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ABC MADRID 03-12-1969 página 116
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ABC MADRID 03-12-1969 página 116

  • EdiciónABC, MADRID
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y poesía, cada día En. la lírica española Pedro Salinas tiene panado un lugar de, honor y cada día la crítica v la sensibilidad del público le coloca más alto en su estimación Se ha subrayado a veces su creación como excesivamente intelectualisada. Ya dimos en esta vagina una expresiva muestra de su obra Hoy repetimos su presencia con un solo poema en el que no fiait ni deshumanización ni abstracción. Junto al amor su tema grande y constante el hombre v la realidad corpórea se hacen sitio en estos versos. Hemos preferido un solo poema para esta ocasión V creemos que Santo de palo vale bien como ejemplo de la fuerza comunicativa Que nuestro gran lírico contemporáneo alcanzó en la última y madura etapa de su vida. PEDRO SALINAS SANTO DE PALO ¿Quién escogió aquel árbol, de entre todos? Qué mirada, en silencio, dijo: ¡Ese! ¿Cuál hacha le libró de la conforme servidumbre selvática, de la insensible pena de ser bosque? Ahora, a sus pies, arden las llamas, llamas menudas día y noche; por cada llama alguien quiere una cosa. De aquellos mismos campos donde estuvo, vienen sus hermanos menores, exquisitas criaturas, las flores; se le apiñan allí junto, en los búcaros. Un hálito que brota de sus cálices, un frescor que traducen de los cielos, le dicen delicadamente que abril ya llueve. Nosotros, pecadores, sí, por nosotros reza, pecadores. Trascendida madera, si ahora le devolvieran a su suelo, allí entre sus hermanos arraigados, que empiezan a echar hoja, a él, sin raíces, y su tronco, de oro todo y colores, de humanidad, su tronco disfrazado, sus familiares de antes, vegetales, con voces de extrañeza le hablarían. ¿Quién eres tú? ¿Dónde tus ramas, dónde las hojas que solías? ¿No sientes ya que el viento te hace música? ¿De dónde te sacaron la mirada y su tristeza? ¿Dónde están tus nidos? ¿Los pájaros, te quieren? ¿Vienen a ti a vivirse, todavía? Nosotros, pecadores. Sí, por nosotros reza, pecadores. Soy santo. Mis raíces son ía vida y la muerte de un hombre de hace siglos. Soy su carne, sin carne. Ni mi cuerpo ni el suyo de pecado supieron; así, iguales. Mi cielo no es el vuestro, está más alto. Hombres, mujeres, vienen, se me hinojan, hablan bajo; yo entiendo y no los oigo, Alzan a mí miradas profundas que las siento con algo que no es mío, que no es vuestro, es de él. Separado nos han, hermanos vegetales, ya de tanto rezarme, ya de tanto quererme. Vuestro hermano aún soy en las entrañas sordas de la materia primitiva. De vosotros me siento euando el calor de agosto, entre mis fibras me chasca la pintura. Pero alguien entre vetas y nudos, como los vuestros, que en ceniza acaban, me ha encendido arder que no termina, luz de inmortalidad: me ha puesto un alma. Susurros suplicantes allí a mis pies, el aire de los rezos, ése es mi viento. Y las almas, ahora, son mis pájaros.

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