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ABC MADRID 20-07-1969 página 129
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ABC MADRID 20-07-1969 página 129

  • EdiciónABC, MADRID
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A Vanessa le gusta vivir en absoluta sencillez, rodeada de niños y animales. Ama la soledad y sólo recibe a sus amigos íntimos. S ON rarísimos los casos en que una actriz consigue dos veces el premio a la mejor interpretación en un festival. A Vanessa Reagrave la conceden en Cannes ese galardón con Morgan, un caso clínico en 1967, y vuelve a obtenerlo con Isadora en 1969. Aparte de las arbitrariedades y compromisos de los jurados por lo que se refiere a Vanessa Redgrave, las distinciones son justas, sobre todo, en lo relativo a Isadora No son los premios los que la han hecho, aunque la ayuden en su carrera, sino su sensibilidad, inteligencia y facultades artísticas. Nada es usual en Vanessa Redgrave. No lo es el hecho de que merezca ser distinguida como la mejor actriz dos veces en un certamen, y menos aún con una diferencia de sólo dos años; no lo es, tampoco, el que en ambas ocasiones el realizador sea el mismo. Y no es fácil que con una primera película, que supone en sentido práctico el comienzo de una trayectoria, se alcance ese reconocimiento de ámbito internacional. Si para el mundo del cine nace en Morgan para el del teatro nace mucho antes. Podría decirse que la vocación es algo hereditario y consustancial en ella. Lo que sucede es que en ocasiones los descubrimientos del cine vienen después de los de la escena, menos clamorosos, pero quizá más auténticos y sinceros. LA CASA DE LOS REDGRAVE: MODELO Y LIBERTAD No es una figura que aparezca por generación espontánea. No es un producto de la casualidad o los padrinazgos. Pertenece a una ilustre dinastía artística inglesa encabezada por Sir Michael y su mujer, conocida con el nombre profesional de Rachel Kempson, y seguida por sus hijos Lynn, Corin y Vanessa. Se ha demostrado que no basta con llevar un apellido famoso cuando se carece de verdadera responsabilidad y valor para utilizarlo con eficaz dignidad. En ciertas circunstancias, un patronímico prestigioso es sólo un emblema para defenderse de la incapacidad propia. Por amar profundamente su noble oficio, los padres de Vanessa jamás la instigan a que continúe esa tradición familiar, como aquellos que se empeñan con un afecto equivocado en que sus hijos prosigan su actividad sin pararse a meditar si tienen disposición o entusiasmo para ello. Pero ese sentido de patriarcado se va perdien- do- para dejar la independencia necesaria a una elección conforme a unas actitudes o ideales. Vanessa Redgrave se mueve en un ambiente íntimo en donde el trabajo, el esfuerzo, la dedicación, son ejemplo. Un medio habitual de actores, observando por dentro lo arduo y anónimo de su labor, que desde niña se muestra sin secretos ni mitos. Nunca se interfieren en sus gustos o predilecciones y la dejan en libertad, un principio que Vanessa hará lema en su existencia. Jamás nuestros padres nos empujaron hacia el camino artístico de ninguna forma. Podíamos optar sin dificultades por nuestras preferencias, y cuando realizábamos algo bien casi estallaban de orgullo. SIN MASCARA NI APARIENCIA: A SU AIRE Vanessa Redgrave viene a romper toda la mitología de la estrella toda la retórica del divismo, adscribiéndose a esa clase de actrices que desdeñan la sofisticación y el artificio, desmitificando con su actitud y su comportamiento una serie de conceptos falsos. Hay quienes se visten, o mejor se disfrazan, en la existencia cotidiana de actrices, quizá por- J. que no lo son en verdad. Una especie y

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