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ABC MADRID 26-09-1969 página 3
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ABC MADRID 26-09-1969 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO PRENSA M A D POR ESPAÑOLA, R I D SOCIEDAD ANÓNIMA FUNOAOO EN 1906 POR DON TOHCUATO CUCA DE TENA ABC REDA C C I 0 N, ADMINISTRACIÓN Y T A L LE R E S SERRANO, 61- -MADRID DMIRABLE tarea la realizada por los salesianos en Sudamérica, c o m p i lando centenares de mitos, relatos y cuentos de los indígenas de la hay más tiros y más muertos que nunca cuenca del Amazonas. Levi- Strauss ana- (al protagonista le llaman Silencio porfizó este material junto a otro suyo, con que deja tras sí el silencio de la muerarreglo al método de la llamada Antrooo- te) sino que, además, para colmo, al filogia estructural Con él todo se va a jus- nal ganan los malos y no los buenos tando como las piezas de un rompecabe- La otra película, la erótica, pertenece a zas; macho queda, al parecer al menos, la subvariedad de las didácticas Esto le explicado. Pero siempre que creemos ex- permite sobrepasar los límites habituales. plicar una cosa resulta que queda por La cintura, o esa sombra oportuna qu: aclarar lo más importante. Por ejemplo, deja los gestos más osados a la imagina ¿por qué el jaguar es la figura central de ción del espectador. Ahora nada se omite: muchos de estos mitos? Parece fácil la todo, absolutamente todo, es expuesto y respuesta. 1 jaguar, poderoso animal que en las más atrevidas variaciones. Con imáimpone en la selva su terror, impresiona genes muy bellas, con actores de exprela imaginación del hombre. Pero lo sin- sividad extraordinaria. Una voz en off gular es que en los mitos de los pueblos de cuando en cuando, nos aclara que la fibororo del Brasil central y de otras tribus nalidad de estas imágenes es evitar errores vecinas, el jaguer, además de robusta fie- en las muchachitas, encauzar matrimonios ra, es un ser casi fraterno, que habla con distanciados y contribuir a una mayor hiel hombre, le enseña e) manejo del fuego giene sexual. Los comentarios- -hay que y le saca de graves apuros. Por si esto reconocerlo- -revelan conocimientos de la fuera poco, cuando el héroe es perseguido más refinada y moderna psicología. La pepor la mujer del jaguar- -pues el jaguar lícula de la violencia ha llenado el cine de suele estar casado con una mujer terri- jovencitos. Me parece observar que salen ble éste no vacila en sacrificarla. desilusionados. Tanta sangre acaba conHe visitado el jaguar. Lo he encontra- virtiéndose en lo que realmente es; en do en lo alto de la colina, a cuyo pie, jun- salea de tomate. La película del erotismo to al lago, se extiende la ciudad. Antigua- parece tener menos éxito. Entre el públimente, los hombres situaban en estas cum- co, algunos matrimonios. Pienso que tambres los templos; ahora juzgan bueno el poco aprecian la belleza de las imágenes lugar para construir en él un excelente ni el esfuerzo del autor por hacer que las jardín zoológico. Este jaguar es un ejem- rosadas carnaciones sean- a la vez, obra plar soberbio- hermosísimo, más bello que bella y una lección de higiene. Algo falta. Al salir veo en un escaparate el último ninguna otra fiera. Su piel brillante, de Szondi: Caín, formas de lo mallena de reflejos, tiembla sobre el poder libroEstoy en la patria de Lavater, el amilo en vacaciones de la musculatura. Es un go de Goethe, el fundador de la Fisiogjaguar hembra y con él están tres cacho- nómica, la ciencia y el arte que permiten rrillos de pocos meses. Dos juegan; el a por rostro. otro medita en un rincón. Como nos en- conocer que los hombres aquí, su Zurich, Szondi, también vive en contramos en el país que fabrica los me- inventó un método que hace años gozó jores relojes y han nacido en él y es me- de cierta boga para conocer los caractediodía, uno de ellos, puntual, acude a la res. Si Lavater descifraba el enigma de la ubre tensa y se dispone a mamar. La ma- psicología humana por el análisis de las dre le acoge con amplias caricias de su facciones, Szondi emplea el método inverlengua, que, lenta, carnosa, recorre una y so: presenta una colección de retratos al otra vez su cuerpecülo. El otro jaguar, al sujeto de experiencia y según los que éste principio displicente, deja sus piruetas e considera antipáticos o simpáticos obtieimita a su hermano. Las caricias ahora ne la fórmula de sus radicales instintos son distribuidas entre los dos con parsi- primordiales Un día, un psiquiatra de Ismoniosa equidad. Al final, el tercer cacho- rael le remite el protocolo de uno de sus rro se decide a abandonar su meditación enfermos sin añadir ninguna historia clío su tristeza y encaramándose entre los nica. Szondi contesta: Se trata de un cuerpos fraternos se abre camino hacia la criminal con insaciable ánimo asesino. pitanza. El juego de las caricias se repite, Al cabo de un año se entera de que, en armonioso, exacto, justo. ¿Qué pasa allí, efecto, el así diagnosticado, aunque no haen las profundidades de la vida, en los sis- bía matado a nadie directamente, envió a temas bioquímicos, mientras la lengua, sa- la muerte, con su estilográfica, a millones bia, acaricia la piel joven que a su contac- de hombres. Se llamaba Adolfo Eichmann. Con su libro de ahora, Szondi quieto se estremece? re convencernos de Abajo, en la ciudad- la vida continúa. mente, un veinte por que, constitucionalciento de los humaLas gentes entran en los cines, pese a la nos presenta el radical cainita -esto es, temprano de la hora. Entre la avalancha una tendencia a crisis de iracundia y de veraniega de filmes eróticos y de filmes violencia. De éstos, un doce o un quince agresivos destacan dos, porque en ellos por ciento lo disimulan tanto que hasta parece haberse intentado alcanzar el lí- llegan a parecer lo contrario: seres monrite ¿Por qué razón nuestro tiempo ralísimos, jueces, gobernantes, catedrátiquiere, angustiosamente, rebasar todos los cos, sabios, legisladores, directores de emlímites? Una de las películas es el no va presa. En algunos de ellos, la ecuación se más de la violencia; la otea, el no va más del erotismo. En la primera no sólo A L JAGUA R invierte, produciéndose el tipo contrario: el Abel. Por ejemplo, Moisés, figura prototipica, ¿no mató en una ocasión, antes de ser el guía del pueblo judío, en un ataque de ira, a un mensajero? Aquí Szondi se embarulla un poco. Pues ¿cómo explicar con su tesis la condición cainita de todos los humanos? Unamuno, al que el tema apasionó intensamente, sabía ya que, en el fondo, Abel es un posible Caín, Por eso el Ama de El otro quiere a los dos. Y al prologar la segunda edición de su Abel Sánchez -desde Hendaya, repetía la frase de su personaje: ¡traed al niño! Presentía que quizá en el niño está la solución... ¡Y el enigma! De lo que sí nos convence Szondi es de que Caín es quien escribe la historia. Pero algo falta en su libro. Lo mismo que faltaba en las películas eróticas y en las agresivas. Y también en la explicación de los mitos del jaguar. Szondi no acaba de entender- -como les pasa a muchos- -que entre lo estrictamente hereditario y lo que se adquiere con el ambiente hay una tercera cosa Quizá así podría explicarse lo que no llegan a aclarar tantas sabias explicaciones como ahora surgen sobre la ola erótica y la ola agresiva Ese problema fundamental de que las dos se hayan presentado al mismo tiempo. No sé por qué, me parece que la respuesta la tiene el jaguar. Con su alianza armoniosa de poder y de ternura. Para los pueblos de la cuenca del Amazonas encarnaba, a la vez, el misterio de la Naturaleza y su sabiduría. En el restauran te, lleno, me colocan en la mesa de unas joyencitas. Son las clásicas muchachas de la ciudad: secretarias bien remuneradas, poliglotas, inteligentes. Pero no puedo olvidar que, hace unas semanas, dos de ellas, por un trivial fracasó amoroso, envolvieron la cabeza en un cobertor y, abrazadas, dejaron que sus cuerpos jóvenes fueran destrozados por el tren. Caín siempre. El hombre actual aspira a saberlo todo. Pero cuanto más lúcido, más ciego es. Caín, en la versión griega, es Adiaphctos el opaco, el que no tiene luz. Allá, en lo alto de la colina, queda el jaguar. En sus pupilas, el recuerdo del fuego que enseñó a manejar a los hombres. Por algo los indígenas del Amazonas hablan de él como de un dios. Al regreso, por París, veo en todas las librerías, traducido, el libro de Conrad Lorenz Sobre eso que llamamos malo que discutí ampliamente, hace años, en otro mío. Voy, una vez más, a contemplar, al pie del Louvre, el gran grupo de Rodin, Los hijos de Caín Marchan, con paso poderoso, portadores de las signos de la civilización: el fuego, la lira, la inteligencia ordenadora. En su camino se divisa, a la lejos, el Palacio del Dsscu- brimiento. Y como llueve y es una de las cesas entretenidas que se pueden hacer en París, me voy allí para asistir a unos preciosos experimentos de Física atómica. Juan ROF CARBALLO

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