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ABC MADRID 20-07-1969 página 9
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ABC MADRID 20-07-1969 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página9
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Investido en la tosquedad de un predicador, alias Zote... Góngora de la oratoria, es Paravicino símbolo del sermón culto. Lope, en un soneto: ¿Quién dijera que Góngora y Elias al pulpito subieran como hermanos... Predicador del Rey; exquisito, elegante: minoritario. ¡Zote Paravicino, Gerundio! El sermón gerundiano viene de siglas antes que el nacimiento de Gerundio Podría su condena ser alumbrada con una Suma de preceptistas, desde Luis Vives. Fuera de España, Vives en los predicadores ve muchedumbre de hombres indoctos, inexpertos, sin matiz ni sentido, ni lenguaje el adecuado, ni consciencia de qué sea el apropósito para cada materia o auditorio. Vives critica la frialdad del escolástico, el discurso inaccesible a los oyentes. Apenas hay un relámpago de gracia, la de los comprensivos, los escriturarlos, férvidos, espirituales, y se torna a la general decadent a, hasta en el siglo XVI. Retóricas de ts dominicos Juan de Segovia, 1573, Tons s Trujillo, 1579; o de Bonifacio, jesuíta, 1589 menudean de prevenciones contra o que, terciado el siglo XVII, ennoblecería, fugaz y luminosa, la cátedra de Paravicino. De todas esas prevenciones, muy afectas a la rusticidad, está amasada la figura del Gerundio (Hay alguna premonición genial: Trujillo en su crítica de los cartapacios intenta un escrutinio como el de la biblioteca de Don Quijote. No ha sido publicado el Quijote Cervantes anda esos años trabajoso de La Galatea la Retórica de Trujillo es de 1579, un cuarto de siglo anterior al Quijote ¡Al fuego los malhadados cartapacios, que volvían el seso a tantos predicadores y eran causa de que muchos otros no se dieran al estudio de los maestros! Salucio. en fin- -para ejemplo de este consejo: Huir de prolijidad, y mirar en que no sea con alguna nota de vanidad el exordio; como, si es Historia, los que la dicen con gran suntuosidad- escribe: La ínclita reina y en todo valerosa Semíramis, cuyas aventajadas proezas condenaron a perpetuo silencio las bocas de aquellos claros oradores de sus tiempos, para que no osasen hablar de los hechos que no podían igualar con palabras... O atentos a la superstición en procurar que el tema encajase, para tratar de la natividad de un hijo que nació en casa de Girón y Cueva, fundar el sermón sobre el jirón que en la cueva cortó David a Saúl etcétera. Males, como se ve, algo anteriores al paraviciísmo. Y posteriores, sucesivamente... Elaborando aquellos materiales, pone Isla en pie la figura y la obra de fray Gerundio. Reiteradamente declara su voluntad de escribir, y satisfacción de haber escrito, un Quijote de predicadores Caviloso de las postrimerías, cifra Isla en epitafio su destino: lo que, si no ha sido, hubiere querido ser; en la iglesia de la Múratele, en su tumba, José Francisco de Isla es proclamado festivo defensor de la elocuencia... Sus errores de novelista son palmarios. Intenta el Quijote y le sale un Sancho; pero se ofusca, se obceca en asemejarlo a don Quijote: Gerundio, caballero del pulpito La inadecuación es evidente; la frustración. No hay idealidad. No hay locura. Hasta el escándalo disuenan la zafiedad y la especie, letrada, del hombre de pulpito. Hay error de elección: Gerundio, arquetipo de letras; aun de pocas letras. Trasiega el abate literaturas, no mueve géneros; intenta la sátira, pero de otra sátira. Nada concuerda en un paralelo de Cervantes- Isla: pretende el padre Isla una como novela objetiva; Cervantes, la intimidad en la aventura. Agudísimo, en su Introducción a Fray Gerundio Sebold observa: de un lado, erigiéndose en historiador bien informado y objetivo Isla reafirma a la vez la inconsciencia de fray Gerundio- -quien viene a parecerse mucho a esos personajes, vistos sólo externamente, de la historia positivista- no analizando nunca el pensamiento callado de Ge- rundió, porque sin que él lo dejase anotado en alguna parte, ¿cómo era posible que llegase hasta nosotros la noticia de lo que le había pasado por el pensamiento Y eln nota a pie de página, le contrapone esta consideración, como para que en- ella méditasen los defensores de la objetividad en la novela: Hace, en efecto, -todo lo contrario de Cervantes, qué pinta los pensamientos, descubre las imaginaciones, responde a las tácitas preguntas resuelve los argumentos; finalmente, los átomos del más curioso deseo manifiesta Don Quijote II, cap. XL) Pero, los ultimísimos tendrían que sentir. el Quijote habrían de leer el Gerundio trabajos de Hércules; Es con todo innegable su valor de invectiva (en ser invectiva está la única, grandiosa aproximación del Gerundio al Quijote paradigma de invectivas) y es su poder un correctivo de género como la ora toria, en decadencia: siempre en decadencia, í Pedro da LORENZO;

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