ABC MADRID 06-09-1969 página 11

Pisapapeles con composición de guirnaldas o collares de flores sobre fondo verde, pieza típica de Saint- Louis. Pisapapeles con seis flores, muy acusadas y de colores vivos (Clichy) Y pisapapeles con flor blanca, hojas verdes y corona de florecidas blancas y verdes. (Estas piezas de la colección Imbert. LOS PISAPAPELES producir millefiori en bolas. Baccarat! os fabricó y lanzó en 1846 y, en seguida, Clichy logró con estas mágicas esferas de cristal una genuina producción de obras para la exportación. Hay un periodo- -1845 a 1851- -brillante, bien apreciado por ios modernos coleccionistas, que, aparte de definir estas procedencias, como otras en Europa, claramente con piezas firmadas, conocen las épocas, naciones y lugares de fabricación por detalles característicos como son los propios temas, los fondos, los colores fuertes o suaves, el tipo de piececillas. la manera de que se agrupen- -en desorden o sin desorden- -y hasta el mayor o menor grado de pesantez, a igual o parecido volumen, por la proporción diferente en el vidrio del óxido de bario. Ciertamente estas bellas bolas de cristal son como una feliz emanación de fantasía y alegría en pleno, oscuro y melancólico medio siglo XIX; verdaderas bombas de mano que lanzaron un respiro cíe optimismo donde penetraran, sobre las mesas de despacho y veladores de unos personajes taciturnos que, hechizados, estarían mirándolas durante horas y horas. ¡T, en verdad, estaban predestinadas hacia ei coleccionismo! Un conjunto de pisapapeles de cristal es como un rico muestrario de esplendor imaginativo en una época en la que estaban frenadas, todavía, las más sencillas iniciativas, inconformistas, de creación artística. Pero los pisapapeles fueron una curiosa excepción: se apoyaron en una gracia desconocida de orden geométrico y de efectismos de color y sacaron partido del surrealista mundo de apariencias misteriosas que podían entreverse dentro de unas densas bolas de materia transparente y con los márgenes o costados curvos, deformadores de las imágenes, que, en suma, era un anticipado cosmos, diminutó, para observación íntima, de formas psicodélicas. sión, para que desaparezcan o puedan ir- -incluso por dinero, -por más dinero- -a manos de otro. Se puede comprender la intranquilidad, la lucha, la pasión, del feliz y atormentado- -es esto al fin como un modo de amor- -auténtico coleccionista. Pero hay algo que yo no he entendido nada al ver, y seguir, reflexivamente aquella seríe de extraños anuncios: los o i r e c i m i e í de importantes cantidades, pública y ostentosamente manifestadas, y superadas del mismo modo por supuestos o muy probables verdaderos coleccionistas. Los verdaderos coleccionistas saben de sobra que las pujas sobre obras de arte, o joyas, tienen el adecuado ambiente en las galerías o en medios directos, dentro de cierta intimidad... Imaginemos que los coleccionistas, relacionados con estg episodio, han olvidado la penosa impresión que podían producir a los profanos, a las personas al margen, a los que viven sin holgura, cuando hayan visto por un medio público, con evidencia, que hay felices mortales que se disputan un pisapapeles ofreciendo cantidades que han de resultar, para esa muchísima gente, tan desproporcionadas... como inconvenientes. ROMLEÍ Sí; alabemos el gusto de los que coleccionan pisapapeles. Hay muchas personas, tiene que haberlas, que los guardan y los buscan. Ha sido extraordinaria- -s e g ú n leo- -la colección que poseía Colette, que, al parecer, ss conserva en el departamento del Palais Royal, que continúa como cuando ella vivía. Sí; es envidiable tener una hermosa colección de pisapapeles: y difícil porque, inicialmente, y como bolas de cristal, ya tienen una especie de predestinación para la pérdida, para la disper-