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ABC MADRID 18-12-1969 página 25
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ABC MADRID 18-12-1969 página 25

  • EdiciónABC, MADRID
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OFICIOS DE OTROS TIEMPOS L pasar por algunas esquinas de esta villa y echando un poco la mirada hacia el pasado, se recuerda que allí tenia su puesto de trabajo, que era Jugar de espera, un soguilla. Un mozo de cuerda o de cordel, que es como se decía en aquel tiempo en que los motocarros todavía no estaban en órbita de circulación, como todavía no había penetrado en la del lenguaje corriente el vale que no lo era, para ir dé gratis al teatro y que tampoco era un sobrentendido para estar de acuerdo con Paloma en pasar a buscarla a las nueve para ir a cenar a un restaurante de cuatro tenedores. De sol a sol- -bien que la entrada fuese un poco con retraso con respecto a Fabo y la salida, hubiera de adelantarse con relación a su puesta- -estaban aquellos que ya habían cumplido el servicio militar, la mili en su lugar. A veces había de ausentarse, bien por razón de oficio, bien porque el frío era de aupa o el sol picaba lo suyo. Entonces era preciso acercarse al tupi de la calle de al lado, a la tasquita de la esquina e incluso a una fuente de unas calles más arriba, la de la Fuentecilla o la de la esquina de Santa Brígida, a calentar o refrescar, según el tiempo lo requiriera, gaznate y estómago. En estos casos se dejaba un aviso a un cochero de los que allí tenían su punto, o mismamente un papel sujeto con un cordelillo en el que, sin demasiado respeto para la ortografía académica, se anunciaba a un posible cliente que se volvía en seguida. Un anuncio que a veces era una realidad y que oteas se convertía en el más puro de los eufemismos, si es que el mozo en el tupi se encontraba con una partida de mus en que un cuarto era indispensable. Una partida que se encadenaba, y allí el cliente que esperase. El cliente o la cuenta ya podían esperar o irse un par de esquinas más adelante a buscar a otro compañero de puesto leyendo un trozo de página de un diario atrasado. Meditando o viendo pasar las chicas de mantón, aguardando una de estas que viniera a avisarte que se mudaba de casa- -todo eran mudanzas de chicas de casa y de dueños de pisos- y tenía qué ir a buscarla el baúl. Unos baúles que, él se echaba a la espalda, y emparejado con la moza ir- calles a adelante a Hevarlo a una nueva casa. Baúles de estudiantes que cambiaban de pensión y en los que los libros de Anatomía o de Romano ponían un plomo que. no lograban aliviar las novelas frivolas de Kock; estudiantes que se iban casi huyendo de los ojos negros de una hija de patrona o de ésta que les amenazaba por deudas que se iban a convertir para ella en números rojos. Las sogas y un rodete que a veces era un gorro cuartelero transformado eran los símbolos de estos hombres que antecedieron en el transporte a los trabajadores del motocarro. Soguillas de las estaciones que se conocían Madrid de cabo a rabo. T al volver de otras esquinas el farolero, que tenia hasta sus alegres caneioncillas que entonaba la chavalería cuando los veía venir con paso apresurado y al hombro la pértiga. Las chávalas también cantaban aquello de Soy el farolero de la Puerta el Sol chávalas pantaloneras, aunque no llevasen éstos. Hombres de las anochecidas y de las madrugadas y que en los días del- verano, cuando se enciende tarde y se apaga tem- A prano, bien se puede decir que casi no le daba tiempo para pasar por casa a ver a la mujer- -la parienta- -y a los chicos. También ellos tenían su tertulia antes de volver a casa en el Invierno, con mus y discusiones sobre Juan y José al fondo. Ellos eran rápidos de piernas y sabían cumplir con presteza su oficio. Nueve mil fueron los mecheros de la calle de Alcalá en las iluminaciones que se hicieron en aquélla cuando la coronación de Alfonso x m y que en un cuarto de hora por quince hombres se encendían. Blusón y gorra, y flotando sobre aquélla, en las jornadas frías, una bufanda, un ta- pabocas para cuando de verdad el buen Guadarrama enviaba sobre la Villa y Cor- te sus mejores y más puros, más finos y acerados aires. Blusón azul del farolero, que ya no er como en los días del mediar del XXX hombre que tuviera que cuidar de la seguridad de los vecinos avisando ya a la parroquia- -salud del alma- -o a los incendios- -salud del cuerpo- -o cantar las horas con nevadas o estrellas, y todo ello de levita y sombrero de copa charolado con su placa en el centro, todo ello por ocho realitos alarios por meses vencidos pagados. Soguillas y faroleros, hombres de un tiempo pasado que daban a la ciudad un aire; su aire. Juan SAMPELAYO A

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