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ABC MADRID 18-04-1970 página 124
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ABC MADRID 18-04-1970 página 124

  • EdiciónABC, MADRID
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-Como volviéramos a las once de la noche sin permiso nos la cargábamos... -Eramos seres responsables... Es cierto. Nadie levantaba la voz ni volvía tarde y la gente era mucho más responsable que ahora. Eso no es culpa de los miifViqffong de noy, tan parecidos a los de entonces- -nada hay nuevo bajo el sol- sino de sus directos ascendientes. Los hombres y mujeres de cuarenta y pico de años que fueron criaturas con el padre en el frente, la familia dividida y acunados entre ruido de bombas, los que crecieron en un clima de ansiedad; educados en el temor y con poco dinero por unos progenitores demasiado preocupados- para mimarles, que se veían negros para llevar comida a casa; estudiantes conscientes de que su titulo universitario era la única forma de sobrevivir en un mundo deshecho, se han convertido, con los años, en los padres más blandos de la historia. Tímidos, dudosos de la actitud a tomar, incapaces te dar cara a una situación difícil, empeñados en educar a sus hijos como eternos niños, sin autoridad, sin saber muy bien lo que tienen que hacer aparte de consentirles, mimarles e impedir que se hagan adultos a fuerza de protección. 1 hombre que hizo toda la carrera en clases nocturnas porque tenia que trabajar durante el día para costearse los estudios, consciente que su hijo, sano y perfectamente capaz, repita año tras año segundo de Derecho, limitándose a indignarse durante cinco minutos todos los juntos y todos los septiembres cuando salen las listas. -Parece mentira. ¡Si supieras lo mucho que me cuesta sacarte adelante y cuánto he tenido que trabajar durante toda mi vida... Y ¿cómo lo va a saber el pobre chico? Sólo sabe que has lo que haga seguirá en su casa, alimentado, vestido, mimado y agasajado. Su madre le tendrá la comida a punto suspenda o apruebe; la cama preparada sean cuales sean sus notas; el dinero en el bolsillo, aunque jamás en su vida sea capaz de ganárselo, y en principio todos los lujos y comodidades, psqueños o grandes, a los que ha llegado su padre luego de muchas horas de dura labor. Es normal que se esfuerce poco. lia infancia es una etapa agradable, luminosa, sin responsabilidades. ¿Por qué no prolongarla durante toda la vida si los padres nos lo permiten? Seguro que ellos tampoco hubieran hecho nada de haber estado alimentados de balde por nuestros abuelos años y años... Que no se quejen pues... Tienen razón. El estudiante eterno obraría de otra forma teniendo limitada su época de universidad; si al cabo de un corto número de años y al no progresar en sus estudios tuviese que buscar un trabajo remunerativo o marcharse fuera de su casa y arreglárselas de alguna forma. Pero está bien seguro de que su padre no será jamás capaz de tratarle como adulto; puede ser eterno universitario, eterno niño m i m a d o de mamá, cursos y cursos, siempre. Demasiada tentación para el pobre ser humano, mimado, excesivamente protegido, en que le ha convertido su familia. Es agradable la vida del estudiante que no estudia, con sus lindas compañeras de clase y las largas vacaciones de verano; hermosa la existencia de adulto cuando se sigue siendo un niño para las responsabilidades; lo bastante grande para salir ds noche y aún suficientemente pequeño para vivir de papá... ¿Cuántos casos conocemos todos? Pocas muchachas de esas que qnftnw el Madrid la nuit con sus minifaldas y pantalones rutilantes, los ojos cargados de rimmel y abrazadas a sus compañeros de unas horas estarían allí a las cuatro de la madrugada si cinco horas después tuvieran que trabajar, como es normal y sano en los adultos. Pero a ninguna le dice su madre cuando vuelve un sábado de madrugada, no se sabe de dónde, poco firme sobre su tacones de raso: -1. a libertad hay que ganársela, guapa. Mañana te buscas un buen empleo que te permita comer, vestir y pagarte una habitación, y si entonces tienes ánimo de salir todas las noches a bailar, allá tú. Sólo cuando seas capaz de ganarte la vida puedes elegir la manera de vivirla... Pero la generación anterior está cansada. Fueron difíciles sus comienzos, no quiere conflictos, prefiere que sus hijos estén en casa que verles independientes en seguida. No sabs imponerse cuando son mayores igual que no supo darles una bofetada cuando eran pequeños, cuando aún era tiempo. Se empeña en ponerse a su altura para presumir de joven sin conseguir más que hacer el ridículo. De ellos es la culpa. Del padre que no exige trabajo y responsabilidad desde la adolescencia; de la madre que luego se queja porque su hija no ayuda en la casa y se pasa el día pintándose los ojos y hablando por teléfono: -No es capaz ni de egharae una mano para fregar los platos... Jamás se hace ia cama antes de salir... Algunos padres de ahora no son del todo culpables. De niños han vivido una guerra, fueron jóvenes en una Europa austera y gris, tuvieron que luchar para todo, están cansados. Sólo saben entendérselas con niños, y por eso tienen en casa eternos niños cuyas barbaridades castigan como travesuras, cuyos disparates les parecen leves, cuyo egoísmo lo achacan al ambiente, o a la inmoralidad reinante, o al exceso de libertad para na culparse a si mismos únicos responsables a menudo de la crisis juvenil. Deberían explicar a sus hijos, de pequeños, que sólo serán libres cuando se ganen la vida y hayan llegado a mayores de edad: Si trabajas te pagarán por ello y entonces podrás hacerlo. E s t a b l e c e r como norma que todos los adultos que viven en casa de sus padres contribuyen a su manutención con una parte del sueldo una vez terminados, a su tiempo, los estudios. Las mujeres que viven juntas, por mucho parentesco que les una tienen que dividir en partes iguales los trabajos caseros. Y programarlos bien para que no impidan las otras actividades. Al llegar a la mayoría de edad todo el mundo debe estar andando su camino: trabajo, carrera, investigación, empleo fijo; ya no es época de estar probando, ensayando, dudando. A veces es terrible. Un hijo sale alcohólico, ladrón, homosexual, o seguidor del loco Manson en la caliente Califcrnia: son casos perdidos y la mayoría de las veces sin remedio. Entonces no es culpa de nadie. Pero de la niña que luego de dos años de correr las boites con cien vestidos y cien acompañantes distintos se escapa con un hombre casado, si. P o r q u e en su casa la han dejado ser ociosa y frivola como una perriía de lujo, y éstas muchas veces se encaprichan del perro callejero que llega con el lechero cada mañana. Y del chico que vive hace cuatro años en Madrid estudiando su primer curso de carrera sin aprobar ninguna asignatura, al que se está pagando la residencia a fuerza de privaciones y trabajo desde una oscura capital de provincia, cuando lo pescan una tarde fumando marihuana en un apartamento alejado también es culpa de sus padres. Debsría llevar ya mucho tiempo sin ninguna ayuda familiar y obligado por tanto a trabajar para comer. Los jóvenes de hoy son como niños, y eso pasa en todos los países, en todas las clases sociales. Pero se creen adultos y tratan como juguetes las cosas más peli-

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