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ABC MADRID 07-11-1969 página 137
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ABC MADRID 07-11-1969 página 137

  • EdiciónABC, MADRID
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cesas El mundo antiguo comprendió y reverenció el sentimiento de la belleza, lo centró en su metafísica y en su estética como estado trascendente. Diotima de Mantineia, la ideal mentora que instruye a Sócrates en el banquete platónico, alude a la ciencia suprema de la Belleza absoluta Si la vida vale alguna vez- -dice- -la pena de ser vivida es en este momento en que el hombre contempla la belleza en si. AQUÍ acaso la meta es el camino- -toda la vida es ser y tránsito- -y, sin duda, a toda actitud creadora precede una espera devocional. Se comprende la desolada perplejidad del Arte contemporáneo. ¿Partimos o no partimos de lo real- -ese concepto equívoco que alude a un mundo tan infinito como este y los otros- ¿Invocamos el trance del milagro (de nuestro personal, exclusivo y desacreditado milagro) dando mala literatura por amor? Todo vuelo, como toda andadura, necesita una previa- sustentación para el salto tan necesario a la mecánica de la marcha, esa rítmica modulación de caída y de impulso. ¿La era de lo tecnológico? En la presente luna de miel de nuestra cultura oficial con ello, hasta invocamos y justificamos la creación de un Arte diferente Puede irse, en efecto, a la, Luna y volverse tan pobre diablo como antes de partir. Cierta, eso sí, la crisis del humanismo precisamente por el abandono del humanun ese módulo de armonía a que obedeció el mundo antiguo: ratio e intellectus en la conquista del conocimiento. El análisis espectral de este homúnculo que quiere generarse, con detrimento del espíritu, por nuestra cultura, ya se obser- va en la peripecia desoladora del mundo actual. No se trata de retrocesos, sino de volver encarnizadamente a sí mismos, de restaurar en el alma (y tornamos a las motivaciones profundas de la creación artística) el deleite espiritual de las formas de naturaleza en cuanto constancia de vida. Siempre fue obvia, de uno u otro modo, la tangencia de k intrínsecamente humano con 1 apelación al arte como expresión y cuya esencia no está, en definitiva, en lo real ni en lo irreal, sino en el drama espiritual que enrktuece nuestra soledad frente al misterio. La tesis conceptual renacentista, como tantas del mundo antiguo, iba de la vida al arquetipo. En la libertad del arte actual igual se postula lo contrario; pero aquí las predicciones casi rozan lo estúpido. José AGOTAR

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