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ABC MADRID 01-10-1969 página 11
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ABC MADRID 01-10-1969 página 11

  • EdiciónABC, MADRID
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BLAIBERG E L día 3 de diciembre de 1967 Cristian Barnard trasplantaba el primer corazón humano. Cuando la Humanidad llena una medida determinada en su maduración aparece el hombre genial y da el gran paso. En el trabajo cotidiano se hace avanzar la Ciencia hasta que el ambiente es favorable a la aparición arrolladura del genio. El genio, el hombre privilegiado como un dios, abre nuevas ventanas hacia horizontes insospechados. Sólo había pasado un mes cuando Barnard hizo su segundo trasplante, después de fracasar el primero. Blaiberg, médico, conocía aquel fracaso y otro posterior de un paciente americano. En tan poco tiempo, los dos fracasos. Con- pleno conocimiento del problema biológico y con una mayoría abrumadora de probabilidades en favor de la muerte inmediata, no sólo aceptó, sini que estimuló espiritualmente al gran Cristian Barnard para que lo realizase. Aquella gran cima de la ciencia médica asienta genialmente, como la conquista de la Luna, en los triunfos de la Humanidad entera. Murió un héroe universal. La noticia nos llegó cuando aún se amontonaban en las calles de Nueva York las serpentinas de homenaje y admiración que en nombre de todo el mundo tributaron los habitantes de la- gigantesca urbe a los primeros hombres que pisaron la Luna. En este momento murió el doctor Blaiberg. Los vencedores de la Luna, con humildad, con justicia, apuntaron el éxito para todo el m u n d o La Humanidad es la triunfante. El lanzamiento hacia los espacios del titánico Saturno asienta sobre los triunfos que el hombre ha logrado en el sacrificio y progreso permanente desde los siglos más remotos. La biografía de los elegidos para este vuelo pone de manifiesto su temple moral vocacional y una formación especializada admirable, síntesis también de esa disciplina en el trabajo científico universal. En el mecanismo de sus artefactos hay una concentración de toda la física que el hombre confeccionó. El fallo en principios tan elementales como el de los vasos comunicantes, la capilaridad o el choque elástico haría fracasar la meticulosa empresa. La haría fracasar también un fallo en cualquiera de las consecuciones biológicas; sería imposible conseguir la eficacia cerebral o cardíaca de los astronautas si el cerebro o el corazón, a través de electrónica, no estuviese escribiendo en la tierra gráficamente su equilibrio y capacidad de adaptación al nuevo medio de los espacios interplanetarios. Citar las bases sobre las cuales asientan esos primeros pasos lunares sería tarea interminable. En ellos van mezclados los adelantos conseguidos por todos los pueblos y todas las razas, por el triunfo en todas las ciencias. Aparentemente, este equipo médico era más pequeño. ¡Falsa apariencia! Los recursos económicos puestos en juego parecían menores. También es falsa apreciación. En ese gesto quirúrgico estaba implícita además, estimuló la decisión de Barnard. Decisión difícil ante la tormenta mundial de detractores y críticos incisivos. Pero no dudó en ser materia de experimentación. Bien consciente, se dispuso a abrir nuevos cauces a la Humanidad. Se entregó sin más interrogantes. Los que vivimos a diarios midiendo estos punzantes dinteles de lucha entre la vida y la muerte sabemos bien el valor de este gesto heroico. En los dos años escasos en que duró su existencia este gesto obró milagros en nuesx tros quirófanos. En la experiencia de muchos cirujanos, en nuestra experiencia, fueron varios los enfermos que apremiaron la ciencia médica desde las más remotas en la ejecución de sus intervsnciones quiépocas prehistóricas. Esta era una sínte- rúrgicas cuando en los estudios, y a través sis humana de los conocimientos fisioló- de los informes clínicos, conocían que era gicos, patológicos y terapéuticos acumula- muy extrema su circunstancia. Nos estidos desde el momento que el hombre pen- mularon constantemente a extremar los só y hubo de luchar para sobrevivir. mismos riesgos. Sabían, y todos sabíamos, Blaiberg conocía el fracaso de la inter- que Blaiberg vivía. Se había realizado la vención realizada anteriormente a Was- intervención con pocas posibilidades de suhansfey. Su formación médica le permitía pervivencia Como él- -aunque en estos comprenderlo en toda su profundidad. Co- otros pacientes la intervención proporcionocía la dificultad técnica. Sabía que en nase ese pequeño margen de posibilidala historia de la Medicina hubo que aban- des- -quisieron ser operados afrontándolo UN HÉROE Y UN ESFUERZO UNIVERSAL donar muchas veces las audacias por ser incompatibles con la vida. ¡Desconocía- -lo atestiguó después- -que Alexis Carrel había mantenido vivo un corazón de embrión de pollo durante más de veinte años. Aquel corazón murió dos dias después que el gran sabio francés, porque la laborandi que trabajaba en el laboratorio ignoraba que un solo día sin cambiar el líquido en que se mantenía perfundido seria incompatible con la existencia de sus células. Blaiberg, como médico, sabía bien que la Biología, en sus manifestaciones vitales, no es matemática pura. El instinto de conservación podía permitirle dudar el pronóstico que se le había señalado. Quizá una vida de reposo y tratamiento minucioso podían prolongarle más la existencia que la incógnita del trasplante, hasta aquel mismo momento fracasado. Sin embargo, se entregó. Pero es que, todo. Los límites clásicos de la Cirugía habían sido rebasados. Blaiberg abrió una brecha en el muro de los pronósticos y con su gesto cambió en unos momentos nuestra psicología como médicos y radicalmente nuestra psicología como pacientes. La madurez de la Humanidad engendra los genios que muestran nuevos horizontes. Genialidad fue la de Barnard, pero genialidad con heroísmo la de Blaiberg, que conociendo la inmensidad de las dudas quiso dar un empujón solemne a este viejo planeta logrando contemplar, al fin, la que había señalado como su máxima ilusión: ver un hombre en la Luna. Murió un héroe universal. Barnard lo sabía y él mismo puso humildemente sobre sus hombros el féretro, llevándolo en el comienzo por el camino de la eternidad. Doctor Maximino BRASA

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