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ABC MADRID 05-08-1969 página 77
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ABC MADRID 05-08-1969 página 77

  • EdiciónABC, MADRID
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PROSCENIO William Shakespeare Moliere ATENCIÓN A LOS INTERPRETES S EGÚN un pensamiento anónimo, el teatro es la literatura de las gentes que no saben leer Sin embargo, hoy se ha afirmado que en el teatro no cabe la literatura. En mi criterio, la literatura, como el saber, no ocupa lugar, lo que quiere decir que, por su jerarquía de divino don, cabe en todas partes. Si Henri Marie Beyle, más conocido por Stendhal dijo que la novela era un espejo que se paseaba a lo largo de un camino yo creo que el teatro es un espejo puesto en pie en todos los caminos, para que la vida se refleje en todas sus facetas. Lo que vive, se apasiona, vibra, lucha, se defiende, oye su conciencia y se mueve dentro dé una problemática, es teatro de cuerpo entero. En el frontispicio del coliseo El Globo de Londres- -en el que Shakespeare representó como actor y estrenó algunas de sus obras- se ostentaba, como adorno y enseña, una gran figura del Atlas mitológico con el globo terráqueo a cuestas. Circundaba el globo una inscripción latina que decía así: Todo el mundo es teatro y todos somos en él comediantes. La naturalidad subraya el arte interpretativo, por eso Coqueltn dijo: El arte ¿e la escena consiste en que parezca que improvisamos lo que hemos aprendido de memoria. Es posible que en el artilugio del teatro- -arte y magia- -la vida sorprenda más al comediante que al intérprete de la vida misma. El figurón social, más falso en la trama que el cómico de la farsa inventada para divertir al vulgo, pese a que de la sociedad salga la inspiración del personaje real para que lo interprete el actor. Así es en la historia de todos los tiempos y por eso parece que la vida se nos ofrece más artificiosa que el teatro. Del cómico, dijo Cervantes: Nunca se les tome como farsantes, que es gente favorecida. El príncipe de Dinamarca dice a Polonio: Ellos son el compendio y breve crónica de los tiempos. Y a los cómicos, aconseja Hamlet: Que la acción corresponda a la palabra. Buen consejo para los actores y para los intérpretes del gran teatro del mundo. El ejemplo del comediante profesional, es algo así como un relieve de la aristocracia de la clase, tan maltratada en otros tiempos, en los que sus cadáveres no podían aspirar a la tierra sagrada. Nunca entendí bien por qué se llaman farsantes a los que están en el escenario y no a los de abajo. Precisa el comediante atención exquisita porque es el que constituye con el autor la naturaleza del teatro, es decir, el concepto puro de lo alto y de lo profundo. Son los protagonistas de la anécdota, porque autor e intérprete significan la razón y la corporeidad temática. La profesión tiene el relieve de lo voca- clona! amor de los amores por el que se es capaz de morir. Hay un testimonio: Barón, el famoso actor francés, representando el don Diego de El Cid de Corneille, rechazó con el pie, según marcaba la acotación, la espada que el padre de Jimena hizo caer de sus manos. El arma le produjo una pequeña herida en el pie. No le dio importancia, pero, al día siguiente, la herida se infectó a tal punto, que se imponía la amputación de la pierna; pero Barón se negó a ser operado, diciendo: Un rey con una pata de pato sería abucheado. Y se le enterró a los ocho días del suceso, 7 de octubre de 1655 víctima de su sentido de la estética y de su amor al teatro. Debo aclarar que el verdadero apellido de este actor era Byron, pero se quedó en Barón, porque así le llamó, por confusión, el rey Luis XIV. El apellido Barón fue inmortalizado en la escena francesa por su hijo Miguel, que murió, como su padre, en un accidente sufrido durante la representación de una escena dramática. Es decir, el actor sabe morir de verdad en el escenario. La importancia del intérprete la acusaron muchos autores cuando en el ensayo de sus obras pudieron comprobar que un personaje, a los que ellos no dieron ningún valor, adquiría proporciones insospechadas. Jubert dijo de Moliere; Es cómico de sangre fría, hace reír y no ríe. Para mí, sólo serán actores sin importancia los que creen que hay papeles que no la tienen, y siempre consideraré importante al cómico que siga el consejo de la alocución que procede de la comedia Los dos amigos de Beaumarchais, y que aconseja: Hay que hacerse oír a fuerza de hacerse escuchar. También debemos recordar el criterio anónimo, que dice: Ay del cómico que para hacer un viejo no necesite peluca. Deber de la crítica se me antoja, destacar las interpretaciones de cada actriz o actor, liberándoles de ese conglomerado que a todos considera iguales, eludiendo la responsabilidad de determinar los valores que claramente diferencian a unos y a otros. J. ROMERO- MARCHET

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