ABC MADRID 12-09-1969 página 85

FAGINAS DEDICA 1I4 S A LAS VACACIONES OS que como yo hemos nacido en un país tropical de extensos litorals marítimos no nos puede sorprender la belleza de las playas y de las calas de Benidorm. Digo sorprender porque gustarnos y deitarnos sí, pues las cosas bellas no cansan nunca, y además en este caso, al contemplar la panorámica marítima levantina vienen a mi mente los recuerdos entrañables de mi patria lejana. Y pasando de la realidad al recuerdo, lo mismo me ocurre con los álbumes fotográficos. No cansa ver el retrato de una mujer bella; el de un panorama campestre con sus bosques o lagos o ríos; la silueta de un hermoso caballo; la amplia extensión de las praderas o lo abrupto y movido de las montañas... en fin, tantas maravillas como la fecunda naturaleza nos ofrece a diario. Así, cuando por vez primera, allá por el año de 1960 pasé por Benidorm en ruta hacia Cádiz, me gustó tanto que quise quedarme unos días allí, pero no pude, pues tenia un programa hecho de antemano y un determinado plan a seguir. Recuerdo que me llamó la atención, ver algunas calles bautizadas con nombres que me son muy familiares en Centro América: los Ortuño. Amigos fraternales de mis abuelos, y sus nietos compañeros míos de colegio. E s t o s Ortuño, apreciabilísimas personas, ocupan en nuestros países posi- L ciones destacadas en la sociedad, en el comercio y en la banca. Continué, pues, mi viaje, pero antes escribí en la arena en la playa de levante, la frase famosa aquella de Mac Arthar: i shall return sin el dramatismo y el valor que le dio aquel gran estratega y hombre de Estado, sino simplemente con ese espíritu alegre y curioso del turista que todo lo quiere ver y de todo quiere gozar, aunque sea fugazmente, como el buen gourmet ante las excelencias y variedades de una buena mesa. Y volví, ya como embajador en España. Y me gustó mucho más Benidorm. Me encantaron sus calas- -llenas de belleza- sus arenas blancas y finas mullidas por el pesado molino de los siglos, su suave y fresca brisa de Levante o de Poniente durante las horas del día, y el agradable, reconfortante y oloroso airecillo que, bajando de las altas sierras, recoge el perfume de los pinares y pasa vigorizándolo todo en las noches plácidas y claras del verano. Me gustó el trato de sus gentes, cordiales, alegres y dispuestas siempre a servir al forastero. Ahora Benidorm, ya con cara de ciudad, y buena cara que tiene, conserva sin embargo las viejas, estrechas y románticas callejuelas levantinas, con sus rejas de hierro en las ventanas de las casas y las macetas que- paaáenrtterlas paredes y de las que cuelgan, con graciosa exuberancia, los geranios de alegres colores. Me gustan mis vacaciones en Benidorm porque descanso y escribo. Porque tengo un. grupoftnt. r fifl. hli dé buenos amigos. Me gustan sus turistas porque no les conozco y no saben ellos quién soy yo, y así puedo andar en shorts y sandalias, descansando del frac y del zapato de charol. Me gustan sus mujeres, sencillas, con esa vivacidad mediterránea, con sus ojazos oscuros que parecen decir tantas cosas. Me gustan esas reuniones en casa, en donde cantamos con guitarra alegres canciones levantinas o corridos nicaragüenses. Me gusta su aire y su luz, su cielo azul, alterado únicamente, a veces, por la estela prodigiosa de un jet Me gusta su mar tranquilo, en donde no hay que estar pendiente del ritmo acelerado de las grandes olas oceánicas o de la aleta del escualo. Me deleito con echarme boca arriba, en el mar a flotar y soñar en las proas de las grandes culturas, que surcaron sus aguas templadas y en los remos del martirio que hendieron sus ondas. Frente al mar latino digo la verdad dijo el poeta, y así, pienso, siento y digo: Me gusta y quiero a Benidorm. Vicente TJRCUYO RODRÍGUEZ