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ABC MADRID 22-11-1969 página 3
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ABC MADRID 22-11-1969 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA M A D R I D FUNDADO EN 180 B POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC R E D A C C I 0 N, ADMINISTRACIÓN Y T A L LE RE S SERRANO, 61- MADRID H ACE veintidós años iba Sanara a d e l a n t e camino del TisguiRemz, en un inolvidable viaje con el comandante Manolo Rabanera y sus fieles saharauis. Los camellos andaban cansinos. Cruzábamos en el Adrar el lecho seco de un río, sobre el que los peñascos, implacables y ardientes, recordaban el Génesis. Ni un ruido, ni un soplo en el vacío del cielo, ni en la inmensidad asurada de la tierra. -Mira- -me dijo Rabanera cual nadie identificado con el desierto- a lo mejor, de pronto, se oye como un ruido seco, como una estampida, como un trueno lejano, y entonces hay que darse prisa en salir del torrente calcinado. A muchos kilómetros se ha desatado una tormenta y cuando te das cuenta están encima ya las aguas furiosas y enlodadas que arrastran todo como en la rotura de una presa. i Y pobre del que cojan por delante! Por eso no te extrañe el que los askaris se se bajen de vez en cuando del camello y apliquen el oído al suelo. De repente, en una revuelta, inverosímilmente, como en visión surrealista bajo los azules intactos, un hombre solo, a píe, barbado en nieve, en contraste con la gran cabellera negra, y el atuendo clásico del nómada- -serual, selhaxn, candora- De la cintura colgante un enorme rosario y sobre el pecho escapularios. Al verlo, los saharauis se tiraron de los camellos y, genuflexos, le besaron manos y amuletos. Yo no salía de mi asombro. -Es Heddara, el gran santón, Heddara uld Mhaimed uld Agreimuch, de la cabila de Dchel- laui, en el Adrar- -dijo mi compañero- Ahora ya verás qué cosas nos cuenta. Rescatado al fin de las efusiones de los askaris, sobre cuyas cabezas hacía llover el santón bendiciones, nos sentamos en torno al aromático té africano- -esa insustituible vitamina del desierto- -qué hicimos hervir en la racionada agua que portaban los guirbes de maloliente piel de carnero. Fui presentado a Heddara, que me saludó reverenciosamente, y comenzó a relatar en árabe su singular historia, mientras los saharauis le rodeaban posternados, como si escucharan al pro- EL ARTE DE CHUPARSE lencio mientras los saharauis emitían- murmullos de admiEL DEDO ración creciente. Cofeta. El santón se dirigía a Tan- Tan, donde había de contraer matrimonio- -uno más entre los muchos de su larga vida- -con una belleza de quince años, de una jaitna próxima. Para tomar fuerza con muchacha joven decía. El santón hablaba y hablaba, y el comandante Rabanera me traducía, sin que yo saliera del pasmo inicial. -Empecé a formar parte de los discípulos del chejna Maelaimin cuando tenía catorce años de edad, en el de la hégira de 1925 (equivalente a 1876 de la Era, Cristiana) por lo que cuento en la actualidad ochenta y cinco años. A pesar de esto mi cabello no tiene ni una hebra blanca, y esto es debido a que cuando me presenté al chejna me pasó su bondadosa mano por la cabeza, bendiciéndome. Sin embargo mi barba es blanca, por no haberme acariciado la cara. En el año 13 S 2 (equivalente a 1933) me fui a vivir con los avestruces en el desierto, por orden del chejna, y durante este tiempo me alimenté exclusivamente chupando el dedo pulgar. De él bebía, y comía los manjares que me apetecieran, según consejo del chejna, que así me lo manifestó. Durante el día los avestruces me protegían del gran calor con sus. alas, y por las noches, frías en el desierto, me abrigaban icón sus cuerpos. La baraca (bendición) del Chejna no me trajo más que bondades y la paz. ¡Loor a Dios único! mimos luego tasajo de gacela, que Heddara no desdeñó en modo alguno, y té de nuevo. Al fin, el santón se despidió, y sólo como la voz en el desierto se dispuso a seguir viaje hacia el lejano Tan- Tan. -Pregúntale, por favor, antes de que se vaya- -dije a Rabanera- cómo hace para recorrer loV cientos de kilómetros que aún fe faltan, ya que la alimentación la tiene, afortunadamente, resuelta. -Cuando me fatigo- -respondió dirigiéndonos una mirada penetrante conío un cuchillo negro- -extiendo el cinto y baja del cielo un camello voladér que se abarraca (arrodilla) transportándome hasta donde deseo. Es otra gran bondad de la baraca del Chejna. Poco después su magro cuerpo era un garabato difuso y lejano entre las mil puñaladas de luz que herían las duras arís tas basálticas de un monte en forma de pirámide. Un impresionante escenario que hubiera placido a Lawrence de Arabia. -No parece, creíble esto- -dije a mi compañero de viaje- -por el desierto. -En efecto, no parece creíble y, sin embargo, lo hemos visto... Al otro día llegamos al Tisgui- Remz. Un oasis extrañamente fascinador después de los arenales infinitos. Las palmeras se morían de dicha mirándose, coquetas y pimpantes, en. el agua del lago, El Guelta y las ranas cantaban a la redonda luna lunera del Sahara sus mejores conciertos batracios entre los mugidos nocturnos del ave- toro de los cañaverales! 1 A cambio de la dicha de este chaparrón de frescura, legiones entusiastas de mosquitos propagaban el paludismo, ya que no hay gozo sin dolor. Pienso ahora en lo felices que serían los tecnócratas que tantas cosas saben si pudieran utilizar el sistema del santón Heddara como solución a las crisis económicas y alimenticias. Pero para eso hace falta imaginación, de la que andan, muy escasos los tecnócratas, y, además, baraca v. Jv V José María CASTRO VIEJO Quedamos en si- acidez de estomago Consulto o su Médico

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