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ABC MADRID 21-08-1969 página 71
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ABC MADRID 21-08-1969 página 71

  • EdiciónABC, MADRID
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MIRADOR casa editora importante, pero las más de las veces han de recurrir, para verlo publicado, al mecenazgo de alguna entidad local. Libros, por otra parte, de los que nc suelen acusar r e c i b o ni la crítica nacional ni los escritores de pro que usufructúan las páginas de los grandes diarios. Y hay sntre ellos posibles y hasta probados autores de mérito que acaban frustrándose por falta de ambiente, de estímulos y de solidaridad. Me refiero también a ese incalculable contingente de los que escriben sin ninguna esperanza de ver en letra impresa sus trabajos, que profesan la literatura alternándola con quehaceres sustancialmente antlliterarios, o de manera subrepticia, o como un vicio solitario. Y a los que en grandes y pequeños núcleos de población rural, a trasmano de los centros irradiantes, forman tertulias y cuadros artísticos, editan revistas de periodicidad incierta y crean asi pequeños oasis de vida literaria en los ambientes más inhóspitos. Nada les arredra ni los desanima. No importa que la publicación agonice al segundo número, ni que el grupo teatral carezca de los medios más indispensables, ni que las reuniones en el café, en el casino o en la escuela se vean desahuciadas, mermadas por la dispersión de sus miembros, interferidas o acaso sofocadas. Se intenta de nuevo todo ello una y otra vez. Sean cualesquiera sus efemérides y sus metamorfosis sirven, en todo caso, para que no cese el latido y se propague el eco de la novela, la pieza teatral o el poema de última hora. No se atreven a llamarse escritores y se autodefinen como aficionados para situarse a un nivel inferior y a una respetuosa distancia de aauéllos, como si el aficionado no fuera, en cualquier actividad o profesión, aquel que lo da todo sin esperar nada a cambio, el más puro, en suma. Por el esfuerzo combinado de todos ellos escritores menores y aficionados se forja lo que se llama vida literaria de un país. Esta no es posible sin una atmsófera conductora del impulso creador, sin una temperatura adecuada para su supervivencia, sin el cultivo de una sensibilidad consonante, sin una vanguardia désbrozadora de resistencias, que es precisamente la gran tarea que ellos realizan desde sus distintos escalones de acción. Son el caldo de cultivo de los genes literarios y, sin su concurso, el fenómeno de la creación no trascendería de unos círculos muy reducidos y la literatura sería un producto estéril, esotérico, sin representatividad alguna, por no estar entrañablemente vinculado a la vida y a la conciencia sociales. Rito de iniciados, en definitiva, y no un acto ininterrumpido de integración de los planos intelectual y vital de un pueblo. ¿Cómo se obtendría la respuesta- -el impacto, la reacción, el consensus -que todo escritor pretende sin esa red de intermediarios que la- promueva? Se habla mucho de los efectos fulminantes de la publicidad, y con razón. La publicidad es hoy indispensable para cualesquiera empresas, incluidas, naturalmente, las de carácter cultura) Un buen lanzamiento remueve los obstáculos que opone la inercia, asegura un crédito de interés inmediato y pone en marcha el proceso de la demanda. Asegura, pues, el éxito inicial, que es el de la sorpresa, como en la guerra. Pero asi como en la guerra es necesario, después dé esta, primera fase, consolidar las nuevas posiciones, ensancñarlas y organizarías, de la misma manera la campaña publicitaria precisa de otras muchas apoyaturas y colaboracioness: el agente comercial, el vendedor, la recomendación del entendido, el apoyo del técnico, etcétera, para que el impulso se mantenga y alcance su máxima área de expansión. Pues bien, de poco servirían la pirotecnia publicitaria de un premio literario o cualquier otro esfuerzo difusor de las editoriales a través de los modernos medios de comunicación, si parte de esa semilla lanzada al aire no cayese en esos predios bien cultivados que son los escritores menores y aficionados porque son ellcs ios que se encangan, después de contrastar el valor de la nueva obra literaria, de recomendarla, de propagarla, en suma. Gracias a su colaboración, la obra se seguirá vendiendo, continuará interesando y alcanzará al fin las metas más lejanas. De lo contrario, pasado el efecto de la pólvora, quedará sin impulso, sin fuerza, y desaparecerá del campo de la atención general, barrida por el estruendo y el brillo de las que le siguen. Dicen los editores que lo mejor de los libros, comercialmente hablando, es su goteo. Pues este goteo no es posible sin la perseverante labor de esos colaboradores que forman el estado llano de las gentes de letras, muchas veces anónimos y siempre eficaces y generosos, aunque no sé los tenga en cuenta ni nadie se ocupe de ellos. Ángel María DE LERA

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