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ABC MADRID 05-01-1972 página 3
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ABC MADRID 05-01-1972 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA M ADR I D FUNDADO EN 190 B POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC de lo desvanecido una parcela de nuestra sabiduría. Y ni siquiera los profesores del saber almacenado (quiero decir los eruditos) se libran de esta dinámica inexorable, que invalida cualquier reproche a quienes, en un momento dado, se les echa en cara no retener el nombre de un rey visigodo, pongamos por minucia onomástica acreditativa de un saber meramente escolar. Olvidar es, pues, probablemente, una descarga higiénica del intelecto; una eliminación de lastres excesivos. La amnesia se convierte así en una necesidad irreversible del ánimo. Pero existe otra amnesia que pudiéramos llamar generacional. Cada grupo humano, en la cabalgata de la Historia, es sujeto y objeto de una experiencia privativa. Promociones hay que apenas presentan, en lo colectivo, huellas dolorosas. Otras, en cambio, ostentan cárdenas cicatrices en el cuerpo y en el alma. Pues bien, en uno y otro caso, el hecho capital es que la experiencia es, como los billetes de ferrocarril, personal e intransferible Nuestra conciencia generacional funcionó independientemente de las vivencias de nuestros padres. Más: todos sabemos que toda actitud juvenil es, en principio, una actitud contra Las generaciones que nos han seguido procederán, pues, prescindiendo deliberada y obstinadamente de cuantas normas intentemos hacerles llegar en nombre de nuestras experimentales vivencias. La H i s t o r i a- -digámoslo de una vez- -no es acumulativa. Y cada generación inventa su propia historia, porque es, en la rotación de los tiempos, una actitud de recién nacido. En este sentido, pues, declaramos que la amnesia es factor de Historia. Si, como ejemplo, analizamos el esquema cronológico de las grandes conflagraciones europeas, advertiremos que, por regla general, cada guerra ha sido desencadenada cuando entró en fase de decadencia vital la promoción que vivió la penúltima pe- R E D A C C I 0 N ADMINISTRACIÓN Y TAL I E R E S SERRANO, 61- MADRID S I yo escribo aquí que la amnesia es un factor de la Historia, ¿no parecerá remedar a aquella pléyade de charla tañes trascendentales que, bajo la luminosidad de la Grecia tlásica, inventó la palabra sofisma? Puesto que, ciertamente, la Historia es la memoria misma, el recuerdo escrito convertido en lección perdurable. El historiador esj en efecto, el primer gladiador contra el olvido; quien recoge con desesperada codicia la brizna del documento a punto de consumirse o la parcela de polvo que declara que allí- -en esa nada- -se alzó una enhiesta columna, una arquitectura de armonioso y sólido splendor. Sí. Con esa sombra de realidad inicia el historiador la tarea de resucitar ante nuestros ojos lo que, fugitivamente, sepultó el olvido. Puesto que el tiempo gira sobre la existencia, como la rueda celeste voltea con lenta majestad sobre nuestras cabezas, robándonos minuto a minuto nuestro vivir, tal como rezan los versos leoninos cuando descubren al hombre entregado al sueño, mientras: el cielo vueltas dando, las horas del vivir 1- e va hurtando. DIALOGO DE MEMORIA Y OLVIDO Huella de esta lenta devastación son las ruinas. Por eso las ruinas han sido para barrocos y románticos tema de melancolía y meditación. Declara, en efecto, la vertical caída en tierra, la fragilidad del quehacer de la humana criatura, que se derrumba al soplo invisible de las fuerzas naturales. Dejad una edificación a la intemperie y la veréis corroída por los ímpetus oscuros y soterrados de las raicillas de apariencia innocua o de los insectos de tan minúscula agresividad. Van, pues, esos roedores minando literalmente la soberbia del edificio, que, vaciado en su entraña, se desmorona con lenta e irreversible agonía. ¿Queréis un ejemplo a magnitud más señera? Recordad cómo las catacumbas cristianas fueron Socavando la materia y el espíritu de la Roma augusta, que un día se vino abajo porque las diligentes larvas del subsuelo, que sustituían la carrera de los honores por una escala de preeminencias cuyo remado no era de este mundo, habían vaciado los fustes de las columnas que sostenían el soberbio e imperial edificio. Digo, puesi- -si seguís en el hilo de mi palabra- que la amnesia es un factor de la Historia, soslayando el sentido sofístico que aparentemente acompaña a esta afirmación. Puesto que el hombre si es, por una parte, una admirable máquina memoriosa, es, por otro c o s t a d o una inexorable fábrica de olvidos. Si, contra lo que dice el proverbio, reconocemos que el saber sí ocupa lugar cada adquisición de nuestra mente desplaza al desván ripecia sangrienta. Y así, a las n u e v a s trincheras marcharon a r e a l i z a r su tremenda experiencia vital y mortal grupos humanos que no tenían memoria porque la transmisión de la experiencia anterior no había sido posible. De ser posible, la Humanidad no hubiera tenido más que una guerra: la de Caín y Abel. Todo río- -juguemos la inmortal metáfora heraclitana- -empieza siendo catarata breve, blanca espuma, alegre caminar de las aguas. Corre la fluvial alegría haciendo juego con los meandros y las angosturas. Salta en relámpagos de plata; se empenacha de blancos remolinos y se deja caer en las presas, que no pueden contenerlo. Acarrea ya limos cenicientos que enturbian sus espejos. No importa. Lo que vale es el ímpetu. Lo que cuenta es la capacidad de. arrastre, la furia con que se superan desniveles y escollos. Entra luego el rio en más paladinas horizontales. Se remansa en lagunas, sosegándose; se abre a cauces más hondos y dilatados. La corriente no es ya un alboroto de nácares. Se abre en abrazo. Recoge, con lenta morosidad, la hermosura vegetal de las orillas. Quisiera, ya, aminorar su marcha; pero no puede. Le gustaría- ¡oh si pudiera! -detenerse del todo. Ser inmóvil, como lo es el espejo del cielo, salvo las nubes, que no son nada; salvo las estrellas, que lo son todo. No hay parada. La lenta majestad del río va progresando, ineluctable, hacia la mar. No hay remedio. Y ya cerca de la desembÜ cacadura recuerda con nostalgia cuando era catarata pequeña, risa de plata adolescente movida entre los guijuelos. Mira hacia atrás con el catalejo de la memoria. Quisiera prevenir al río infante de lo que vendrá después. Es inútil. La lenta voz del agua remansada junto al mar de la muerte no alcanza a enhebrarse en la algarabía del agua niña. El bebé requiere para el cuidado de su pie! Este es el juego trascendente y eterno, el diálogo dramático entre Memoria y Olvido. Contempla, inquieta y aterrada, la generación de los séniores cómo los júniores se aprestan, con patética resolución, a correr unos riesgos que no son, en manera alguna, hipotéticos. Pero que de ningún modo puede conocer la inexperiencia juvenil. Y es ineluctable que ese azaroso camino habrá de ser recorrido. Prolongar la acción de la memoria, hacerla medicina preventiva, intentar transmitir precauciones o cautelas son otras tantas tareas que la generación provecta podrá intentar, sin que obtenga otra cosa, con toda probabilidad, que extenuarse una inútil fatiga. Esto es así. Y acaso, fatalmente, tenga que ser así. Guillermo DIAZ- PLAJA De la Real Academia Española Consulte a su Médico

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