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ABC MADRID 15-11-1969 página 124
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ABC MADRID 15-11-1969 página 124

  • EdiciónABC, MADRID
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la tonalidad de nuestros pensamientos, os muchachos jóvenes, tan vulnerables, sienten especialmente deprimidos en esas primeros días invernales. Los hay llsidos por primera vez a la ciudad para dar unianzo a sus estudios, recién despedidos i el coche de linea por una madre llorosa je ha llenado su maleta de chorizos y su ibeza de recomendaciones: -Que reces, que nos escribas, que te cuiis, que vayas a visitar a mi prima Siona... Todas las tardes, cada mañana, los trees dejan en la estación central de la ciu 3 td a una serie de personas jóvenes y asus, das a quien nadie espera. Con miedo a vida y ninguna experiencia. Presa fácil ira los desaprensivos, para los frescos, ira la cruel y hermosa, ciudad devoradora tímidos y cobardes, donde el fracaso y desesperanza acechan en cada esquina muchacho solitario, a la chica sin ami s, a todos los que al anochecer en el tarto de una pensión, frente a una mátína de escribir, en el aula de la Univerdad, tras el mostrador de una tienda o i medio de la calle se sienten solos, abanmados, demasiado fatigados para contitar: -No puedo más. Tengo miedo. Nunca ¡garé a nada. Quisiera morirme. La concepción antigua de la familia tea, como todo, ventajas e inconvenientes, convenientes enormes porque el ser huano tardaba años y años en ser adulto, india demasiado de sus mayores para de y se acostumbraba a na pensar, puesque eran otros, más sabios y viejos, los le se encargaban de eso. Había hombres le sólo se soltaban de la falda de su adre para agarrarse a la de una mujsr ígida por ella. Ingenieros que iban para etas, comerciantes que hubieran podido r buenos abosados. En cambio los muchaos de ahora son hombres y mujeres dastemprano. Viven solos, eligen su forma existencia, se ganan el pan luego tienen recho a comerlo como les de la gana, unan, comentan, se rebelan, hablan, en ia palabra: cuentan Mejor así. Pero la milia de antes, tan anacrónica, tan abuda, capaz de cargarse a un futuro pre 0 Nobel convirtiéndole en un honrado dre de familia sin más ambición que quiniela de los domingos, tenia la gran ntaja de proteger. 3 hombre joven nunse sentía solo, ni desamparado, ni innprendido. Estaba el padre, omnisciente, la madre, virtuosa, los hermanos y la acha antigua que le trataba de tú y le ¡tía en la cama cuando se había tomado as copitas de más para evitar complicicnes. Su novia era de una familia por 1 estilo, con una madre que se ocupaba 1 equipo, del piso y hasta de los regalos tercambiados. Luego asistía a los partos, bacía cargo de los niños pequeños, ter 4 a en las discusiones y ya de viuda se ¡talaba con ellos. Era terrible, invivibls, 07, pero daba seguridad. Tcdos los muchachos de hoy se sienten es, inseguros, tristes en los anocheceres invierno. Es el precio, itan pequeño, de hermosa y grande libertad moderna, eras hombre, hijo mío, y el mundo eno es para ti si te lo propones de verdad, éxito profesional, el amor, la aventura, más fabulosas chances de la tierra án al borde del camino para ese muicho listo, audaz y espabilado que eres ¡pero al caer la tarda te sentirás solo, te, desanimado. Habrá en tu vida misdo fracaso, angustia vital, insatisfacción, verán psiquiatras, caerás en tentacior, pero tendrás en compensación todo lo más. tolo y fracasado se siente el muchacho una noche de lluvia se decide a probar drogas, y el que se emborracha, y aquel que desaparece un buen día de sus señas habituales. Para echarles una mano se han formado en algunos países muy civilizados clubs de ayuda Si se siente solo, si tiene una, problema, si quisiera morir, si todo le sale mal, si su novia te ha dejado, antes de hacer nada llame a este número de teléfono -dicen grandes anuncios en las estacicaes de Metro, en los bares, en los cines y en los periódicos- Y el muchacho que por curiosidad, o por desesperación, o inspirado por su ángel de la guarda, marca las cifras con dedos cansados desde su sórdido cuarto de pensión, en el bar de la esquina o en una cabina publica, escucha del otro lado una voz amiga siempre dispuesta a aconsejar, a ayudar, a acudir, a escuchar. Sobre todo a escuchar. La gran tragedia de nuestra época es que como todo el mundo tiene tanto que decir, tantas decisiones; que tomar, tantas cosas interesantes que contar, no queda nadie para oírnos con simpatía, asintiendo, sonriendo, entrando en el problema, como hacía antes la madre pesada, la cuñada insoportable y hasta la chacha antigua que tomaba parte en lutos y alegrías como una más de la familia. Los parientes han sido sustituidos per I js clubs de ayuda pero oigamos a uno de los hombres que trabajan en ellos: -Llaman de todas partes, a todas horas. Empiezan a hablar desconfiados, balbucientes, con desesperación. Hemos impedido suicidios, ayudado a chicas que iban a hacer un disparate, vuelto a sus familias a muchachos que se escaparon. Ti m sobre todo, de las; estaciones y bares. También desde las discotecas. Los hay borrachos, los hay drogados, los ha y que se sienten sencillamente solos, que lian perdido el empleo o se les ha marchado la novia cen su mejor amigo. Están los simples cuitosos, y los bromistas, y los viciosos. Pero es una hermosa labor. ¡Ay, si tuviéramos en España un teléfono al que llamar cuando nos sentimos solos en las tardes de invierno... Ese día que desembarcamos en la ciudad desconocida entre niebla, ruido y codazos. Esa noche que vamos solos al cine. Desde la oficina, desde la universidad, desde la residencia, desde la discoteca, Marque este número cuando se sienta solo, yo le ayudaré -y poder hacerlo con dedos temblorosos: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete cifras: -Escuche, no tengo amibos, ni novia, ni familia. No me gusta el empleo, me han suspendido en Derecho Civil, no agrado a las muchachas, creo que mis compañeros se ríen de mi... No tengo- a nadie con cuien salir los domingos, estoy siempre solo y sé que nunca llegará a nada... ¿Sabe? Me siento como un niño chico abandonado por su madre, sólo que como soy un hombre no me atrevo a decírselo a nadie, pero como a usted no le conozco... Aquí no hay clubs de ayuda porque no estamos lo suficientemente civilizados. Algunos- hombres serios siguen añorando le forma de vivir de hace cincuenta años y a poco q ¡ue les dejaran volverían a implantarla en el país. No corresponden a los muchachos, no les ayudan. ¿Y si en lugar de seguir añorando la Dictadura del general Primo de Rivera y el respeto que le teníamos a mi padre, que como uno llegara más tarde de las nueve se la cargaba aunque tuviera cuarenta años se convirtiese cada adulto consciente, satisfecho y bien colocado, en un teléfono chiquito al que pudieran, llamar los jóvenes en busca úi ayuda y de consejo? Porque el que quiera hacerse oá- tiene, primero, que saber escuchar. Begoña GARGIA- DIEGO

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