual acusa que se ha pagado como es debido la deuda termodinámica que corresponde a la operación (Viva el microscopiol Pero queda la integridad. Y M. Jacques Monod es hombre íntegro. Sin embargo, nuestra intuición física se queda muy conturbada... porque... este proceso se tuerce y alabea orientándose en una dirección exclusiva: la multiplicación de las células. Las cuales utilizan la termodinámica... ¿A ver quién adivina para qué? pues para llevar cabo con la máxima efíiencia el proyecto, para realizar el sueño de toda célula: llegar a ser dos células. Apenas, pues, en camino, a estamos llevando a cabo royectos y realizando sueíos, y esto se llama, en la mis- su efecto, si no en su esencia, el segundo principio de la termodinámica. Por el contrario, la vida tiende siempre hacia más orden, diferencias, jerarquías; y la evolución de la vida consiste en un movimiento ascendente desde la ameba hasta el cerebro de los grandes genios creadores y sus obras; movimiento que contradice al segundo principio de la termodinámica, y contra esta contradicción se estrellan impotentes todas las sutiles ingeniosidades de los biólogos que se obstinan en reducir su ciencia a la físico- química. Sostener que el azar y la necesidad actuando sobre la naturaleza inerte vayan a dar la Novena sinfonía es una locura que ya en sí, como idea loca, no puede ser hija del azar y de la necesidad, ya que la carencia total de imaginación que padecen el azar y la necesidad es un hecho tan patente que no ha menester ser científico. Aquí es, pues, donde llega a su cumbre el prejuicio científico. El principio de Camot Boizmann afirma que las cosas, de por sí, van de lo menos a lo más verosímil. Si al salir de mi cuarto lo dejé en desorden y al volver encuentro cada cosa en su sitio, sé que alguien ha venido a hacerlo o sea, que sobre mi cuarto ha actuado una inteligencia- voluntad. Si antes de que surgiera la vida en nuestro planeta sólo reinaba en él el orden natural, y si ahora encontramos las catedrales, las bibliotecas, las sinfonías, las sociedades humanas, es porque una y muchas inteligencias- voluntades han actuado sobre ello. Sostener que la civilización y la cultura, cuyo propósito es reducir la parte del azar y de la necesidad, sean hijas del azar y de la necesidad, no puede deberse más que a un curioso empeño de ir contra la evidencia. En cuanto a que el desorden político, la guerra, la revolución, la huelga, no tengan nada que ver con el desorden tal y como lo entiende Boizmann, es tan evidente que ni discutirlo ha menester. Salvador DE MADARIAGA De la Real Academia Española Cuentan que Euler (que estaba a la sazón leyendo un libro preoursor del que estamos comentando) durante una oena oon su mujer le pregunto: ¿Crees tú que si unas leohugas, aceite, vinagro, sal y unos huevos duros flotaran en el espado, el azar será capaz de haoer una ensalada como ésta? Y contestó ella: No tan buena! Esta es la inquietud, la inseguridad que induce a los biólogos a confinar sus tratos con el segundo principio al puro aspecto calorífico. Ante un fenómeno claramente contrario al principio sagrado en el seno de un sistema vivo, ensanchan el sislo ha probado Boizmann, es de orden o desorden, o sea, de calidad de orden. L A naturaleza física, sin más, tiende siempre hacia más desorden, igualdad, uniformidad. Tal es en

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