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ABC MADRID 04-12-1969 página 112
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ABC MADRID 04-12-1969 página 112

  • EdiciónABC, MADRID
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r y poesía, cada día Nació en Paniza, Zaragoza, en 1912. Licenciado en Derecho. Con Ricardo Guitón lúe fundador de la revista Literatura En su estudiosa preocupación por la Literatura ha dejado señal de su capacidad como ensayista: los siglos de Oro, Bécquer, la poesía portuguesa han sido analizados por su fino espíritu. Como poeta tiene, entre sus libros publicados, los siguientes títulos: Poemas de dolor antiguo Homenaje a Goya y El corazón en los labios ILDEFONSO MANUEL GIL LOS POEMAS OTOÑO Hay crepúsculos lentos en que la vida queda, a orillas de sí misma, agudamente atenta a ese vago rumor de primavera antigua, de palabra que ignora la forma de unos labios. v Yo sé que hay un misterio, un vínculo secreto que asegura mi ardiente comunión con la tierra, asiéndose del auna y tornándola grávida, dulcemente inclinada como el agua y el trigo. Abrir ese misterio, derramar su perfume, le daría a la vida su sentido más pleno. Pero sólo sabemos, al fulgor de un relámpago, ver estrecharse el cerco de silencio y de sombra. Hay una alegoría del otoño formada por una mujer joven que contempla sus manos exangües, al trasluz que filtran los cristales abiertos a un jardín de ramas y silencio. En el otoño lento hay algo que nos hace hablar en voz muy baja, casi como en susurro, una onda tristísima que inunda nuestra vida, remontando la densa corriente de las venas. Los poemas que nacen cuando la vid se exprime tienen un zumo amargo, descolorido y suave; suenan como campanas que doblan a lo lejoa en un funeral cósmico misterioso y solemne. Y no sirve de nada saber que Proserpina espera, vigilante, un resquicio en la sombra, para venir de nuevo con su túnica verde, engarzada de risas, luciente de canciones. Inútiles augurios, porque la carne lleva la señal imborrable de la melancolía. La rosa de los vientos limita ciegamente con la tristeza, inmensa como el. cielo y el mar. IV Ardiente soledad desamparada siega la mies del alma, aún inmatura, mientras apresan la corriente pura Snonotonías de agua remansada. Sin comenzar declina la jornada, alba dormida en ríos de negrura, y sobrecoge, vida, la pavura de una prisa sin norte, arrebatada. Ya sólo le pedimos al Destino que modere su paso, que nos deje en un frío reposo sin anhelo. Se envuelve de crepúsculo el camino, y tras las sombras del ensueño teje la indiferencia su labor de hielo. II Otoño es una niebla de violines, dulce coro de lluvia o muchachas quejándose. Es entonces más triste el alma de las cosa 3, y el amor es un lago de sangre en nuestro pecho. Se ye pasar el tiempo envuelto en aires tenues. La tierra se recoge, suavemente encelada, avarienta de gérmenes, de arroyos, de praderas, igual que una paloma en el amor dormida. Entonces el rosal y la hiedra confunden su destino, abrazados a los húmedos muros, y el vaho de lo bueyes santifica el paisaje donde el ruiseñor último canta y muere olvidado. Os digo que los pasos del otoño son lentos y llevan un cortejo de asombradas pupilas, que miran el naufragio del sol y los jardines en un mar de nostalgias y pétalos y hojas La humedad del otoño los confines conoce donde el alma y el cuerpo se ofrecen vulnerables a espadas agudísimas que lentamente hieren. El ángel de la muerte es el viento de otoño. No me preguntéis más. Debo guardar silencio porque nadie desvele misterios otoñales. Hay secretos terribles que conoce la tierra, y por eso en otoño los campos palidecen. III Decidme: ¿Conocéis las profundas razones de que la muerte escoja en otoño los jóvenes? La tierra en sus ocasos reclama inexorable las hojas y los pájaros y las sangres ardientes.

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