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ABC MADRID 14-08-1969 página 71
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ABC MADRID 14-08-1969 página 71

  • EdiciónABC, MADRID
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MIRADOR Franr Kafka gran producción de buenas obras los que han logrado en toda ocasión, sin baches ni paréntesis, sostener su prestigio y su vigencia universales. España ha sido tradicionalmente un pais de agudos contrastes, de dicotomías trágicas; de grandes espíritus solitarios perdidos en vastos desiertos de indiferencia; desequilibrado, en suma. Naturalmente, ni nuestra literatura ni nuestra ciencia podían sustraerse a estas determinantes. Na- da significan, pues, para formar un juicio de la investigación y la técnica españolas en las últimas décadas del siglo pasado y primeras de éste, la aparición de un Cajal o de un Torres Quevedo. ¿Y qué trascendencia tuvieron, más allá de un exiguo perímetro minoritario, los grandes escritores del noventa y ocho? Todos sabemos ya el número de ejemplares que constituía las tiradas de sus obras. En realidad no los leyó casi nadie, si bien sus nombres- -y esto es lo paradójico- -sonaron mucho. Y fue así porque no existia una solución de cctitinuidad entre los extremos, porque era la nuestra una sociedad aristocratiscista y el bien cultural patrimonio de unos pocos. En tales condiciones no era posible ia formación de una nutrida clase media literaria como, por sus estructuras socioeconómicas, no podía surgir tampoco esa mesocracia característica de las sociedades más evolucionadas. Pero por presión demográfica, de una parte, y por imperativos de la tecnología, de otra, se está operando un cambio en la realidad ¡socioeconómica española. Quiérase o no, el número de españoles aumenta y, quiérase o no, nos encontramos dentro de área de influencia de esa evolución, y nuestro cuerpo social ha de adecuarse necesariamente, pa mayor o menor grado? a estas nuevas fuerzas moldeadoras, a u n cuando en algunos islotes se intente una resistencia a ultranza. La verdad es que hay más profesores y más alumnos, más titulares de carreras universitarias, m á s industriales, más comerciantes... No todos los deseables, pero si muchos más que antes. Se está creando esa solución de continuidad o puente entre el todo y el nada que son las clases medias. Consecuentemente, en la literatura, por la interrelación que e x i s t e entre ella y los fenómenos económicos y sociales, d e b e ocurrir lo mismo. Es decir, que debe aumentar su censo de escritores bien dotados para las tareas de creación literaria, como asimismo deben subir los Índices de producción y los niveles medios de calidad. De no ser así, es porque algo, de índole patológica, interfiere el proceso de nuestra literatura. Esto es lo que, a mi juicio, debiera investigarse en primer lugar cuando, desde el punto de vista crítico, alguien intenta enfrentarse con el período último de nuestra literatura. La pregunta es sencilla: ¿han subido o bajado sus niveles medios de cantidad y calidad en relación con los de épocas anteriores? De ningún modo plantear, de entrada, la disyuntiva aut Caesar aut nihil No hemos tenido uñ Joyce, un Kafka o un Proust, luego no hechos hecho nada o, Después de Galdós y Baroja, nada por ejemplo, me parecen criterios, además de injustos, absolutamente ineficaces para obteper un resultado crítico válido. La literatura no la crean ni uno. ni dos. ni tres nombres, como la investigación no descansa solamente en el trabajo de uno, de dos o de tres sabios. De ahí pueden partir o ahí pueden culminar. Pueden ser la cabeza o los pies del organismo, pero ese organismo necesita, para vivir en plenitud, del trabajo anónimo de infinitas células y del de otros organismos importantes. A estos últimos es a los que hay que prestar atención preferente, porque s i n ellos la vida es imposible. La literatura, como la ciencia, la nutren y sostienen los innumerables talentos que las sirven con vocación e ilusión: sus clases medias. Cuanto más nutridas, más preparadas y más profesionales sean éstas, tanto más rica será también la cosecha en uno u otro campo de la inteligencia. Lo demás es marchar a saltos, y ya se saba que no siempre se dan saltos para arriba. ¡Las clases medias literarias! He ahí la base de nuestro desarrollo literario: buenos poetas, buenos dramaturgos, buenos novelistas y buenos ensayistas. ¡Buenos! ¿Los tenemos o no en número suficiente? Esto es lo que deben contestar los críticos. Ángel María de LERA

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