ABC MADRID 28-12-1969 página 158

da de Benavente, se han trasplantado al celuloide. Barcelona aprieta en la producción y nace allí la primera película de episodios, modalidad muy en boga, sistema para dejar prendida para una sesión siguiente la curiosidad del espectador y hacerle volver al local. Se titulaba El signo de la tribu y la realizó Codina. Sangre y arena de Blasco Ibáñez, también se lleva a la pantalla, antes de que lo hicieran con más medios los norteamericanos. La vida de Cristóbal Colón es, por esos años, otro empeño ambicioso. Llevaría demasiado espacio registrar al detalle toda esta etapa, y hay que evocarla a grandes rasgos, pasando muchísimas cosas por alto. Busch y Perojo irrumpen en el cinematógrafo como realizadores. El primero dota a los estudios, que a la sazón eran como los que empleaban los fotógrafos, encristalados, de cortinas para matizar las luces y poder rodar con luz artificial. El propio Benavente y Pérez Lugin dirigen obras propias; el segundo, La casa de la Troya que luego habrían de repetir otros directores. Un éxito enorme en 1925, ya con determinadas conquistas técnicas del séptimo arte, es Nobleza baturra de Vila Vilamala, y en ese año hay en España 1.497 cines, locales fijos. En 1927 se hacen cincuenta películas; en 1928, cincuenta y ocho. Pero la producción da un ba-