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ABC MADRID 19-08-1969 página 25
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ABC MADRID 19-08-1969 página 25

  • EdiciónABC, MADRID
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ABg M A R T E S 19 PE A G O S T O BE 1969. EDICIÓN DE LA MAÑANA. PAG. ir AGUADULCE, SORPRESA DE ALMERÍA Nueve kilómetros de balcón sobre el mar llevan al viajero desde Almería hasta Aguadulce. La carretera, digna del mejor tramo rocoso de la Costa Brava, ha sido ganada al monte, barreno a barreno, para atravesar, en ocasiones, auténticos cañones y gargantas que ensombrecen la sorpresa de encontrar detrás de la roca la azulada marina mediterránea de cada curva. Aguadulce, ayer barriada de paso, hoy punto de destino, está al final de medio centenar de curvas que forman el más apetitoso circuito natural para la nueva afición alménense del volante. El caprichoso trazado, determinado por el también capricho de la geografía, se sube en mirador hasta Castell del Rey o se hace bañista en la formidable cala de La Garrofa. La última curva, todavía sin divisarse las torres de hormigón de la barriada, da paso a una larga recta de diecisiete kilómetros, a cuyas mismas puertas se levanta Aguadulce. He aquí una sorpresa; desaparece la roca; el suelo se hace llano y generoso y, en vez de producir esparto y monte bajo, es ahora riquísima huerta donde los mejores agricultores del Sur han dado en el secreto de varias cosechas anuales de tomates, pimientos, guisantes... Y las bellas flores de la Penibética se escancian de brisa marina a este lado increíble de la abundancia alménense. El turismo ha robado a la huerta de Roquetas de Mar- -Aguadulce pertenece a su término municipal- -las más bonitas fincas para dedicarlas al moderno cultivo de la urbanización. En el mismo pueblo, a la sombra de lo que fue mínima barriada de Aguadulce, el fruto maduro del turismo ha llevado ese revolucionario sistema de vida veraniega que es el apartamento. Un puñado de edificaciones dedicadas a este menester se alzan como empinados colmillos de cemento sobre la tranquila y casi azucarada playa de Aguadulce. ¿Agua dulce? Sí, dulce; agua potable, con menos cal y dureza que la de la capital. Porque la ciudad de Almería divide las aguas de la provincia en dos variedades opuestas: salobres y dulces. Hacia Levante es difícil encontrar, en zonas próximas al mar, aguas sin sales, porque el mar se filtra en las mismas entrañas de la tierra. Hacia Poniente, sucede lo contrario: las filtraciones son de la Sierra hasta la misma raya del mar. Y tan es así que en Aguadulce se puede beber el agua que mana entre la arena de la playa con sólo ahondar un brazo. El mar se para en la orilla, por lo que a la misma orilla crecen ricas hortalizas tostadas por el yodo de la brisa marina. Tantas facilidades naturales han permitido a Agudulce despertar al turismo. Los mismos ciudadanos de Almería empiezan a organizar sus vacaciones en esta playa de los milagros. Los edificios por apartamentos se hacen publicidad en la Puerta de Purchena antes que en el exterior, porque, desde dentro, han descubierto el nuevo, ancho, inagotable Torremolinos almeriense. Pero hay que meterse en el cerro para sorprender Aguadulce y observar el viejo anillo del pueblo cercado, por lo que apenas tiene un par de cños. Y hay que ver también con claridad hiriente a los ojos, la costa africana que se agazapa en el profundo horizonte da EL RIO SELLA Y SUS CIRCUNSTANCIAS Llega el cronista a su tierra. a la comarca ribereña del S e l l a, en este a g o s t o Aún conservan l a s suaves riberas la h n e 11 a de multitudes cosmopolitas. Rom e r o s de la gran romería pagana de las piraguas. Del holgorio fáustico- deportivo del último descenso (Arriondas- Ribadese lia) Doscientas piraguas de doce países, desde los nórdicos a Sudáfrica, ganadora de la prueba 1969. Por las riberas del Sella, gentes de toda la región, de toda España y los turistas de la cornisa cantábrica, de esa Costa Verde (verde y húmeda) que va desde Irán hasta las Rías Bajas. El escritor Pedro de Lorenzo, en su magistral Viaje de los ríos de España no se olvida del asturiano, y salmonera Sella. Lo sigue desde que nace en Oseja, a sra paso por Cangas de Onís Cangas del Sella donde loe romanos le pusieron usa yugo de piedra, el Puentón que sirve de slogan turístico a toda guía de la región. Hasta las puertas de su muerte en el estuario de Llovió, oscuro el cortinaje de hayedal También el citado autor lo proyecta sobre su protohistoria: Arcaico de historia el río, camino de invasión de cántabros y astures y romanos. Ahora, podemos dar otro paso atrás en el tiempo. Hasta el Magdaleniense prehistórico. Un afluente del Sella, el San Miguel, que se oculta en Ardines, es el que socavó, a pocos kilómetros de Ribadesella, esa cueva de Tito Bustillo (acabada de inaugurar) verdadera catedral de la prehistoria asturiana. Uno o varios artistas rupestres, untaron magistralmente. sobre un panel de roca natural, caballos asíurcones del Sueve y ciervos de los montes de Cuana, Que desde ahora admirarán los especialistas de todo el mundo, orientados por el inspector de monumentos y dominador de este yacimiento, don Magín Berenguer, y contemplarán todos los turistas que visiten la región. Así crece el Sella y sus circunstancias. Además del Almería. La luz llega a invadirnos y deja las agujas de los fotómetros en unidades imposibles. Un fotógrafo alménense, que tiene en cartulinas el paisaje, la vida y la costumbre de la provincia, ha renuncido al fotómetro, cuya célula fotoeléctrica debió ser pensada para las Intensidades luminosas de Frankfurt, Nueva York o Tokio. Nadie me ha explicado cómo Aguadulce ha trofeo salmonera del año. esta cueva en su cuenca, verdadera pantalla mágica del Paleolítico. Lo que el cronista buscaba en sus tierras del Sella, en su tierra ribereña y nativa de Margolles, no era el bullicio de la invasor holganza veraniega. Era la paz y el silencio de su valle, el lírico canto de los malvises, los perfiles familiares de sus montañas (fieles amigas de la infancia) que tienen barrocos remates de caliza y se miran de perfil en los verdes espejos del Sella. Buscaba el río mismo, que refresca sus raíces biológicas. X buscaba a sus paisanos campesinos que desde los lejanos ancestros cultivan las tierras ribereñas del Sella. Ya escribió Unamuno, en uno de sus Ensayos que en Castilla el cielo es paisaje también En este medio rural del Norte, tan distinto de Castilla, el cronista, campesino ribereño del Sella, ha meditado sobre las acertadas palabras del vasco con alma metafísica, y ha llegado a la conclusión de que para los campesinos, la idea estética de don Miguel adquiere una verdadera realidad trascendente. El campesino es, entre todos los seres que trabajan sobre la tierra, esa corteza dúctil del planeta (tan hermosa vista de la muerta Luna) el único que ordena y administra las energías latentes del Cosmos. El que maneja y entiende, a fuerza de saberes empíricos, ancestrales, ese misterioso laboratorio de la tierra fecunda, cuyas savias vegetales y vitales se forman, clasifican y depuran en el misterioso alambique de las raíces, para subir, cada primavera, hasta las diversas yemas de flor. En sus tierras ribereñas del Sella, el cronista llega a la conclusión de que los hombres del campo astur viven de una armonía entre los dos hemisferios cósmicos: suelo y cielo. Para el campesino el cielo no es paisaje como para el filósofo, es suelo también. Es decir, circunstancia favorable o adversa, de la que depende su vida. ¿De qué le serviría al hombre del campo trabajar la tierra, fecundar el suelo, si le falta la colaboración del cielo meteorológico, de ese otro hemisferio flotante? El campesino intuye que los ríos van a dar a la mar por el suelo, pero vuelven por el cielo, hechos nube, a la montaña. -J. A. C. estallado al turismo hace sólo mvdio lustro. Puede verse ahora que la zona, con el picaro contraste agrícola, es la mejor plataforma de Almería para los viajeros de todo el mundo que quieren experimentar la borrachera del Sol. Allí, entre sardinas rezumantes de mar y el cercano vino de Albuñol, puede perderse la sensación del tiempo, mientras la piel va tomándose de la soleada ventolera del mar. Una sorpresa por la que vale la pena sorprenderse. Tomo la carretera de Almería a Málaga; hago un rallye particular con emoción de aprendiz; conduzco nueve maravillosos kilómetros asomado al mar. Y en la última curva, como si se levantara un enorme telón, aparece mirándose a sí misma la playa deliciosa de la Costa del Sol: Aguadulce, sorpresa del Mediterráneo, fabuloso milagro de Almaría. -F. GIMÉNEZ ALEMÁN. 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