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ABC MADRID 28-01-1972 página 96
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ABC MADRID 28-01-1972 página 96

  • EdiciónABC, MADRID
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E! Monarca desaparecido, Federico IX de Dinamarca, besa a su hija, ia entonces princesa Margarita, hoy Soberana de los daneses, el d ía de su boda. A la derecha, la Reina Ingrld. En unos países sucede al Soberano el mayor de sus consanguíneos, como ocurre en Arabia, en Jordania, en otros sultanatos y emiratos arábigos, y hasta nace pocos años entre los. Beys de Túnez; pero en otros países sucede el hijo primogénito, y sólo cuando faltan descendientes, acceden los colaterales. Lo esencial- -repetimos- -es la predeterminada fijeza en el orden de suceder. Contrasta esa admirable ventaja política, que hoy hace de la Sucesión de Dinamarca un Duro y simple trámite, con el espectáculo reciente de la Sucesión en la Presidencia de la República de Italia. Mas de veinte votaciones (como en la elección del presidente que ahora terminaba su mandato, que creo recordar también fueron petate o más) componendas de partidos, y aun de facciones internas dentro de cada partido. Controles como el que aplicaban las consignas de abstención. para los representantes de algún grupo, dándose el contraste de que aquellos que habían merecido la confian? del electorado no merecían la confianza de los otros parlamentarios de su misma facción; etc. etc. Todo un vivo contraste, en fin, entre ambos recientes casos sucesorios. Y quien recuerde elecciones como la de Mr. Joseph Laniel, en Francia, casi treinta, de las que, al fin, agotados los parlamentarios reunidos en Versalles surgió por transacción, que tenía mucho de marchandage aquel tercer hombre y discreto presidente que fue Mr. Rene Coty, comprenderá que el contraste entre la Sucesión Monárquica y la República es inmenso. A condición, repetimos, de que exista fijeza predeterminada, de acuerdo con normas tradicionales. Pues, en tal materia, las innovaciones resultan peligrosas o aventuradas. Queremos decir que tal ventaja (no la única de la Monarquía, pero sí una de las más importantes que ofrece) se anula en el momento en que se crea una nebulosa informativa y deformativa. Se precisa la educación cívica incluso entre aquellos mismos allegados de la Familia Real. Pongamos un ejemplo: en el curso de siglo y medio hemos visto en cuatro países de Europa la porfía sucesoria entre la hija mayor de un rey y el hermano que seguía en edad a dicho rey. Primero en Portugal, donde fue conflictiva la porfía entre la Reina Doña María II da Gloria y su tío el pretendiente Don Miguel. Después en España, donde fue aún más conflictiva, y aun reiterada, la porfía entre la Reina Doña Isabel H y su tío el pretendiente, llamado Carlos V por los carlistas. Cuatro años más tarde, en 1837, vemos en Inglaterra un tercer ejemplo: sucede a Guillermo IV la huérfana de su tercer hermano, la Reina Victoria, frente a las pretensiones de su cuarto hermano, que queda sólo como Rey de Hannover (en virtud de la Ley Sálica vigente en dicho Estado germánico, unido más de un siglo a Gran Bretaña por unión personal durante cinco reinados) Y en cuarto lugar ahora hemos visto en Dinamarca que durante muchos años fue sucesor presunto del Rey Federico IX su hermano el Principé Knud, hasta que una Reforma Constitucional permitió la accesión femenina, que dio lugar a que la mayor de las hijas del Rey le suceda ahora en el Trono, incontestada, indiscutida, ni por su próximo pariente el Príncipe Knud, ni por nadie. Son cuatro ejemplos de cuatro sobrinas que preponderaron frente a cuatro hermanos de sus respectivos padres, en cuatro países, en los que la porfía tuvo matices harto diversos: Gran Bretaña y Dinamarca, los dos más recientes, dan un ejemplo de madurez política, entre los subditos y entre los miembros de la misma Casa Real. Portugal y España ofrecieron, por el contrario, resistencias que c o s t a r o n sangre- -mucha sangre en el caso de España- -y que deben de servir de advertencia aleccionadora para la evitación de toda porfía un futuro puramente hipotético. Porque lo importante es que tales porfías no alteraron el lógico curso de la Historia, y en los cuatro casos prevaleció el mejor derecho, lo que debía prevalecer, en dos casos incruentamente, y en otros dos con conflicto. La regla histórica es que las ambiciones fuera de lugar resultan propicias a argumentos de dramas de Shakespeare: Macbeth Ricardo m etc. Acaban de venir a mi pluma dos ejemplos referentes a los dos países que he proclamado como política, cívica y dinásticamente ejemplares: Macbeth fue Príncipe de Dinamarca y Ricardo i n Rey de Inglaterra. La consecuencia es clarísima: aquellos países, hoy ejemplares en la fijeza predeterminada de su sucesión dinástica y de su constitución política, fueron tan bárbaros como aquellos del principio de nuestra Reconquista. Aquellos fratricidas de Peñalén o posteriores del Campo de Montiel- -por ejemplo- Pero luego fueron progresando en su respeto al Derecho prefijado. Igual que fueron inquisitoriales los siglos de guerras de religión aquí y allí: pero ellos fueron progresando en su respeto a la oposición discrepante, al par que constructiva o colaboradora, a la que dieron el nombre de Oposición de Su Majestad Es importante la común aceptación de tal Majestad, bajo cuyo acatamiento o principo fundamental, la discrepancia lógica es aceptada y respetada. Dinamarca, ¡admirable país! Cinco veces allí estuve y la medida de su fidelidad al Rey extinto me la da la crónica del corresponsal de ABC, que informa sobre la unánime reacción de pesar, de dolor, que se manifiesta en los semblantes de las gentes ¡Pesar y dolor en el semblante de las gentes con más sentido alegre y de humor! Recuerdo mi primer viaje en 1954, tras el cual tuve que ir a Oslo, donde nuestro embajador, el extraordinario Aldasoro, ya fallecido (cabeza de dinastía de embajadores, pues sus hijos lo son hoy día de España en el Congo- Kinshasa) me decía comentarios agudísimos. Comentábamos que en todas partes del Sur resulta humorista y alegre con respecto al Norte: éüo lo vemos en España igual que en Italia, donde un Norte con seriedad y generalmente mayor industrialización, contrasta con un Sur más agrícola y subdesarrollado, pero pletórico de vital alegría. Lo vemos en Francia, donde con-

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