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ABC MADRID 26-10-1969 página 113
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ABC MADRID 26-10-1969 página 113

  • EdiciónABC, MADRID
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MUNDOMOVIL CONDUCCIÓN TRAFICO BAJO LA LLUVIA e Jft E S muy Improbable desde luego que algún conductor, por pocos que sean sus kilómetros al volante, no haya conducido alguna vez bajo la lluvia. Pero sí puede ocurrir que en muchos casos esa experiencia propia no haya decantado- -según el tópico refranero- -en verdadero conocimiento que le permita saber en todo momento qué es exactamente lo que debe hacer, y por qué, en cualquier circunstancia de ese tipo. Los efectos son conocidos, pero no tanto algunos remedios, cuando los hay. PERDIDA DE ADHERENCIA aunque los neumáticos sufran más, se aumenta la superficie de agarre de éstos con el sualo. Naturalmente que este deshinchado se hará a partir de la presión normal. Muchos neumáticos, por descuido de sus dueños, van permanentemente preparados para la lluvia, aun en pleno agosto. Aquellos que deban viajar bastante por zonas de frecuentes lluvias deberían pensar en la conveniencia de equipar a sus vehículos con neumáticos especiales para estos casos. CUANTA MAS VELOCIDAD, VISION MENOS La primera consecuencia peligrosa de la lluvia cuando se soporta bajo el techo de un coche es la pérdida de adherencia de las ruedas al pavimento. Esta disminución- -que llega en algunos casos a alcanzar el 5 por 100- -no es siempre la misma, desde luego. Depende de varios factores distintos: sobre todo del tipo y estado del firme, de las características de los neumáticos y su estado de desgaste, e, incluso, de la intensidad de la lluvia. El automovilista debe ir anotando en la memoria de su Instinto de conductor la reacción de su coche sobre los distintos tipos de suelos mojados. Eso le ayudará a enfrentarse en otras ocasiones similares con el mayor peligro que puede darse al volante: lo imprevisto. La pérdida de adherencia es tanto mayor cuanto peor sea el estado del dibujo de las cubiertas. Una cubierta gastada que en seco sólo se pegue un 15 por 100 menos que una nueva, puede disminuir de agarre en mojado hasta más de un 30 por 100, por ejemplo. El momento de menor agarre es cuando comienza a mojarse el suelo y se forma el típico barrillo. Después el agua abundante lava ese barrillo, mucho más peligroso que el propio agua. En el caso de tener que marchar durante algún tiempo sobre piso muy resbaladizo, puede recurrirse a un sencillo truco que da buenos resultados: reducir un poco la presión de los neumáticos. Con ello, El segundo gran peligro de la conducción bajo lluvia es la merma de la visibilidad. En casos de lluvia copiosa se forma delante del vehículo una auténtica cortina de agua que impide casi por completo la visión a pocos metros. En esta circunstancia, la velocidad aumenta el peligro en proporción geométrica: no solamente a mayor velocidad se necesita más campo de visión para tener el tiempo suficiente de prever los obstáculos que se acercan más rápidamente, sino que cuanto más corremos, más agua hay delante del coche y menos yernos. Cuanta más velocidad, menos visión. Cuando se viaja tajo una lluvia medio regular en un coche con buena adherencia y sobre un buen piso, se da uno cuenta de que el limite de la velocidad segura del vehículo depende en gran parte de la frecuencia del barrido del limpiaparabrisas. Si el ritmo es lento, puede llegar un momento en que la acción de las raquetas se vea totalmente neutralizada por la velocidad con que nuevas gotas de agua se estrellan contra el cristal delantero. El parabrisas estará permanen teniente! nublado por el agua; la acción de las raquetas- -sacar agua con un cesto- -no servirá más que para marearnos y gastar batería. En estos casos se muestra la ventaja de los limpiaparabrisas rápidos o, mejor aún, con varias velocidades. (Parece que los limpiaparabrisas accionados por la fuerza de admisión de los cilindros, cuyo ritmo depende de la velocidad de giro del motor, han caído en desuso por complicados. Ahora son ya casi todos eléctricos. De todas formas, lo más que un limpiaparabrisas puede hacer es mantener limpio el cristal, pero no hacer penetrable a la visión el muro da agua con el que el coche choca. Contra eso no hay más que aminorar la marcha pacientemente. En carretera no es muy importante, relativamente, la visión lateral y trasera, pero no así en las ciudades. Se están viendo cada vez más los limpiaparabrisas- -perdón, limpialunetas- -traseros. Aún son un poco espectaculares, pero también, sin duda, muy prácticos; seguramente se irán imponiendo, como ha ocurrido con el faro trasero de maniobra, que ya portan hasta algunas motos, por no ser menos. Pero sin necesidad de este ingenio de última hora- -tan sencillo por otra parte- -el automovilista puede recurrir a productos especiales que, rociados sobre sus cristales hagan resbalar el agua rápidamente por ellos sin dejarlos nublados. Mucho más antiguo que ningún producto comercial en botes es el método de la patata. Se corta una patata y se restriega bien con ella los cristales hasta que esté impregnado del jugo: sobre él patina el agua sin dejar rastro que es un primor. Este sistema puede, en caso de avería en el limpiaparabrisas, hacernos rodar muchos kilómetros sin llevarnos ciclistas por delante o empotrarnos en lo: árboles al borde de la carretera. ATENCIÓN A LOS FRENOS MOJADOS Existe, por último, un último peligr poslluvia los frenos. El agua ha podid; entrar en los tambores de los frenos, o 1 que es peor aún, en algún tambor. Des pues de haber rodado algún trecho sobn agua, téngase cuidado al pisar los freno ya sobre terreno seco (se supone que sobre agua se usarán con suma delicadeza) Si no hemos tenido la precaución de irlo pisando suavemente para secarlos, el agu que ya dejamos atrás quizá pueda aúi darnos un susto. Juan Pablo DEL CAMPO

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