ABC MADRID 21-09-1969 página 132
- EdiciónABC, MADRID
- Página132
- Fecha de publicación21/09/1969
- ID0000904332
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UNA EPIDEMIA NACIONAL En los últimos años, mientras muchos operarios españoles se fueron a trabajar al extranjero, mientras se producía a escala general un desmedido afán de ganar rápidamente dinero, la chapuza se ha generalizado, se ha extendido y lo ha invadido todo, constituyéndose en uno ds los peores mates nacionales que actualmente padece nuestro país. En un reciente comentario editorial, titulado La obra bien hecha decíamos: ¿Cuántos millones de pesetas se gastan cada año en inútiles reparaciones eléctricas, de fontanería, de vehículos a motor; en chapuzas de albañilería, solado, escayola, pintura o carpintería? ¿Quién avala a la mayoría de los especialistas que se autotitulan expertos en una u otra rama profesional? A la tópica indolencia de tos practicantes de determinados oficios se ha añadido ahora la irresponsabilidad de muchos de los encargados del mantenimiento de ese bienestar logrado a base del esfuerzo de todos. Resulta además absurdo que en España, tanto en las grandes como en las pequeñas ciudades, con la factura del arreglo, de la reparación, no se adjunte la necesaria garantía de la calidad del trabajo realizado. Tampoco parecen existir tarifas específicas para estos trabajos, reguladas, como lo está, prácticamente, el resto de las manifestaciones laborales, industriales c comerciales. Reina en este mundo de ios oficios, con las lógicas excepciones, una especial anarquía qué a todos nos afecta y que todos soportamos a regañadientes, como una servidumbre inevitable. Han perdido su tradición artesana. Se ha difuminado, arrollada por el boom del consumo a ultranza, la máxima dorsiana de la obra bien hecha Todo ha de fabricarse en seguida para ser utilizado a la carrera, y si casi no importa su terminación, menos aún importa su conservación. La importante labor realizada por los centros de Formación Profesional en sus distintas modalidades resulta insuficiente para canalizar y atender las necesidades del país. Y cada vez se hace más necesario un control, una vigilancia por parte del Estado- -quizá el Ministerio de Industria- -de este especial estrato de servicios. Cada profesional- -del tapicero al chapista, pasando por e ¡mecánico, el electricista, e! pintor o el fontanero- -debe no sólo demostrar su nivel indispensable de conocimientos, certificado por el organismo cüm peten te, sino además responder del mismo, de la bondad de su trabajo frente a la sociedad que, en definitiva, le confía buena parte del resultado material de su esfuerzo. El simple pago de una contribución no puede ser nunca suficiente para autotitularse como contratista, electricista o fontanero.