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ABC MADRID 17-09-1969 página 13
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ABC MADRID 17-09-1969 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página13
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L tambor del pregonero, que lleva gafas y su apuntación en un papel, anuncia frente al pórtico de la iglesia que es monumento nacional, o junto al frondoso paseo, a la vera de la estación ya desafectada, el paseo junto a la ferraría de gentes que llevan un apellido con lustre en las Letras; aquel buen caballero que fue don Francisco de Grandmontagne, parientes cercanos del que recorría las tierras argentinas y las vascas. Anuncia, a. golpes de tambor batiente, al señor Laureano la pérdida de la bici o del chai, de unas gafas de montura de carey o de un magnetofón. Seguirle de una plaza a otra es siempre una grata ocupación para las horas sin quehacer. Se pasa, que ya no se baja, a la estación- -paseo bajo las pamelas- -que traía las novedades de Haro. Haro, París y Londres se dice por estas tierras al subir a ver a la Virgen de Allende en la tarde dorada. Ya no hay guardabarrera con bandera roja y gallinas, y las vías se quedan sin monedas para ser aplastads por un tren que como tantos otros se llevó la vía del motor. Son largas, gratas y hermosas, las horas en que no hay otro quehacer que andar por los caminos hacia las aldeas entre los zarzales y los fresales, en busca de setas a Jas que hay que someter luego, antes de ir a la mesa, al buen juicio del montañero Epslde, Que lee a los clásicos en las cumbres de la Demanda. Los utilitarios y sus hermanos mayores. con teoría de nombres y de matriculas, han sustituido por estos tiempos a los burritos de antaño, en la excursión, a la hora da ir de chuletas o de chocolatada- -valores eternGs- o de ir a descubrir románico o gótico florido, a Berceo en su propio lugar. Hay un silencio largo y profundo bajo el azul en la espesura del bosque, sólo arriba rasgado por el avión que hace no la vía del Calatraveño, sino la del París hermoso siempre y ahora caliente y turístico del señor Georges Pompidou. Horas sin quehacer para ir a buscar en una tiendecita el papel mañanero. Luego en el pórtico del templo, en la mesa aromada de café con leche, en el paseo, unos se lanzan sobre la Bolsa. Pueden ser varios los que buscan aquél al pie dsl autobús qua los ha subido de la capital, esos autobuses que Pía dejó pintados en un libro encantador. Es otra hora ésta, la de leer, lo que ha ¿raido el peatón o el Ismael, el buen cartero- -tarjetas con repertorio de ciudades del mundo, revistas y periódicos, cartas de alegre o triste signo- los mensajes nos aguardan sobre los manteles. Allí lo escrito para echar una ojeada primera mientras se va deshaciendo en gustos un panorama culinario en que los caparrones y el cerdo, la trucha y los pimientos, tienen más que excelencia para su tratamiento. Son acaso, y más bien diré sin el, las horas gastronómicas las que se llevan el gasto en la conversación, y más aún en ir a buscar chuletas al sarmiento, corderito o chorizo de aquí para allá. La bodeguilla o la cecina acreditada de Marisa, bar con agua y algo más sólido de Tres Puentes. Aquella belleza y cortesía, caste- E llanía este con ribetes de saberes para el asado. Se habla, sí, de asados, pero también de lo de cada hora en las escalaras del pórtico de la iglesia que don José Manuel, buen mozo y pastor moderno, rige con fe de ayer y de hoy, de siempre, con elegancia y con alagría. Timonel moderno que sabe estar en todos sitios y de todos ser el amigo más fisl: el mejor. A veces, muy de tarde en tarde- -es bueno y sabe lo suyo, lo clásico y lo del día el doctor Elíseo- por el pueblo atraviesa a hombros de convecinos uno que los deja. Las mocitas de un mañana áün lejano- -Georgina, Macarena, Marisita- los mozos de una quinta todavía por llegar- -Juan de Dios, José Félix, Luis Ángel- se detienen en las bicis se levantan los de un café y una copa que no acaba, los del mus, las viejas del pórtico se persignan y rezan una Salve. Luego ellos vuelven a sus carreras, los otros al charlar en que hay que hacer itinerarios de moñasteios o bodegas, de viejas iglesias y champiñón con revuelto de huevos. Berceo y su poeta, La- guardia amurallada, Labastida y sus vecinos, Navarrete y su capilla, Valvanera y su Virgen. De Berruguete y sus retablos a los más ricos caldos. Cafés elementales y un chiquiteo en que todavía impera como moneda de buen gasto la peseta. La peseta del tinto y de la sidra, de los pistones y los futbolistas para la chavalería que tiene en la Carlina su Pepín, su boutique del Faubourg Saint Honorá. Y quedan aún las horas del juego de pelota y la lectura, que va de Marcuse a Marcelo Proust, que ya andan en Francia en trance de rendirle homenaje centenario; de Simenón a Corín Tellado; del tebaísmo a Le Fígaro Litterairs Son horas quietas y largas, frescas y alegres, calientes y gozosas, en que siempre hay tiempo para no hacer nada. Se recuerda y se puede plagiar a Jorge Manrique aquí: en vez de decir cuan presto se va al placer, se puede decir cuan presto se van las horas sin quehacer del verano. Juan SAMPELAYO HORAS SIN QUEHACER CZCARAY. -Portada de Santa Mana la Mayor.

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