ABC MADRID 21-11-1969 página 3
- EdiciónABC, MADRID
- Página3
- Fecha de publicación21/11/1969
- ID0000911639
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA, SOCIEDAD ANÓNIMA M A D R I D FUNDADO EN 1906 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC trodujo el vocablo numinoso derivado de numen igual que de ornen se forma ominoso 7 y de lumen luminoso Esta es la luz a la que a 1 aludíamos, la luz que nos comunica que hay algo misterioso, tremendo y majestuoso que existe como una realidad otra que la realidad humana. El hombre sabe de esa realidad como conoce, por otra vía, la realidad física. Se sitúan en planos existenciales distintos. Hablar de misterio tremendo de majestad como orge es decir, ooder y energía, puede hacer creer que ésta es una forma de aceptar la existencia humana como angustia. En este sentido Rudolf Otto hubiera sido precursor de Heidegger. Es verdad que la experiencia angustiosa es capaz de conducir a una necesidad de evidenciar ese otro que nos trasciende, pero también lo es que la experiencia no es necesariamente angustiosa. Basta con no reducir la propia experiencia de la propia vida, de no tratar de amputarla ni de tecnificarla. En el prólogo del citado libro de Gironella se alude al trabajo de Harry Calven, júnior, titulado Los problemas de la intimidad en el que se refieren los grados de posible invasión de la intimidad sin que nos demos cuenta, mediante toda clase de aparatos electrónicos, y se afirma que en el año 2000 el hombre estará constantemente vigilado sin apercibirse de ello. Y Gironella- escribe: El siglo XX es una inmensa radiografía. No seré yo quien discuta los progresos electrónicos ni metaelectrómeos del año 2000. Tampoco sé si nuestros sucesores consentirán esas radiografías, o estarán interesados en ellas, o esta juventud rebelde de ahora resultará más sumisa- -demasiado sumisa- -dentro de veinte años. Lo que sí me atrevo a afirmar- -y este atrevimiento no supone valor ninguno- -es que Ja verdadera, la auténtica intimidad humana, será ahora y siempre impenetrable técnicamente. Se me objetaría que existen otras técnicas para invadirla, por ejemplo, 1 psicoanálisis y sus derivados; pero yo siempre podré decir que ni al propio Freud le valió para saber- -conocer no es saber- -que existe lo numinoso y que la libido era para él un pequeño numen como los diosecillos griegos, tal y como lo afirma Jung, que tuvo de él REDACCIÓN, ADMINISTRACIÓN Y T A L L E R ES SERRANO, 61- MADRID- J OSÉ María Gironella ha escrito un libro espectacular: Cien españoles y Dios Cuando le llega a uno a las manos, el impulso a leerlo no cesa hasta la última página. ¿Es porque el libro quiebra un tabú sobre la religiosidad de los españoles? No lo creo. Al Contrario, la ruptura del tabú es sana y en este caso positiva. El interés está en lo que sobre ella nos dicen esas cien confesiones a pesar de no ser estadísticamente significativas y de quedar incompletas algunas de ellas. Desde ese punto de vista más significativos serían los cien silencios. Sin embargo, quisiera fomentar una de las muchas cuestiones- que Gironella plantea en las páginas de- su prólogo, que, a mi modo de ver, son de las más bellamente escritas por él. Me desconcierta, dice, el que no se haya producido mayor número de moanentos estelares En la inmensa mayoría de los encuestados la actitud religiosa no se muestra ligada a una peculiar vivencia personal de carácter extraordinario. A mí no me extraña esa ausencia. Esto es así en la mayoría de los casos, -aun tratándose de conversiones en la dad adulta. André Frossard lo cuenta en su ya famoso libro Dieu existe, je Tai rencontré publicado este año. El es- hijo de L. O. Frossard, quien a los treinta y un años fue el primer secretario feneral del partido comunista francés. r ivió en su juventud en el único pueblo de Francia donde existía una sinagoga y ninguna iglesia. Fue educado en un- ateísmo perfecto, aquel en el que ni siquiera se plantea la cuestión de la existencia de Dios. A los veinte años, un día va a buscar a un amigo en una capilla. MÍ salud era buena, me sentía dichoso, tanto como se puede ser; esa noche presentaba agradables perspectivas. No experimentaba, en fin, ninguna curiosidad por las cosas de la religión, que pertenecen a otra época. Son las cinco y diez. Dos minutos después, yo era cristiano El amigo, al salir, pareció descubrir algo especial en su fisonomía. ¿Qué te ocurre? le pregunta. Y André Frossard responde. Soy católico y, como teniendo miedo a no ser bastante explícito, agrega apostólico y romano La familia creyéndolo embrujado, lo hizo examinar por un médico amigo, ateo y socialista. Y el médico le habló al padre de la gracia como de una enfermedad extraña. Es cierto que otras veces la experiencia toma un carácter más insólito y extraordinario. O al menos se cuenta así; pero la luz viene, cuando viene, de esa manera casi siempre. Y si desde pequeño se ha conocido, continúa iluminando las vidas con la misma naturalidad con que el sol ilumina nuestros días. Yo mismo me pregunto ahora: pero, ¿de qué luz se trata? Es fácil literariamente utilizar ese vocablo y sus derivados. Pero, ¿qué significan? En la realidad del mundo vemos la luz del Sol, la reflejada de la Luna y la de las estrellas, aparte de la que él hombre fabrica. Por lo menos hay aquí un problema de lenguaje. Efectivamente: la experiencia religiosa en sí misma es inefable. Rudolf Otto in- EL ALTAR AL DIOS DESCONOCIDO PATRONES FRANCESES E ITALIANOS GELTRA un conocimiento dé primera mano. En la experiencia del misterio tremendo -Tilhcfa habla de la últimidad -no se quiere significar el pavor o la angustia como antes decía. Quizá Rudolf Otto lance demasiado el acento sobre éste matiz; pero, en verdad, a lo que quiere referirse- -y con él otros pensadores- es a una cualidad distinta de sentir. Ni siquiera es exacto decir sentir, ni aun vivenciar, sino vivir. La zona de misterio que envuelve la vida se hace perceptible y significativa. Es como decía James, usando su insuficiente lenguaje pragmático, algo real que existe objetivamente. Que esa experiencia sea posible en momentos estelares de la vida es natural aceptarlo; también lo es que los momentos estelares de la vida lo sean por esa experiencia ü otras análogas. Lo cierto es que nuestra vida cotidiana- sólo de cuando en cuando se eleva á nivel de la auténtica. Así nos encontramos con otra opacidad que es necesario esclarecer, porque aunque lo dicho sea cierto, también lo es- que los momentos de vida auténtica dejan su huella en la vida cotidiana o inauténtica, como una corriente subálvea que impregna, sin apenas nos demos cuenta, las capas profundas de nuestra interioridad. Así la fe persiste como una suave corriente interior. Segura, como algo graciosamente concedido, como eso que el médico de Frossard llamaba la extraña enfermedad de, la gracia. Ahora ese mundo teológico agitado en que vivimos habla mucho de escathon del fin del mundo. Escatología es la doctrina de lo que irremediablemente tenemos que esperar; por lo tanto habla de lo que ha de venir y de lo que ha de quedar. La parusia la venida de Cristo, es el fui de la historia. Será como una renovación del mundo. A nivel individual la idea del fin de cada uno, así, pura y simplemente enunciada, con el máximo de racionalidad posible, es escandalosa. No me extraña que algunos encuestados digan- (cito del prólogo) El dolor me escandaliza, me sobrecoge, no consigo aceptarlo ¿por qué el dolor y no la vida misma y este hombre que está de más en el mundo, como dice Sartre, si nuestra vida no tiene significado que nos rebase y nos resulte humildemente incomprensible? Lo que nunca me llegó a mí es la interpretación racionalizada de la experiencia religiosa tal como de adolescente la leí en los Kbros de apologética. No me extraña que a otros no sólo no les llegue, sino que les revuelva. Y después, como dice otro encuestado, Somos tan distintos! ¿No es poco misterio que siendo tan distintos, tan radicalmente distintos, podamos amarnos los unos a los otros? San Pablo cuando llegó a Atenas predicó sobre el Dios desconocido al que los atenienses habían levantado un templo. Tras la lectura del libro de Gironella tengo la convicción de que la tarea inmediata y difícil es hablar sobre el hombre, el gran desconocido de los tiempos presentes Juan J. LÓPEZ IBOR