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ABC MADRID 29-10-1969 página 22
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ABC MADRID 29-10-1969 página 22

  • EdiciónABC, MADRID
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L IBRAR al alma de los presuntos extravíos del cuerpo es llevar solo la mitad del vestido, como esas muñecas recortables de trajes cambiantes que dejan la espalda y el trasero al aire. Hay también una química del alma capaz de envenenar el cuerpo, y no es que esté por demostrar quién droga- a quién, sino en qué punto se rompe el equilibrio de una pugna que no cesa hasta que en el rostro no deja huella la ultima despabiladora bofetada. Aceptado que el desorden químico se traduce en desorden mental, y viceversa, la cuestión queda reducida, en cada caso, a saber si nos intoxicamos por nuestras inanias o nos convertimos en maniáticos por nuestras toxinas. De lo que no parece haber duda es de que somos droga por parte de madre y por parte de padre. Que miremos la espada por la cara que la mi- remos, está la herrumbre corroyendo el acero. Hermano de la espuma, de la garza, de la rosa y del sol... canta el conocido joropo venezolano. Podríamos añadir que también lo somos del cánamo indio, de la marihuana, del peyote de que se extrae la mescalina... Y que es viejo el parentesco. Porque esas nueces, que no son tantas como el ruido que estamos haciendo con ellas, se servían ya, tres mil años antes de Cristo, en las mesas del emperador Shan Nehg, quien llamaba al haxix liberador del pecado Kn más modestos manteles, sobre los que barbotaban ingenio y luego dormitaban, les fueron servidas a pecadores que se llamaron Fernando Boissard, Gautier, Baudelaire... Cuanto pueda haber de verdad en la actual cuestión de las drogas, quizá no me- rezca las hogueras de Santa Inquisición que les tenemos encendidas. Vivimos horas de saña contra una juventud a la que queremos subir a toda prisa en el carro de las culpabilidades. En un reciente numero de la revista norteamericana Reader s Digest un estudiante de Tale, consumidor de LSD, a la pregunta paternalista de si no le preocupa el que la droga afecte a los cromosomas de sus células, responde: Hombre, sí, es peligroso; -pero ocurre que también encierran peligro la mayoría de las cosas que me gustan. ¿Por qué me voy a preocupar de mis cromosomas cuando el mundo anda completamente desquiciado? Las razones del estudiante de Tale resultan de una desolación incontrastable. Cierto que los cromosomas del vecino, por los que tanto nos interesamos, son suyos y nada más que suyos, y al mismo tiempo, si los examinamos desde una razón sociológica, resultan también un poco

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