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ABC MADRID 06-02-1972 página 112
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ABC MADRID 06-02-1972 página 112

  • EdiciónABC, MADRID
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y poesía, cada día De la amplia sinfonieta que José Hierro dedica a Beethoven recogemos hoy los movimientos -primero y último. El brillante allegro inicial y el mismo tema, reapareciendo con tonos notablemente más sombríos, en el allegro final LAS BELLAS AETES SINFGNIETA A UN HOMBRE LLAMADO BEETHOVEN ALLEGRO En Viena, un hombre sordo, un hombre melancólico, solitario, enamorado, soñador... Un hombre ya viejo que había creído con toda s, u alma, con todo el ardiente volcán de su vida en Bonaparte, en las ideas de la Revolución francesa... Un hombre decepcionado... Un hombre, en Viena, derivando a la muerte... Un hombre, sencillamente... Tuvo fe en el Gran Goethe, en la Alegría, en el Amor, en la Belleza, en la Verdad, en la Amistad, en todas aquellas esfinges que estaban barriendo 3 e sobre la tierra Dios sabe qué vientos, qué signos, cmé rayos maléficos. Cuando la boca de amapola, cuando la mano primavera le besaba, le acariciaba, Schiller, hermoso y juvenil, Schiller montando su potro florido le iluminaba el corazón. Tuvo fe, lo sabéis, en el Júpiter fuerte y sereno de Weimar. Tocó la mano de oro y mármol de aquella hermosa estatua viva. Una marea inesperada deshizo el barro de los pies de Zeus fue que se apartó del camino, que destocó la cabeza del mediodía cuando pasaba un aristócrata) Y lo mismo con la Alegría, y con Julieta, y con Bettina, y con lo que era suyo. (Schiller había muerto hacía tiempo. ALLEGRO FINAL Estaba a punto de alcanzar 1 gran silencio. Acariciaba el terciopelo, de las olas, los metales de la distancia. Entornaba la medianoche sus claros párpados de agua. Y, de pronto, resucitáis. Y, de pronto, asaltáis murallas, devastáis con hacha y antorcha, sombras transidas de nostalgia. Era todo maravilloso hace un instante. Planeaba por el espacio, sin más roce que el de la estrella, sin más a las que la negrura, sin más hora que la hora eterna de las almas. Y, de pronto, resucitáis. Algo- ¿fue un trueno, un mar? -estalla desde el tiempo, desde los hombres, desde el fuego que los abrasa. Calor, tañido a medianoche, en Viena... Un hombre, con la espalda encorvada por muchos bronces, de pesadumbre... En Viena... Ramas y arpas acunan el ayer que él acunara con sus lágrimas. En Viena, un hombre sordo, un viejo melancólico, el que adoraba a la Alegría, un solitario, un hombre que había creído con toda su alma, con todo el ardiente volcán de su vida... un hombre desnudo que había dudado y erraba por lo secreto y callado y helado y oscuro para olvidar lo que a golpes de espuma le habían robado las aguas, Un solitario buscando en los hombres al hombre, al hombre en sí mismo, una página en negro... ¿quién besa al que es hoy, al perdido jamás recobrado? ¿Quién roba su luz remansada a estl estatua Estos rostro tuvieron un nombre. Ya son ardientes ajenos. Este hombre pisaba la lumbre del mundo, y hoy pisa la noche del mundo Quiere llorar, y el silencio le abrasa las lágrimas. Estabais aquí, y acechabais detrás del silencio, ardientes ajenos, cubiertos los rostros de máscaras, árbol de gozo que arroja una sombra de olvido y tristeza, mina del mismo metal que sonara en su alma... En Viena... aquí estabais, poniendo un cadáver en pie hundiendo un cuchillo en su carne apagada. osé MEREO

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