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ABC MADRID 13-01-1972 página 41
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ABC MADRID 13-01-1972 página 41

  • EdiciónABC, MADRID
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A B C. J U E V E S 13 DE ENERO DE 1972. EDICIÓN DB LA SUSANA. PAG. HUGO BALL Y LA INTELIGENCIA ALEMANA Es presumible que en 1919, cuando publica su Crítica de la inteligencia alemanas, Hugo Ball no detectara las direc trices que habían de desconformar en seguida él orden de Versalles. Tras la Universidad y el primer frente de guerra, huye a Zurich, donde funda y dirige (ahí estaban Tzara, Arp, Marcel y Georges Janeo) el Cabaret Voltaire y el dadaísmo. Trasladado a Berna, y a petición de Schickele, escribe su Crítica al tiempo que comienza a padecer una fuerte fase de exaltación religiosa. Sin embargo, SK catolicismo místico quizá no fuera más que un dadaísmo bautizado v ol modo de un collage dadaísta mezcla figuras y tradiciones opuestas en su intento de elaborar una crítica de la ideología alemana, a partir de la acusación de culpabilidad en el estallido de la guerra, que debe ser extendida sobre toda la historia espiritual de la nación alemana, desde la Edad Media Ball, como Humboldt y después de él Bloch y Lukács, subraya que Alemania equivoca su camino en las revueltas de los campesinos de 1524 y 25. Lutero y la Confesión de Augsburgo, en contraposición a Münzer, destilan la conciencia y se la entregan al Estado con su capacidad y libertad. Los intelectuales procedentes de familias protestantes y de las instituciones bibliotecarias creadas por el luteranismo, que fueron los portadores de la filosofía alemana, convierten el idealismo en ese gabinete secreto en cuyo techo ondeaba la bandera de la razón, mientras que en su interior se arrojaba una máscara de cloroformo sobre él rostro de la nación Ball se deleita observando cómo el Romanticismo quiebra en Alemania la tradición de 1517, y leyendo esta oración que Goethe envía con una copa de vino a Hegel: Lo absoluto es muy aconsejable para la aceptación amistosa del fenómeno original. Si los intelectuales alemanes hegelianos persiguen dos objetivos: la libertad y la poderosa unidad nacional al mismo tiempo, al considerar que caracteriza la nueva Alemania la falta de una tradición de libertad (se llamaba a Goethe un vasallo en verso- y a Hegel un vasallo en prosa la única cuestión por ventilar era saber quién aceptaría el Imperio: Prusia o Austria, y cómo se unirían dos aspectos tan distintos como la perezosa grandeza romántica de la Alemania prenapoleónica y el ágil mando de los autocráticos militares prusianos A pesar del shock que le produce la catástrofe de 1914- 18, Ball deja ver, como apunta Kaltenbruner, las esperanzas y pasiones de la generación expresionista: el apasionamiento münzeriano de Bloch, la inteligencia libre de Mannheim, la negativa de Marcuse, la destrucción de la razón de Lukács y la dialéctica negativa de Adorno. -Ramón PEDROS. MIS AMIGOS MUERTOS De Juan Ignacio Luca de Tena Editorial Planeta. 338 págs. Diciembre 1971. Por Pedro Rocamora UAN Ignacio Luca de Tena acaba de publicar un libro de melancólico título: Mis amigos muertos La sugestión, el atractivo de toda obra literaria, se justifica en una doble vertiente: la personalidad de su autor y la esencia y calidad del trabajo. En cuanto a la primera, creo que la figura de Juan Ignacio Luca de Tena encierra una. lección y un símbolo. Ha sido, y es, su vida, lección de enfrentamiento a n t e las situaciones más difíciles, con ánimo deportivo. Su conducta en los tristes años de la República española es el mejor paradigma de una actitud caballeresca. L a s luchas medievales de los torneos tenían algo de olimpíada. No se podía combatir en ellos si no se contaba con las condiciones- -destreza, agilidad- -de un buen jinete. Es decir, que primero había que saber cabalgar- -ser buen caballero- Lo de pelear venía después. Juan Ignacio Luca dé Tena ha actuado siempre tan señoriahnente en su vida que ha desconcertado a sus adversarios políticos. Azaña, excelente escritor y agrio gobernante, reaccio- no torpemente ante la gallardía- -en la actitud, la palabra y la acción- -de Juan Ignacio Luca de Tena. Para muchos jóvenes de entonces la valentía de éste fue un ejemplo de virilidad, de firmeza, de valor. A los que, como yo, combatimos en las filas de su misma ideología política, su gesto nos sirvió de estímulo para nuestra rebeldía contra aquel régimen sectario que- -en vez de gobernar para todos los españoles- -servía los intereses de un grupo, pisoteando a cada instante las libertades de la persona humana. Veo a Juan Ignacio, en aquellos años, dentro de un vértice de pasiones, de odios, de hostilidades implacables. Y le descubro optimista, decidido, casi risueño. Diría que hasta contento por tener algo noble y sagrado que defender e Incluso, si llegaba la ocasión, por lo que morir. Era una época en que la vida en peligro reclamaba sus derechos. Y en ella- -como diría Spengler- -sólo contaba el hombre capaz de arriesgar algo: egoísmo, intereses, vida. Pero además se da en Juan Ignacio el mejor símbolo de una de las más raras virtudes humanas. El, que es un excelente dramaturgo y un actor formidable, simboliza en su vida personal la antítesis de la teatralidad. Todo en él es verdadero. Con pocas gentes me he encontrado en la vida que den la dimensión más veraz de un hombre auténtico. Su antho espíritu liberal le hace comprensivo con la opinión ajena. Paraf ráseme! o el juicio de J CRÓNICA SEMANAL de las IETRAS José María Fernán en su admirable prólogo, puede decirse que Luca de Tena es el español que siendo autor dramático, periodista, marqués, académico, hombre de grandes éxitos sociales y gran jefe de un diarlo da máxima circulación, ha conseguido ttfener amigos en todas las zonas de la vida española. De ahí la importaxutfí el Interés documental, de sus reeae dos. Fácil para el perdón, en sus posibles choques con la incomprensión de los demás él sabe reaccionar generosamente, tratando en todo Instante de comprender y de olvidar. Hasta aquí el autor. Su obra, un trozo vivo, caliente y palpitante de historia, española. Las figuras más r presentativas de este siglo aparecen allí descubiertas, apresadas, por destreza literaria de una pluma que sabe hallar, entre los hechos más corrientes de la vida, ese toque mágico del interés humano, que todo lo sublima y ennoblece. He aquí la empresa del hombre de buena ley que sabe caminar por el mundo poniendo el dulzor de la tolerancia entre las hieles del resentimiento. Creo que Juan Ignacio- -que hará felices a sus lectores con este libro- -lo ha sido él también escribiéndolo. Esa inefable tristeza que da el sentido efímero de la existencia, la ha matizado hasta el máximo para que llegue al lector, no el dolor de las espinas del rosal de la vida, sino tan sólo su perfume. Porque había el riesgo de que el aliento mortal que tiembla, como un presagio de finitud en las cosas más bellas, oscureciera de sombras su relato. Y afortunadamente no es así. Un eje de humor muy sevillano se diluye a través de los treinta y siete capítulos de este libro. Si a Sócrates le acompañaba un demoni familiar, Juan Ignacio tiene un ángel andaluz que le tutela y itiiitii

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