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ABC MADRID 09-10-1969 página 133
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ABC MADRID 09-10-1969 página 133

  • EdiciónABC, MADRID
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MIRADOR ESCRITORES AL HABLA L A tarde, con el azul lívido del sielo, es un estallido de luz. Un Norte suave mueve blandamente el mar que borbotea destellos. De Vigo a Cangas de Morrazo nos lleva un pequeño vapor. Desde lejos puedo distinguir a don José María Castroviejo esperándome en el muelle. Con Castroviejo todo hay que hacerlo pausadamente, saboreando lo mejor que se nos puede ofrecer: un tiempo medido sin reloj; medido por unas tazas de ribeiro por una conversación, por un momento de la luz del día, por un silencio y unes pasos. Estamos en la bodega sin que nos interrumpa ningún vagabundo amigo o cualquier pálido visitante que venga á calmar con los buenos vinos de Castroviejo su frío preternatural. sus paisanos ademas de por muy beilos versos marineros, por sus barbas rubias de rey visigodo, su mirar candido de saga islandesa y sus alegrías orgiásticas de pirata con petardos y alcoholes, tenga la ebsesien (o chifladura, según sus vecinos) de llevar siempre dos cuervos en los hombros y a los que habla y ellos le graznan y se entienden (soy testigo) -El escritor no puede ser solamente el espejo de crímenes o de estupros, como hoy, por desgracia, se hace para indigni- en el ámbito modesto de mi vida material y espiritual tengo que ser responsable de todo esto. Es decir, que sin pretender actuar de modo concreto o determinado, por ejemplo, en una determinada línea política, sin embargo no puedo ser ajeno a las angustias y preocupaciones de mi tierra, ni a las preocupaciones de Españar al problema social que hoy se plantea, ni al mismo problema político, ni a las preocupaciones del mañana, ni a las precupaciones, que para mí son fundamentales, en el orden religioso, dada la proyección que ha de tener la Iglesia en el mundo que nace y que en modo alguno puede responder a conceptos como aquellos que pretenden anclarla en un pasado sin futuro. Yo creo, dentro de mi modesta parcela que me ha tocado vivir, que vivo perfecta y auténticamente los problemas de Galicia, de España, y los problemas de mi siglo. Mi imaginación no puede, en modo alguno, constituir una torre de aislamiento, sino un motivo de procurar que la literatura tenga más vida, más color, más fuerza, sin desentenderse de ninguna manera de las preocupaciones que como individuo social y religioso tengo. -Entonces, Las tribulaciones del cura de Noceda pueden ser una muestra de esta preocupación? -La imaginación no tiene que presentarse como contraste al realismo, puesto que el realismo es una manifestación de la vida y la imaginación es la sublimación de la vida. Creo que sin imaginación no se podrían haber escrito obras tan realistas como, por ejemplo, Don Quijote La Odisea La Iliáda o los grandes dramas y comedias shakespearianos. Lo que me parece es que se ha desorbitado un poco, o un mucho, las circunstancias literarias en torno al hombre, presentando a la imaginación como enemiga del realismo o viceversa; creo que imaginación y realismo se complementan. O sea, que si por realismo se entiende la negación de toda gracia, ¡claro! la imaginación está opuesta al realismo; pero si el realismo se entiende como el reflejo de la vida en sus manifestaciones, aunque muchas de éstas puedan ser crudas, pues la vida misma no es fácil ni amable siempre, puede ser un realismo perfectamente imaginativo. Lo que no se puede es amputar, como se corta una rama, diciendo: hasta aquí llega el realismo, hasta aquí llega la imaginación. Se llegó a un conflicto tonto, vano y que está, gracias a Dios, superado. -Yo opino, don José, que ese realismo del que se hacia gala era un realismo falso, pues la realidad, estirpada la imaginación, está desmedulada. ¡Naturalmente! Le leo unas palabras del doctor López Ibor: El munido imaginativo tiene primarias valencias. La imaginación no es sólo cosa de locos. Es el plan de nuestra vida cotidiana, una fuerza creadora que procede del campo de la efectividad. Pero en todas partes se está volviendo precisamente a un concepto imaginativo de la vida; bastante realismo sórdido nos presenta la propia vida en esta época supersónica, de revoluciones, de masas, de peligros de bomba atómica... en fin, de angustias sin par. Debemos salvar al hombre de hoy con el regalo de la imaginación de uno. Hoy. para, este mundo que vivimos, considero que la imaginación es un rocío saludable; es una especie de santidad como decía lord Dunsay, que nos hace falta para evadirnos un poco de tanta angustia que nos oprime. Podemos recurrir para dar una idea al lector de la figura de José María Castroviejo a una apreciación que de él hace Ernesto Giménez Caballero si prevenimos antes de que la pluma de Caballero se destocó en algunos epítetos. Veamos: Es muy curioso que todavía hoy en Galicia el poeta Castroviejo, conocido de todos José María Castro viejo dad de tantos escritores que buscan en la pornografía la obra fácil. Pero aparte de no caer en estas abominaciones, el escritor debe preocuparse en todo momento de saber cuál es el mensaje que a la sociedad en que está viviendo tiene que presentar, y eso sí que supone una verdadera acción de búsqueda. Lo principal que considero debe tener el escritor es la honradez y el no estar nunca satisfecho de sí mismo, lo que le lleva a una constante búsqueda. Será siempre equivocada toda pretensión de terminar la crítica de la obra de Cas troviejo en la fácil consideración de una literatura empapada en tradiciones y leyendas, brujas y trasgos; humores que recorren la constitucional facultad imaginativa de Castroviejo. -Yo nenca he eludido personalmente la preocupación por mi tierra ni por los problemas y soluciones de ella. Creo que el tener imaginación, el tener una cierta alegría para soslayar un poco lo simplemente pedestre, o lo que pueda resultar pesado o vulgar del realismo, no implica que uno deba estar en una torre de marfil o vivir en un cielo bobo. Me doy cuenta de que soy un hombre nacido en este siglo que comprendo las angustias de este siglo; comprendo también las injusticias que nos han precedido y, por tanto, -Pues, sí. Las tribulaciones del cura de Noceda nacieron a raíz de unos artículos publicados en ABC y que luego me encontré con la sorpresa de que habían tenido una acogida muy favorable: muchas cartas, incluso telegramas diciéndome que insistiera sobre ello; entonces fui alargándole la vida al pobre cura de Noceda hasta hacer una especie de síntesis de la posición de un cuca actual, pero ya de edad, profundamente humano y con un tremendo sentido de la justicia y de la caridad. Se desarrolla en el mundo concreto de Galicia y, por tanto, en el mundo de la España de hoy frente a las corrientes que surgen de una forma que ya nadie puede negar que continuarán fluyendo para la Historia: las corrientes del Vaticano II. Planteo el problema de este cura que había sido educado en concepciones naturalmente muy anteriores al Concilio, pero que con su honradez, su bondad, su sentido de la justicia y, sobre todo, con su inmensa caridad llega a comprender que no solamente el Concilio Vaticano II fue necesario, fue justo, sino que hay que ir en muchos aspectos más allá todavía. Entonces presento, en vez de plantear el problema del cura joven, progresista, rebelde, que me parecía un recurso fácil, el problema más hondo del cura un poco antiguo pero honrado, que se plantea un problema de conciencia ante esta situación que nos presenta no sólo el Vaticano II, sino el futuro de la Iglesia, que es realmente preocupante para todos, puesto que en boca del propio cura de Noceda pongo en este aspecto palabras muy determinantes, pensando que tal vez sea necesario para el cristianismo, hoy adulterado por tantos motivos, volver incluso a las catacumbas. Sí, este libro es una muestra de mi interés por temas actuales, hondos y por temas religiosos que a mí, como católico de este siglo y de este año 1969 en que hablamos, me tienen que preocupar hondamente. ¿Qué supone para usted la dencia en el escritor? indepen- -El escritor que no es independiente se convierte en un monigote, en el más triste de los monigotes. El sol. en su caída, ha rozado con las graníticas y atlánticas islas Cíes y ha llenado de chispas el negro de la noche. Antonio R. DE LAS HEBAS

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