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ABC MADRID 18-10-1969 página 27
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ABC MADRID 18-10-1969 página 27

  • EdiciónABC, MADRID
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FUENTERRABÍA N su Historia de Fuenterrabía publicada a finales del siglo XVXH, libro desgraciadamente a g o t a d o Berna! de OTleilly dice que la vieja Ondarribi fue romana y muy apreciada por este pueblo por su situación geográfica, y que estaba bien amurallada. Asegura que el actual castillo de Carlos V, convertido hoy en parador de ¡turismo, fue castro romano y, según opinión del erudito guipuzcoano don Joaquín Irízar, la actual parroquia fue (primitivo templo p a g a n o- -junto al castro- -dedicado a la Venus Pirenaica. Sobre sus ruinas se edifico, siglos después, la iglesia cristiana, de bellísima traza, iniciada hacia 1480. Los Reyes Católicos reedificaron al castillo sobre las ruinas romanas y aún subsisten trozos de aquella época. Su nieto, el emperador Carlos, amplió y hermoseó el castillo, que servia de guarnición a sus tropas, y aquí descansaba al cruzar a Francia a la ida y vuelta de sus campañas de Flandes. Parece que gustaba de este lugar, desde donde se divisa la vecina costa francesa hasta muy lejos en los días claros. El burgo constaba entonces de 14 calles y de más de 500 casas, de las cuales se conservan bastantes en la calle Mayor; nobles edificios y caserones de piedra y bellos balcones enrejados; así, las de la calle Pampinot, con sus aleros flamencos; la plaza de armas, frente al castillo; el palacio, que perteneció al obispo Ximénez de Sandoval. En las calles de las Tiendas y de XTbillas también se conservan viejas casonas con aleros y escudos de piedra. Fuenterrabía yergue su silueta esbelta y orgullosa de sus pasadas hazañas, a la orilla del Bidasoa, que se confunde con el mar E Cantábrico. Una legión de barcos de pesca, pacíficos y laboriosos, le rinde escolta que en otros tiempos fue de airosos bergantines y galeones, bajeles y cañoneros de las escuadras del emperador. Cuando se llega de la frontera francesa o de Madrid, lo primero que encanta es la erguida silueta de su iglesia y su castillo en lo alto, y los vestigios de sus murallas rodeadas desde el Norte, por el Oeste y parte del Sur de un ancho foso y defendidas, al Este y Sur, por la ría del Bidasoa. En la plaza de armas se hacían siempre las proclamaciones reales. Don Sancho Abarca, rey de Navarra, parece que ya tenía 850 camas para sus tropas que se ejercitaban en la plaza; más tarde, su ampliación y fortificación fueron ordenadas por don Sancho el Fuerte, y su hermosa y actual fachada, al emperador del que toma su nombre. Desde tiempo inmemorial existían en la falda del Jaizquibel los caseríos, que subsisten, de los labradores; y luego, el barrio de la Magdalena, habitado por los pescadores, ya en la parte baja de la ciudad, junto al mar. Sigue Fuenterrabía dividida en éstas tres partes: ciudad, marina, caseríos de la falda del Jaizquibel, que la defiende poderosamente, y, desde finales del siglo XEX, frente a la playa, los primeros veraneantes empezaron a hacer sus casas y chalets rodeados de jardines. Muchos sitios de- guerra pasó Fuenterrabía a lo largo de su historia, pues su codiciada situación fronteriza la hizo escenario de no pocos conflictos; pero el famoso sitio es el de 1638: estando la plaza sitiada por las tropas francesas al mando del príncipe de Conde, iba a sucumbir ante el ataque enemigo cuando un soldado se ofreció a bajar la Virgen de su santuario, a varios kilómetros del castillo, para ser venerada en la parroquia y servirles de capitana en aquella dura lucha. Aceptado el ofrecimiento por los generales y subiendo el soldado a rastras, disfrazado de oveja con la piel en la cabeza, bajó la imagen de la Virgen, que fue objeto de grandes rogativas en el altar mayor de la iglesia. Parece que al día siguiente llegaron los refuerzos de nuestras tropas, con lo que la batalla fue ganada. En la puerta de acceso a la ciudad que da a la calle Mayor campea el escudo con barcos y sirenas, donde se lee: La muy noble, muy leal, muy valerosa y muy siempre fiel ciudad de Fuenterrabía. El pueblo de Ondarriti, agradecido a su Patrona, celebra todos los años, el 8 de septiembre, la conmemoración de aquel sitio subiendo en procesión marcial a la ermita con un curiosísimo desfile formado por compañías armadas de pescadores, comerciantes, caseros y veraneantes; todos llevan la boina con el pañuelo rojo, banda y alpargatas del mismo color y su cantinera vestido al modo del siglo JOS. van cañones, general a caballo, zapadores con la piel enorme de borrego en la cabeza. En tal día, miles de personas, francesas, españolas de toda la región, extranjeros venidos para este acontecimiento, presencian el famoso desfile, que a los sones del himno Titibiliti que se tocaba en el siglo XVH, suben tocando los pífanos y tambores. Y, en fin, queda la gastronomía: los bodegones y mesones marineros con los sucu- l a cantinera de la compañía, a las puertas del castillo de Carlos V. lentos chipirones, las sardinas asadas, la langosta, la merluza a la vasca, los meros, rodaballos, atunes con tomate, las cocochas todo regado con la sidra de los manzanos de la falda del Jaizquibel o el rico vino navarro... Aurora LEZCANO Abre el cortejo el general de las tropas. Pasan los zapadores. Sobre la clave del arco se puede ver el escudo de Fuenterrabía.

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