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ABC MADRID 05-11-1969 página 9
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ABC MADRID 05-11-1969 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página9
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nisterial aficionado a la bebida, que murió de una afección al hígado. Y con la viuda contrajo nupcias el novelista, dichoso de encontrar al fin, con el amor y la tranquilidad, el consuelo de un hogar venturoso que tanto había añorado en sus años de persecución, miseria y encarcelamiento. Mas he aquí que, convertido en ídolo de la juventud universitaria, que devoraba sus narraciones, un día se presentó ante él una joven estudiante de gran cultura e ideas avanzadas: Polja Prokofiewna Suslowa, que con palabra fogosa y desbordante entusiasmo le habló de su cálida admiración por su producción literaria. Y como aquella declaración espontánea implicaba una pasión encendida, pronto el cuarentón que e r a Fedor quedó preso en la fascinación que le causaron los encantos de una muchacha de veintidós abriles. Y la liaison quedó establecida, en el acto con la entrega sin reservas de la admiradora y la consiguiente satisfacción del novelista, totalmente prendado de su fácil conquista. Pero no tardaron en surgir los primeros contratiempos, dado el carácter de Pol; fe y la manera de ser del escritor, sinceramente enamorado de su mujer, pese a hallarse complicado en aquella deliciosa aventura. ¡Aventura! Esta era precisamente la palabra que no quería oír Polja, decidida a adueñarse por completo de su maduro galán, del que quería ser su esposa. Para lo cual debía divorciarse de María, por cierto muy delicada de salud con una tuberculosis contraída en años de privaciones. Ante la rotunda negativa del amante, los momentos placenteros alternaban con las crisis de furor y desilusión de la estudiante, que amenazaba con el suicidio o el rompimiento de las relaciones. Y frente a esta conminación, el grande hombre, desesperado por la dificultad de hacer compatibles ambos amores, sufría lo indecible incapaz de adoptar una resolución en favor del uno o del otro. Y, en vista de ello, la decisión la tomó Polja, mujer enérgica, saliendo para París dispuesta a vivir su vida y después de un altercado violentísimo con Fedor, durante el cual él se mantuvo en sus trece. Al principio no percibió éste los de la separación, enfrascado como en su labor, incrementada con la ción de una revista: El Tiempo efectos estaba funday los cuidados que demandaba la enfermedad de su esposa. Pero al cabo de uñas semanas se dio cuenta de hasta qué punto se había apoderado Polja de su voluntad y de sus sentidos y de lo difícil- -por no decir imposible- -que le resultaba el vivir sin ella. Y pretextando ante María y sus colaboradores un viaje de negocios, y tras pedir las señas de Polja a la hermana de ésta, Na deschda, médico eminente, se encaminó a París vía Alemania súbitamente y, cediendo a un fuerte impulso que le dominaba, quiso la fatalidad que al detenerse el tren en Wiesbaden- -que poseía a la sazón un renombrado casino con sus salas de juego- se apease ávido de probar fortuna en la ruleta. (En su soberbia novela El jugador reproduciría Dostoievski más tarde las sensaciones múltiples de codicia, ansiedad, esperanza, alegría, temor y desesperación del desdichado víctima de la terrible pasión del juego, que a él le atenazaba con la misma fuerza que la que le inspiraba Polja. Y le ocurrió lo peor que a un jugador le puede acontecer: ganar gruesas sumas al principio; sumas que con prudente previsión guardó en su cartera continuando su viaje a París. Sin duda por ser incompatibles la suerte en el juego con la felicidad en los amores, al presentarse de improviso en la pensión que en la orilla izquierda del Sena ocupaba la amada, íue acogido por ésta de forma glacial, descortés e hiriente. ¿Para qué venía a molestarla? Ella había dejado de quererle porque era un viejo decrépito y enfermo. Y se había enamorado frenéticamente de un estudiante español joven y apuesto, que era su amante. Pasada la primera y dolorosa impresión del recién llegado, en vez de una actitud digna con una ruptura fulminante adecuada a la infidelidad confesada, una explosión sentimental de lágrimas y súplicas para no ser abandonado y no perderla le acometió. Y casi efe rodillas, con humillantes promesas de consentirlo todo, provocó una forzada y penosa reconciliación, en la que la compasión de la joven ablandó de momento su cólera y rencores, al tiempo que contemplaba atónita una avalancha de billetes de Banco que él le mostraba. Precipitado regreso a Rusia, con parada en Badén Badén para visitar su famosísimo casino y sus relucientes salones, cuajados de elegantísimas damas y caballeros de etiqueta que se agolpaban ante las mesas de verde tapete. Sólo que esta vez para el novelista las consecuencias no pudieran ser más adversas y desastrosas. Porque todo lo ganado anteriormente, más cuanto tenían él y Polja, lo perdieron, sin que les quedara un céntimo ni para comer ni para pagar el hotel. Denuestos, injurias, golpes y enorme escándalo determinaron una nueva separación al volver a Rusia del malhadado via- je. Y al morir María Isajewa a los pocos meses, Fedor, trastornado siempre por la atracción irresistible dé la eterna compa- Dostoievski juega en el casino de Badén Badén. ñera -como la llamaba- le ofreció desposarse con ella. ¡Demasiado tarde! contestó Polja, que semanas después contraía matrimonio con el crítico Rosamow, catorce años más joven que ella. Nadeschda Prokofiewna, hermana de Polja. María Isajewa, esposa de Dostoievski. Los últimos años de Dostoievski transcurren, después de tantas borrascas pasionales, con relativa serenidad, dedicado á perfilar sus obras maestras, cuyas heroínas son siempre la misma criatura; mezcla de ángel y demonio que le hizo gustar las delicias del Paraíso o estremecerse con los horrores del infierno. Por fin está liberado. Enfermo, deprimido, agotado, desengañado, arruinado por las deudas de juego, presa constante de delirios febriles y de ataques de epilepsia, Polja, un día tan amada, es ya sólo un recuerdo, una visión lejana, una sombra del pasado que no retorna. Dejó de ser pasión y tormento para quedar sólo en musa. Además, en el espíritu del escritor se ha producido una completa evolución. Abomina del nihilismo y del extremismo revolu- cionario que inflamara su juventud. Y poseído de un misticismo eslavo, ardiente y casi religioso, siente veneración por la Santa Rusia, su patria, tan incomprendida por ese Occidente europeo de donde le provienen sus males Cuando el año 1881, ya moribundo, le visita una dama enlutada, envuelta en negros velos, y, atendiendo el ruego del enfermo, los alza y muestra su rostro- -que no es otro que el de Polja- él no se inmuta. Y ella, sin pronunciar palabra, se retira, sin duda porque considera más digno y expresivo el silencio. A pesar de que no la he reconocido- -musitará el agonizante luego- -no ha cambiado. Lo que pasa es que su imagen se ha borrado totalmente de mi memoria y de mi corazón. ¡Sic transit gloria mundi! Federico OLIVAN

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