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ABC MADRID 16-10-1969 página 121
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ABC MADRID 16-10-1969 página 121

  • EdiciónABC, MADRID
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MIRADOR tos son y no fotografías, pudiera dar pie a largos comentarios, porque cada personalidad de esas encierra suficiente carga polémica, sobre todo las políticas. A mí me interesa especialmente una en esta ocasión, la de Einstein, cuya categoría intelectual y cuya calidad humana están fuera de toda. duda. Y tiene su porqué. Estamos atravesando una grave crisis de la enseñanza a causa de una toma colectiva de conciencia de los errores y fallos que aquejan a la que se viene practicando entre nosotros. La enseñanza trasciende de sí misma e inerva los órganos vitales de toda sociedad, de tal manera que puede deducirse el nivel de ésta por la calidad de la enseñanza que en ella se imparte. De ahí que la enñanza influya tanto y tan decisivamente en esa preclara actividad de la inteligencia humana que es la creación literaria. No se concibe una gran literatura en una comunidad culturalmente indigente. Podrán darse, eso si, algunos escritores singulares, peo no una verdadera literatura, porque ésta no es obra de unos creadores aislados, sino el producto de un fenómeno de participación en el que la creación se complementa y vigoriza con la colaboración del sector humano a que va destinada. Sin lectores a nivel intelectual adecuado no puede mantenerse en permanente fluencia la producción literaria. El acto literario se consuma en el lector. Sin éste, aquél es un impulso perdido. Hay un paralelismo evidente entre Universidad y Literatura. T, si no, ahí está el ejemplo de nuestro Siglo de Oro. Su esplendor recoge los áureos reflejos de Alcalá y Salamanca. Cuando estas dos célebres Universidades españolas se entenebrecen y se secan; nuestra literatura declina hasta convertirse en una aberración. ¿De qué sirvieron los desesperados esfuerzos de Moratin y otros innovadores en un país cuyos focos irradiantes de cultura- -las Universidades- -estaban apagados? Inversamente, cuando la Universidad española se recobra un tanto, surge, a finales del XTX y comienzos del XX, esa espléndida generación de escritores llamada del noventayocho. Porque, si bien la Universidad no es un laboratorio para fabricar grandes escritores- quod Natura non dat, Salmantica non prestat sí establece las condiciones óptimas para que la energía creadora halle una respuesta fecunda y estimulante. Con otras palabras, la enseñanza prepara y abona el terreno para que ese fenómeno de correspondencia que es la literatura alcance su máxima expansión. una plaza en un colegio es más difícil que lo fue en el siglo XVII poner una pica en Flandes Hay que buscarse recomendaciones y apelar a influencias irresistibles para hallar un hueco en esos centros de enseñanza que no quieren más q u e empollones o genios y superdotados en hipótesis. En vista de ello, a mí se me ocurre preguntar: ¿no es este un método suicida y absolutamente negativo en un país como el nuestro, sediento de instrucción y cultura? Y desde otro punto de v i s t a ¿quién puede en conciencia pronosticar el Pues bien. Al margen de las mejores in- destino de un alumno por su expediente tenciones de la Administración y por bajo de bachillerato? Llena está la Historia de de la atmósfera reformista en que nave- casos de números uno de bachillerato que gan los proyectos legislativos, vienen su- han fracasado estrepitosamente en la Unicediéndose, al ras de la actualidad ope- versidad, y viceversa. rante, unos hechos desmoralizadores que Pudiera alegar el tantas veces manoseaestán sembrando la alarma y el pesimis- do ejemplo de nuestro Ramón y Cajal, pemo en el hombre de la calle. Por un lado, ro prefiero aducir otro, inimputable a nueshay Facultad o Escuela especial de la Uni- tras instituciones docentes. Veamos lo que versidad de Madrid que ha creado el nu- se lee en el libro de C. P. Snow sobre las meras clausus y todas las demás se han andanzas de estudiante del físico y hombre pronunciado por una rigurosa selección, de ciencia más eminente de los últimos sicon criterio matemático y automático, en- glos: Esta conclusión (de carácter relitre los candidatos a las aulas universita- gioso) la alcanzó por su propia cuenta durias. Algún portavoz de estos centros ha rante su adolescencia, cuando era alumno dicho, poco más o menos, que tales drás- -y no de los que se distinguían- -de la esticas e inapelables decisiones obedecen al cuela secundaria de Munich... Era bueno, convencimiento de que un alumno de ba- aunque nada extraordinario, en física y chillerato con mal expediente académico- matemáticas. La mayor parte de la educano merece ocupar un puesto en la Univer- ción académica le parecía intolerable y no sidad. De otara parte, los colegios de segun- quería someterse a ella... Entre las deterda enseñanza eliminan todo alumno que minaciones que tomó se incluye la de deplantee cualquier problema- -no digamos jar la escuela de Munich, hacia la que seneconómico, porque resulta insalvable- -de tía odio, y renunciar al examen final, al tipo escolar: carácter difícil, indisciplina, que tenia desprecio... Le suspendieron en falta de aplicación, etcétera, de forma que los exámenes de ingreso en la Escuela Poquedan así fuera de todo cauce educativo litécnica de Zurich. Su propósito era haquienes más lo necesitan. Es otro nume- cerse ingeniero eléctrico, lo QUe puede paras clausus de hecho para la segunda en- recer raro si se toma en serio la leyenda señanza. Tanto es así que el conseguir hoy de la impracticidad de Einstein: en reali- dad era tan poco práctico como Hardy distraído... Los exámenes le abrumaron hasta el punto de que cuando se graduó no quiso volver a pensar en problen as científicos durante un año Menos mal que su profesor, Minkowski, un hombre de talento, reconoció más tarde, a raíz de las primeras publicaciones de Einstein, que su alumno era un genio, aunque, como estudiante, un vago de siete suelas (Lo subrayado es mío. Entonces, ¿qué? Es cierto que a un genio se le pueden permitir ciertas licencias y anomalías. Bien. Pero es igualmente cierto que hemos sabido quién es Einstein porque no se interpuso en su camino ninguno de esos criterios matemáticos inapelables que lo excluyese de las aulas. Si un profesor de talento como Minkowski no se dio cuenta de la valía de su discípulo hasta que se hizo evidente su genialidad al mundo entero, no creo yo que sea posible, a ninguno prejuzgar a distancia- -sólo a través de los resultados de un examen escrito, por ejemplo- -el grado de inteligencia y preparación de un alumno al que personalmente se desconoce, como ocurre en las pruebas de madurez y en otras eliminatorias. Admito sin ninguna reserva la honesta intención de quienes propugnan y defienden tales métodos. Por supuesto. Pero, ¿no sería honesto también pensar que un tan gran número de fracasos, más que un fallo humano, denuncian una inadecuación o irracionalidad, al menos, de los sistemas de enseñanza? Si una ley que condene a un solo inocente puede considerarse imperfecta, ¿por qué no ha de considerarse imperfecto un sistema docente que condene con la oscuridad a una sola inteligencia? Ángel María DE LEBA

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