ABC MADRID 14-11-1969 página 137

PÉREZ TORRES Deseo llamar la atención sobre un pintor español que no es conocido en la medida que merece: Julio Pérez Torres, llegado a la pintura tardíamente, como tantos otros maestros, pero exactamente en ella a esa edad en que la madurez se realiza. El arte, con las excepciones de rigor, es un ejercicio creador de madurez. Los años, efectivamente, pintan. Julio Pérez Torres, lleno de vigor, hace desde su madurez una obra esencialmente juvenil, una obra de mocedad, pues ésta no está en el calendario, sino en el espíritu. El espíritu de esta pintura de claro lenguaje y noble colorido es un espíritu de amor por las cosas miradas, y tal vez sea por eso la transformación en pintura pura que las cosas aquí celebran. Es la exacta naturaleza, sí (Renedo, el Sena, Mallorca, unas flores) pero la naturaleza recreada, traducida a una sensibilidad saturada de lirismo y de gozo. A veces creemos ver nacer espontáneamente muchos de los ismos que en las postrimerías del XIX enriquecieron la pintura, y se podrían citar los nombres de Cézanne y de Vázquez Díaz, pero lo cierto es que lo que aquí hay se llama, intransferiblemente, Julio Pérez Torres. (Quixote. ELVIRA ALFAGEME Esta Elvira Alfágeme de ahora es como si mirando nosotros un torso preadamítico de Hans Harp (así de maciza era su anterior escultura) de pronto nos pusieran ante los ojos uno de esos espacios dinamizados de Schoffer. Ha perdido densidad volumétrica, ha dejado la noble corporeidad de la piedra pulida. La masa que caracterizaba su obra anterior ha sido sustituida por el aire que policroman sus juegos decorativos y plexiglásicos. El espacio se habita de ritmos y colores, se estiliza, se hace más banal. (Sala del Prado. Ramón Puig BenUich (Valencia. 1929) compone vagorosas figuraciones en las que, como en un gran sueño freudlano, intervienen los niños y los muñecos, siempre en un esponjoso juego de colores con sordina. Es sugestiva esta pintura ds recóndito sentido y bello lenguaje. (Sala Macarrón. Gerardo Vasconceüos de Souia (Río de Jaeiro, 1944) puede ser un novísimo romántico, dibujante y pintor de mundos orientalizados por la fantassía, muy aptos para Ilustrar cualquier gran literatura viajera e imaginativa. (Quixote. R. García Vá aei es ya, definitivamente, el pintor depurado y personal que su obra anterior anunciaba. Su paleta es más limpia, más clara su dicción, y su mundo está transitado por el aire que vivifica las rosas y las torres, el mar y los frutos. José Prados López, a cuyo entusiasmo tanto debe no poca pintura española, ha sido siempre un cabal admirador de Rogelio García Vázquez, pintor, por cierto, al que nosotros señalamos un lejano día. (Grifé y Escoda. Antonio Velasco, xilopirografiandó su bestiario más bello, nos invita a contemplar el libre mundo del monte y la marisma: Ciervas expectantes, toros alzados sobre fondos de soles encendidos como plásticamente dice Jaime de Foxá. (Galería Estudio Cid. Ana María Albero expone en Toisón una serie de obra impregnadas de sensibilidad, de las cuales recordamos especialmente las tintas chinas en que quedan para siempre sorprendidos los paisajes. A. M. C. Elvira Alfageme: Volúmenes (Sala del Prado) Antonio Veiasco: Cierva (Galería Cid) CRITICA DE EXPOSICIONES Ramón Puig Benlloch: Juguetes (Galería Macarrón)